El pueblo Inuit dispone de unas cuarenta palabras para nombrar el color blanco –en su mundo, por cuestiones aún hoy ligadas a la supervivencia, necesitan diferenciar con exactitud todos los tonos y matices de nieve, hielo, osos y otros animales, alimentos, etc-, mientras que la tribu africana Himba tiene sólo una para una serie de colores oscuros cuyas diferencias, en las necesidades de su entorno, no tienen una importancia vital.
Así pues, el lenguaje es un sistema de comunicación que da forma a las relaciones entre los seres humanos y responde a sus necesidades, es decir, es reflejo de la sociedad en la que es utilizado y también la influye y transforma: lo que no se nombra, pudiera igualmente no existir. Además es ciencia cierta que el cerebro hace el lenguaje y, recíprocamente, el lenguaje hace el cerebro (1)