La obsesión por acabar con el sistema público de pensiones no es nueva ni obedece a la actual coyuntura del llamado fondo de reserva. El acoso comienza ya durante el último gobierno socialista de Felipe González y no ha cesado hasta el momento; con independencia de que los expertos digan que la economía va bien, que se crea empleo o todo lo contrario. La necesidad de recortar las pensiones parece un requisito prioritario y urgente para salvar a un futuro cada vez más negro, por cierto.
Ni la lucha contra la corrupción, ni detener la fuga de capitales y el fraude fiscal, ni buscar formas para que la desigualdad entre ricos y pobres deje de crecer, generan tanta unanimidad y tan gran entusiasmo entre los que llevan la voz cantante en la política y la economía como la urgencia a privatizar o recortar las modestas pensiones de los abuelos y abuelas.