(Karl Kraus)
Mientras la Cuba de los hermanos Castro corona 56 años de revolución descubriendo el neocapitalismo (“Obama es un hombre honrado”), el fiasco griego representa el enésimo ejemplo de lo que espera cuando la ética abandona la política y se subvierten fines y medios. Aunque el autoengaño prevalezca a la griega haciendo que un parlamento repudie lo que acaba de aprobarse en referéndum por todo el pueblo (como antes hicieron Francia y Holanda con el Tratado Constitucional europeo), el desenlace es siempre parecido: un vagar atropellado de victoria en victoria hasta la derrota final.
Una burbuja política. Otra burbuja, como la que está en el origen de la denunciada crisis económica, es lo que encubría el fenómeno Syriza que tantas loas ha despertado entre aquellas formaciones, tipo Podemos, que creen que el fin justifica los medios y que todo vale para alcanzar el poder, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Objetivo cumplido, pues. Syriza ya tiene el poder y el poder tiene a Syriza. El griego es uno más de los gobiernos que han tomado al pueblo como rehén para su particular juego de tronos. Eso sí, con el “eximente” de consumarlo bajo la bandera de una coalición radical de izquierdas. Donde Felipe González apañó aquel “OTAN, de entrada, No”, para continuar en la agresiva alianza militar, Syriza ha recreado una consulta al son de “Troika, de entrada, tampoco” para terminar proclamando ¡vivan las cadenas!