Los seguidores del PSV Eindhoven quemaron billetes por puro y duro clasismo, declarando así su odio hacia las indigentes por el hecho de serlo, a las que por supuesto perciben como seres inferiores.
Los medios se hicieron eco este martes de una lamentable estampa por parte de los seguidores del PSV Eindhoven, la cual tacharon de ‘racista’.
En el vídeo se podía ver cómo turistas holandeses lanzaban monedas al suelo para que un grupo de mujeres gitanas corrieran tras ellas y las recogieran del suelo, con los posteriores vítores de los visitantes. Quemaron billetes delante de ellas y las hicieron bailar y hacer flexiones para que consiguieran la limosna.
Tachar esta actuación como racista es de ser muy benévolos… o de ser muy simples, según se mire. ‘Racista’ ni siquiera es el primer apelativo que merecían los susodichos, porque lo cierto es que no quemaron billetes porque ellos fueran payos y ellas gitanas. Quemaron billetes por puro y duro clasismo, declarando así su odio hacia las indigentes por el hecho de serlo, a las que por supuesto perciben como seres inferiores. Y las hicieron bailar por pura y dura misoginia, sin ningún temor a una respuesta agresiva por tal humillación. Las mujeres, ya saben, ante las agresiones rara vez responden con más agresiones. Y eso, un seguidor del PSV, como cualquier otro, lo sabe bien.
Los agresores eran blancos y las agredidas, gitanas. Los agresores eran acomodados, o al menos lo suficiente como para pagarse un viaje a miles de kilómetros sólo para ver un partido de fútbol, y las agredidas, indigentes. Los agresores eran hombres y las agredidas, mujeres. Hacer una sola lectura -la del racismo- de lo que vimos en la Plaza Mayor de Madrid es tan triste como la agresión en sí. Porque si nuestra sociedad sólo es capaz de percibir un solo motivo para tal agresión, estamos condenados a seguir sufriendo humillaciones sin siquiera darnos cuenta de que, aquello que nos está doliendo, es una agresión intolerable y, como tal, denunciable.
Si los medios al mostrar al mundo el vídeo usan sólo la palabra ‘racismo’, y se olvidan del clasismo o la misoginia, invisibilizan parte del problema. Gracias a eso, todo quedará en una actitud racista, algo que la gran mayoría de españoles ya rechaza. Pero no. Deberíamos tener claro ya que aquella humillación se produjo no sólo porque fueran gitanas, sino porque eran pobres y porque eran mujeres. Y también que, probablemente, el hecho de ser gitanas fue, de hecho, el último motivo y no el primero, ¿o alguien cree que en el caso de haber sido mujeres indigentes blancas los agresores hubieran mostrado respeto?
Pero si los medios han hecho una lectura simplista de lo ocurrido, la que hizo la policía allí presente (que se limitó a contemplar la escena y sólo actúo para desalojar a las agredidas de la plaza) ya sí que nos deja sin apelativo alguno.