Hoy la familia ciclista está triste porque la muerte de alguna de nosotras, no sólo nos disminuye sino que siempre nos inocula, además de una inmensa tristeza, un poco más de miedo a la calzada. Hoy nos identificamos con el dolor del entorno de la víctima como si de cualquiera de nosotras se tratara, como antes nos identificamos con el placer que sabemos les ha producido su relación con la bicicleta.