Las empresas recurrieron en la crisis de 2008 a lo que se llamó ‘ajuste interno’, recortando los costes salariales para mantener cuota de mercado. Fue entonces cuando comenzaron los despidos y los ajustes salariales que, a la larga, han resultado muy rentables para las propias empresas.
En 2011, el porcentaje del valor añadido bruto de las empresas no financieras destinado a la remuneración del capital (beneficios) superó a los salarios. Durante la crisis crecieron los márgenes empresariales mientras los salarios agonizaban, y este escenario, que parecía coyuntural, ha terminado por cronificarse.
El porcentaje del beneficio sobre el valor añadido bruto de las empresas no financieras se situó en el 43,3% en 2018, según los últimos datos publicados esta semana por Eurostat. Esto significa que los márgenes sobre el valor añadido han aumentado en casi siete puntos en un ciclo económico completo (2002-2018).
Por el contrario, el peso de los salarios en el valor añadido bruto (descontadas las cotizaciones a la Seguridad Social) se ha reducido desde el 41% hasta el 39% Se trata de un cambio de paradigma para la economía española que consolida el peso de la remuneración del capital por encima del trabajo. Las empresas españolas superan ya al conjunto de la eurozona y a los principales países del euro. El peso de los beneficios empresariales en el valor de las empresas en Italia está en el 42%. Alemania en el 37. La UE no llega al 39%. Y la Eurozona no lo hace al 40%
Por el contrario, el peso de los salarios, que hasta la crisis se situaban en línea con la media europea, está ya claramente por debajo de la UE y Eurozona como resultado de la devaluación salarial. En otros países europeos, las empresas optaron por reducir sus márgenes para mejorar su competitividad. Sin embargo, en España, el ajuste se cargó sobre el empleo,
¿Dónde está el dinero? Durante la crisis, las empresas encontraron dos importantes vías de ahorro para elevar sus beneficios. La primera fueron los salarios, principalmente por la vía de los despidos y la congelación. La segunda fue la caída de los costes financieros una vez que el BCE empezó su política monetaria expansiva. La empresa española no ha aprovechado esta subida del beneficio para reinvertir, sino que lo ha destinado a repartir dividendos, comprar activos financieros y reducir su deuda.
La deuda neta de las compañías no financieras superaba el 1.000% de los ingresos netos y actualmente se sitúa por debajo del 300%. Una situación de endeudamiento en línea con el resto de Europa, algo que no habían logrado nunca. Esto explica los bajos niveles de inversión que ha tenido España en los últimos años y que suponen un lastre para el crecimiento futuro.
Podemos pensar que el empresariado español es más “lo que queramos” o que el poder político es menos “lo que nos apetezca” y seguro que todo ello pesa e influye, pero indudablemente hemos de asumir que en esta “salida” de su crisis, contra el empleo y los salarios, y agrandando los márgenes de beneficios para saldar deuda y no generar inversión, ES CONSECUENCIA de una evidente debilidad de todas las organizaciones sindicales sin excepción. Es más, no se trata sólo de un problema de institucionalismo sindical o “dependencia del poder” de las organizaciones mayoritarias, sino es que el propio colectivo de personas asalariadas NO GENERA DEMANDA SINDICAL, por la falta de existencia de una conciencia de que sólo ese camino y su consiguiente conflictividad generará un equilibrio más saludable y duradero en las naturales relaciones entre el Capital y el Trabajo.