Desde dicha Transición española se evidenció que la apuesta del régimen por el control social tenía un eje principal: la asimilación de toda organización antisistémica en la telaraña institucional y la paz social, el refuerzo de las ya domesticadas y el jarabe de marginación y represión por quienes no se traga el veneno.
Centrándonos en la arista sindical esto es ya bastante conocido y no hay que insistir demasiado. Ahora bien, las consecuencias de esta política las vivimos cotidianamente y no necesariamente en los grandes asuntos, sino en cada empresa, en nuestras secciones sindicales, en los conflictos sectoriales o concretos. Cada vez que reaccionamos a uno de estos contextos estamos tomando una decisión que refuerza nuestro carácter irredento o bien nos acerca hacia el acatamiento por el atajo del derrotismo.
En el arsenal sindical tenemos diferentes armas, siendo quizá la más importante de ellas el uso de la huelga como medida de coacción y presión a gobiernos, empresarios o multinacionales.