Cuando hace casi cuatro semanas el gobierno español decretó el Estado de alarma, todo el sindicato se puso en marcha. El miedo y un torrente de medidas de los distintos gobiernos empezaron a ir de la mano. Mientras, como quien pesca, los dueños de las empresas comenzaron a maquinar cuál era la mejor forma de sacar provecho a la nueva situación. No podíamos hacer asambleas ni reuniones de ningún tipo, aunque paradójicamente continuaba pudiéndose amontonar en centros de trabajo, en oficinas o en fábricas diversas. El estado de alarma ha sido una buena excusa para sacarnos las herramientas que siempre han sido nuestros medios de lucha: asambleas, huelgas y acción directa .
