Si la dirección de Nissan mantiene su decisión de marcharse después de los 170 millones de ayudas públicas de los últimos años, es porque ha sido incapaz de gestionar decentemente una empresa de esta magnitud. Por contra, si todos los sindicatos defendemos firmemente y con movilizaciones contundentes la retirada del cierre, estaremos más cerca de conseguir mantener la planta. Y si tampoco rectifica Nissan, tendremos que presionar a los Gobiernos para que se nacionalice la fábrica, o incluso se socialice para que los trabajadores y trabajadoras demostremos que podemos autogestionar la producción de vehículos con una tecnología sostenible. Lo que sea, pero no podemos aceptar que 23.000 familias se queden sin futuro de un plumazo.
