refugiados-Austria-asfixiados-camion-frigorifico_EDIIMA20150827_0306_19Dos meses después de lo ocurrido en Nochevieja, de las acusaciones vertidas, se ha podido saber que solo 3 de los 58 hombres detenidos por los abusos sexuales y robos en Colonia eran refugiados. Dicho esto, es evidente que las personas refugiadas han sido las más perjudicadas por los hechos que se les han atribuido y que, desde entonces, no se cesa de buscar en ellas a los culpables de todo conflicto social y criminal en el seno de las sociedades europeas.

Del mensaje de la solidaridad y la reubicación hemos pasado a uno que básicamente criminaliza y estigmatiza a todo el colectivo de personas que agrupamos bajo el nombre de “refugiados”, escuchando cada vez más voces en contra de proporcionar la acogida y justa protección.

A la provocada alarma social basada en los mensajes que identifican delincuencia con refugiados y los vinculan con la amenaza terrorista (pese a que no nos cansaremos de repetir que los refugiados son los que huyen de los terroristas), se unen medidas como la tomada por Dinamarca y otros países de requisar bienes de valor a los solicitantes de asilo.

Se está trasladando a la opinión pública la imagen de un colectivo que abusa de las ayudas sociales provocando que se tambalee el estado de bienestar. El estigma, que juega con el miedo, la defensa y la pérdida, contribuye a generar un terrible rechazo hacia las personas refugiadas lo que, sin duda, facilita la cada vez más clara intención de determinados gobiernos europeos de dar la espalda a los refugiados.

El propio gobierno danés ha admitido que la medida de confiscar los bienes a los refugiados no tiene como fin contribuir a la sostenibilidad económica. Es por lo tanto una medida estigmatizante, humillante y xenófoba pero meditádamente populista. Una senda que probablemente otros países no se resistan demasiado a seguir pues parece que Europa está más preocupada en simular que afronta una situación que en enfrentarla realmente.

No permitamos que esto cale en nuestras sociedades y seamos utilizados para hacer de las personas refugiadas los nuevos chivos expiatorios de una crisis que, parece, viene grande a una Europa que asiste impasible al desmoronamiento de sus valores. Unos valores que, para acabar, voy a enumerar pues parece que se nos han olvidado y que son para todos y todas independientemente de dónde se haya nacido: dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto a los derechos humanos.

 

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