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La Brecha 06 Estado de Crisis Permanente. Lucha y acción sindical

por CGT-LKN Bizkaia

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La Confederación General del Trabajo (CGT) ha presentado su sexto número de ‘La Brecha’, la publicación mensual impulsada por la Secretaría de Formación del Comité Confederal y desde la que se aportan estudios sectoriales, análisis de coyuntura socioeconómica y temas relacionados con la acción sindical

En esta nueva entrega se ha realizado un análisis de las crisis del capitalismo y cómo este sistema, con cada nueva dificultad, se hace más fuerte a costa de deshacerse de todo aquello que no le es rentable para sus propios intereses, incluidas las personas de clase trabajadora.

 

El capitalismo, en la búsqueda de su supervivencia ha tenido ayuda, sobre todo por parte de los Estados, algo que se ha podido evidenciar a lo largo de la historia. En ‘La Brecha’ de noviembre se realiza un repaso de las crisis capitalistas de las últimas décadas, desde la II Guerra Mundial (años 50-60 del siglo XX) hasta la más reciente, concerniente a los recursos energéticos y que se ha derivado tras el estallido de la guerra en Ucrania.

Según la organización anarcosindicalista, las causas de las crisis capitalistas se pueden dividir en tres grandes bloques atendiendo a su origen productivo, de demanda o financiero. Las dimensiones de estas crisis tienen graves repercusiones en la población porque desencadenan problemas económicos, sociales y ecológicos que suponen un retroceso en los derechos y las condiciones de vida de la clase trabajadora.

Tras la II Guerra Mundial, en la conocida “edad de oro” del capitalismo, se logran algunas mejoras y avances en los derechos laborales de la clase trabajadora del llamado primer mundo, pero siempre con el capital y la clase política a su servicio en contra. Con la crisis del petróleo, a finales de los años 70, se vive una importante desindustrialización, se produce un estancamiento salarial, se precariza el empleo y se ponen en marcha políticas económicas represivas a la vez que se inicia una dura represión contra las organizaciones sindicales. En los años 90 las políticas neoliberales se afianzan con fuerza, se continúa desindustrializando, comienzan las privatizaciones, el mercado laboral se vuelve más precario, flexible e inestable que conlleva a un importante retroceso en los derechos laborales y sociales de la clase trabajadora. En 2008, con la gran crisis mundial, se inicia un ajuste salarial (en el salario directo, indirecto y pensiones), pero también los Estados priorizan el pago de la deuda a costa del bienestar de la ciudadanía. Esto influye en el incremento de las desigualdades y la pobreza. Se institucionaliza la precariedad laboral, los servicios públicos se debilitan y se desarrolla un modelo caritativo y asistencialista, consistente en la creación de estructuras que no van a la raíz de los problemas para acabar con estas desigualdades, sino que tratan las situaciones de manera concreta y en casos puntuales.

A partir de 2010 la respuesta política a toda esta situación acarrea un coste económico y social importante. Desde entonces y hasta 2020 se ha perdido un 10 % de poder adquisitivo. El Estado español se sitúa en 4º lugar de la Unión Europea con mayor porcentaje de población en riesgo de pobreza, y en el 5º lugar como país con mayor desigualdad.  En estos años aparece la figura del “trabajador pobre”: personas que a pesar de tener un empleo no logran llegar a final de mes ni mucho menos sobrevivir. Además, en la sociedad se ha establecido una importante polarización: los ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres.

Este repaso por las crisis de las últimas décadas evidencia que los Estados, al servicio del capital y de las clases altas, nunca han tenido como prioridad la protección y el bienestar de la mayoría social, y por ende de la clase trabajadora.

CGT, como organización sindicalista, considera que la única vía que le queda a la clase trabajadora, y a las clases populares, es la que lleva a trasladar el conflicto a los centros de trabajos, a los barrios y a las calles en defensa de todo lo que es común en la sociedad y que permitiría el desarrollo de una vida digna a quienes sustentan con su esfuerzo y trabajo el sistema en el que nos ha tocado nacer. Por ello, los y las anarcosindicalistas apuestan por la movilización continuada, la protesta constante, que dé confianza a los y las trabajadoras, motivándoles a salir a la calle ante lo mucho que se juegan: vivienda, empleo, sanidad, educación, pensiones, etc.

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