Dos meses después de lo ocurrido en Nochevieja, de las acusaciones vertidas, se ha podido saber que solo 3 de los 58 hombres detenidos por los abusos sexuales y robos en Colonia eran refugiados. Dicho esto, es evidente que las personas refugiadas han sido las más perjudicadas por los hechos que se les han atribuido y que, desde entonces, no se cesa de buscar en ellas a los culpables de todo conflicto social y criminal en el seno de las sociedades europeas.
Del mensaje de la solidaridad y la reubicación hemos pasado a uno que básicamente criminaliza y estigmatiza a todo el colectivo de personas que agrupamos bajo el nombre de “refugiados”, escuchando cada vez más voces en contra de proporcionar la acogida y justa protección.
A la provocada alarma social basada en los mensajes que identifican delincuencia con refugiados y los vinculan con la amenaza terrorista (pese a que no nos cansaremos de repetir que los refugiados son los que huyen de los terroristas), se unen medidas como la tomada por Dinamarca y otros países de requisar bienes de valor a los solicitantes de asilo.