En este artículo Rafael Cid critica que el gobierno de coalición decidió desde el primer momento que lo mejor para su zona de confort era militarizar la gestión del coronavirus, con la gravedad y solemnidad castrense que utiliza el presidente cuando se pone ante las cámaras de televisión para recitar sus homilías, pero resulta que la declaración del estado de alarma no permite, a su amparo, decretar, como se ha hecho, la suspensión generalizada del derecho de libertad de circulación y residencia de los españoles, medida que solo puede adoptarse en el estado de excepción, como determina el artículo 55.1 de la Constitución.