Para bien y para mal, el proces y sus peripecias judiciales y electorales siguen condicionando la vida política y la actualidad mediática, en Catalunya y España. Hasta un punto tal que, además de los profesionales de la política y los comentaristas de los medios “informativos”, cualquier quisqui se siente con el derecho de dar su opinión sobre lo acontecido y lo por acontecer en este viejo conflicto identitario. Y aún más después de los “sorprendentes” resultados del 21-D y sus contradictorias “mayorías”.
Siendo partidario de la democracia directa, no seré yo quien lamente este loable y sano ejercicio democrático de la libertad de expresión, ni el que sean tantos los interesados (catalanes o no) en ejercerla de palabra o por escrito. Y, sobre todo, habiéndome ya manifestado yo anteriormente (1) y sintiéndome incitado de nuevo a hacerlo por los resultados del 21-D y la incoherencia de las interpretaciones de algunos defensores (2) del movimiento independentista catalán. Tanto por lo que indican estos resultados, sobre el supuesto carácter popular de este movimiento y las perspectivas de instaurar una “república social” en Cataluña, como también por considerar que, tal como están las cosas en el mundo capitalista globalizado, la prioridad de la política debería ser hoy la cuestión social y su corolario medioambiental. Y no solo para los catalanes y los españoles sino también para todos los habitantes del planeta Tierra.
Lamentablemente no es así y pese a ello aún es necesario recordar que el capitalismo es la principal amenaza para nuestra existencia y convivencia, y que por eso no tiene sentido entretenerse con cuestiones identitarias y opciones políticas institucionales (cambiar la Monarquía del 78 por una República catalana o española) que no cuestionan la continuidad del sistema capitalista, con sus abyectas injusticias y abismales desigualdades, y sus nefastas consecuencias sobre nuestro entorno natura.
En tales condiciones, ¿cómo ser tan irresponsables de ignorar o desestimar una realidad tan oprobiosa, aberrante y amenazadora? Y, ¿cómo no reaccionar y no considerar fundamental la lucha contra el capitalismo, sea cual sea la forma de gobierno bajo el cual funcione éste sistema?
Yo, como muchos, tampoco puedo ni quiero ignorar esta realidad, y por eso tampoco me resigno a ver la política reducida, como mucho, a conseguir cambios institucionales o más democracia (legal) dentro de esta sociedad de clases. Para mí también la política debería ser ante todo social y medioambiental. Concretamente: para poner fin a la sociedad de clases e impedir que continúe la destrucción del entorno natural vital para la supervivencia de la humanidad. Más concretamente aún: no para un lejano mañana sino para comenzar ya hoy a construir un mundo para los humanos y no para los Estados y los Mercados…
Quizás esto suene hoy a utópico e irreal; pero es el único combate que tiene sentido y que es vital para todos los humanos. Además de ser el más digno y más eficaz también; pues los hechos no cesan de confirmar que es luchando por lo imposible que se ha conseguido y se consigue lo posible.
Dicho esto, que evidentemente es fácil decirlo de palabra, precisaré por qué lo he dichoantes de exponer las razones que me han hecho considerar incoherentes esas interpretaciones; pues no lo he dicho para dejar bien clara mi posición en el actual conflicto nacionalista en Cataluña y así evitar suspicacias y malentendidos, sino también por estar convencido de compartir, con la mayoría de los autores de esas interpretaciones, el mismo rechazo hacia el régimen del 78 y el capitalismo, que el mismo anhelo de un socialismo con libertad. Aunque esto no quiere decir que todos compartamos el mismo análisis y hayamos sacado las mismas conclusiones de las derivas y fracasos de la social democracia y del “socialismo real”, pese a compartir la misma y firme oposición al dogmatismo y al sectarismo.
Hechas estas precisiones, para dejar constancia de la coincidencia en los objetivos finales con los autores de esas interpretaciones, a continuación paso a precisar el por qué de su incoherencia y de la necesidad de evidenciarla en estos momentos tan graves, complicados y confusos.
