La vergüenza, temporal, que la imagen del pequeño Aylan tirado en la playa provocó en la opinión pública europea ya no es un peligro para los gobiernos. Mientras se siguen debatiendo las cuotas y las medidas para acoger a los refugiados, este mismo jueves han muerto doce sirios e iraquíes ahogados, al volcar la barca en la que viajaban, en las aguas que separan las costas turcas de la isla griega de Lesbos, según EFE. Este viernes, varios niños, de entre una veintena de personas, han muerto en dos naufragios frente a Grecia.
La preocupación por el éxodo de los refugiados ha pasado a un segundo plano y ahora lo más relevante es cómo manejar la incómoda situación que los desplazados dejan en sus países. Algunos gobiernos, incluso, toman medidas para cobrar la estancia de estas personas en sus países.
El Parlamento de Dinamarca aprobó una ley que permitía a la Policía requisar a los refugiados en la frontera cantidades en metálico superiores a 1.340 euros. La medida fue calificada de “indecente” por los detractores de la proposición y acusaron al gobierno de querer desvalijar a los más débiles.