Cuando el hedor de la corrupción era ya tan insoportable que llego hasta los países europeos, el circo parlamentario se puso en marcha para camuflar este hedor. El populacho indignado necesitaba carnaza para despellejar y los padres de la patria se pusieron de acuerdo y ofrecieron un chivo expiatorio, para salvaguardar a los intocables, a los verdaderos corruptos y corruptores: El Rey, los banqueros y grandes empresarios.
La anterior semana el chivo expiatorio fue un maquinista que parece ser cometió un error, un error que podía ser evitado por menos dinero que se gasta la familia real en un día de vacaciones, porque hoy se cuenta con una tecnología capaz de evitar el error o la negligencia humana, que toda persona puede cometer.
Esta semana tocaba montar un espectáculo parlamentario preparado para el aplauso unánime de sus bancadas, televisado en directo y en la radio pública, solamente para los partidos que más se han implicado en el desmantelamiento del mal denominado “Estado de Bienestar”. Una mezcla de mentiras, medias verdades y mucha retórica con citas vacías de contenido para conseguir que sus adeptos les sigan apoyando.