La incoherencia entre fines y medios
En el complejo dilema del “fin” y los “medios”, lo importante, para mí, es la tensión entre lo inevitable y lo injustificable, la voluntad de ser moral y todo lo que le impide serlo. En otras palabras, que la historia nos impone deberes a los que no podemos negarnos. Sobre todo si pretendemos ser solidarios con los que sufren la historia y no con los que la hacen. Se comprenderá pues por qué, para mí, la incoherencia de esas interpretaciones tiene que ver fundamentalmente con la más que evidente contradicción de pretender mantener un posicionamiento anticapitalista y defender al mismo tiempo un movimiento independentista liderado por partidos burgueses, con gestiones gubernamentales y programas notoriamente neoliberales, muy similares a los del PP.
Claro que se puede argüir que, en algunos casos, el fin justifica los medios y “justificar” pues tal incoherencia, tal contradicción, con la excusa de un pragmatismo de circunstancia: que “no apoyar al independentismo es consolidar el régimen del 78 y a Rajoy”. Pero, como lo han demostrado los resultados del 21-D, es una excusa/argucia insostenible; porque es gracias al proces que el PP sigue gobernando en España y Ciutadans ha conseguido ser el partido más votado en Cataluña. Además de ser obvio que no es con esos dos partidos, pero tampoco con el PDdeCat y ERC, que se podrá contar para implementar políticas sociales y combatir los desmanes del capitalismo en España y en Cataluña.
Me parece pues que, sin pretender tener las “cosas claras” sobre el proces y su posible evolución a partir de los resultados del 21-D, sí que hay una “cosa” muy clara para mí, que además es o debería ser esencial para cuantos reivindicamos el “derecho a decidir de todos en todo“. Esta “cosa” es la imposibilidad de ejercer plenamente hoy o en un futuro inmediato ese derecho. Y no solo en Cataluña y España sino en el mundo; pues es obvio que, aunque se pueda ejercer más o menos pronto, para optar entre la Monarquía y la República, en ningún caso será para poder optar entre capitalismo y socialismo, o siquiera para conseguir políticas sociales… Por lo menos tal como está hoy la relación de fuerzas electorales (y casi diría sociales) en la sociedad española y catalana.
Claro que esto no quiere decir que no se deba luchar (3) para cambiar esa relación de fuerzas y abrir así perspectivas reales para el cambio de régimen y de sistema. Pero, en todo caso, esta lucha nos obliga a no seguir fantaseando erre con erre con mayorías “conseguidas o posibles si…”; pues ni siquiera en Cataluña se puede decir que lo de la Independencia (derecho a decidir solo entre República y Monarquía) esté dando, elección tras elección, más de una mitad sobre la otra. Los números del 21-D volviendo a confirmarlo, al ser la diferencia en votos -menos de doscientos mil de 4,5 millones de votantes- muy reducida. La realidad es que los independentistas todavía no llegan al 50% y que la fractura identitaria oculta la fractura social, excluyendo del debate político la lucha de clases, mientras las políticas antisociales siguen aplicándose sin freno sobre la clase trabajadora catalana y española.
La incoherencia es, pues, pretender luchar contra el capitalismo y apoyar un movimiento que aspira a independizar un territorio en el que persistirá la sociedad de clases capitalista. Y ello pese a haberse confirmado, tanto en Cataluña como en España, la considerable y abrumadora mayoría parlamentaria de los partidos que no cuestionan el sistema capitalista de mercado.
La “cruda realidad”
Es pues obvio que esta incoherencia persistirá en tanto el independentismo no integre la lucha contra el sistema capitalista en su lucha contra el régimen del 78 y su Monarquía. Y que, de seguir en ella, los autores de esas interpretaciones seguirán contribuyendo a que la vida política y social, en España y Cataluña, siga parasitada por el conflicto nacionalismo catalanista versus nacionalismo españolista, mientras el capitalismo nos sigue imponiendo su irracional lógica productivista/consumista que está convirtiendo el mundo en el cementerio de la humanidad.
Octavio Alberola
1) http://alasbarricadas.org/noticias/node/38724
(2) Se trata de cuantos han manifestado tal apoyo por considerar que la “movilización popular” y los CDRs han dado o pueden dar al proces una orientación social.
(3) Y al mismo tiempo ser solidarios con cuantos sufren la represión en Cataluña y España..
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