Desde  CGT planteamos como una salida real y posible al actual modelo social que impone el capitalismo, el reparto del trabajo y la riqueza.

Y además, lo hacemos en momentos económicos políticos de crisis-estafa del modelo económico productivista-desarrollista (capitalismo), que sólo tiene en cuenta el beneficio privado, repartido en es- casas familias, que genera control social y político sobre las poblaciones y requiere de una crítica radical, pues las necesidades sociales, ecológicas, de distribución de la riqueza social y de derechos de pueblos y personas, desaparecen para que el sistema funcione.

Si se explota recursos de pueblos enteros, se hace en nombre de la libertad, la del “mercado libre” para el movimiento de los capitales y las leyes de extranjería, según interese, para los trabajadores inmigrantes que tienen que salir de sus países debido -sobre todo- a la lógica de esta economía, que necesita de la “explotación” de recursos ajenos sin revertir en las sociedades.

Y esta lógica opera sin cuestionarse si el modelo desarrollista-crecer por crecer y consumir sin tener en cuenta los límites ni las consecuencias- tiene que someterse a otra lógica que obedezca a los límites de la vida y contemple el planeta como un todo, al cual hay que respetar en todas sus categorías:sociales, medioambientales, subjetivas, culturales, políticas, genera- cionales, relacionales, etc.

Desde hace una década, el sis- tema productivista desarrollista quiere conjugar la sostenibilidad del modelo, volviendo a recurrir a la misma receta, la cual se ha de- mostrado cuanto menos criminal para la inmensa mayoría de la población mundial y para el planeta: “el crecimiento en una economía globalizada depende del equilibrio macro económico y este crecimiento es la garantía de la sostenibilidad”. (Economista Jefe del FMI).

Las salidas del sistema van en sentido contrario: no necesidad de emplear a tanta gente, devaluar sus condiciones de trabajo y de vida, y vuelta a los orígenes del capitalismo primigenio (la acumulación por la expropiación violenta). Se terminó el ciclo largo de“pacto social”1 con las clases asalariadas para realizar sus tasas de ganancia.

La guerra,lucha de clases,parece haber sido declarada por los poderosos de este mundo y las clases asalariadas no responden con la rebelión,“ni queman las cosechas, ni envenenan las fuentes, ni cortan el cuello a los amos” (Valle Inclán, Montenegro), como tampoco creemos que la aparición de“ilumina- dos”, “líderes carismáticos” que nos guíen hacia el paraíso, sea posibilidad para ese necesario nuevo modelo de producir, de distribuir, de relacionarnos, en definitiva, de ruptura con el sistema capitalista.

Y a pesar de esto, desde  CGT insistimos una y otra vez:una salida social posible, real, es repartir el trabajo y la riqueza.

Del pasado, antes de hacerlo añicos, tenemos que aprender y desaprender. Las clases asalariadas tenemos que desprendernos del “sueño de la utopía del bienestar”, pues era eso: un sueño. Y ahora despertamos en la realidad primigenia del capitalismo:robo por des- posesión del “sueño” a través de mecanismos autoritarios y violentos. A las clases asalariadas, el capitalismo les ofertó el sueño del bienestar durante una época determinada de tiempo: pleno empleo (sobre todo masculino), universalidad de las posibilidades de acceso a las universidades para sus hijos e hijas, garantías de sistemas públicos y eficientes de Seguridad Social,  rentas  (cada  vez  más provenientes de la finanzas- deuda) adecuadas para poder sentirse parte de la “sociedad de propietarios”: coches, casas, ocio, consumo y consumo, pensiones que puedan seguir garantizando un determinado nivel de consumo para que la rueda no pare.A la vez les garantizó prestaciones en los casos de desempleo y en otros estados de necesidad, en una buena simulación de un cierto reparto de la “riqueza social” producida y generada por medio de sistemas fiscales denominados “progresistas”.

Las clases asalariadas se encontraban relativamente “satisfechas” en el sueño, y pareció que encontraban el sentido de su existencia en esa utopía del progreso que se mueve en el silogismo de “el futuro siempre y necesariamente será mejor”.

 CGT insiste una y otra vez: una salida social posible, real, es repartir el trabajo y la riqueza”

Pues bien, parece que tener sentido lo tiene, o para mayor precisión lo tenía, pues las  clases asalariadas decidieron y siguen decidiendo todo eso que otros y otras pensamos que no puede ser: infraestructuras super millonarias para dar cabida a varios cientos de miles de coches más, como medio de movilidad social y de los bienes y mercancías que esa sociedad produce, los cuales aseguran un medio ambiente asquerosamente moderno, para que luego instalemos aire acondicionado que aún nos hará más insoportable e invivible el medio, el espacio en el cual habitamos, nos movemos.

Cuando millones y millones de personas habitan en barrios con casas (hipotecadas mayormente en los estados periféricos) insuficientes para todos y todas, con sus centros de atención primaria (sanidad) masificados y bastantes de ellos gestionados desde el modelo del mercado privado, donde la salud es una quimera para cien- tos de miles de “migrantes”, y para los “autóctonos” no va más allá de repararnos como mano de obra productiva.

del Estado español. Tanto las colectividades agrícolasenAragón como la socialización de empresas y de servicios públicos en Catalunya, se hicieron sin recurrir al Estado. Aquellas y aquellos que producían tomaron las fábricas,los campos, la educación, las oficinas. Ellos y ellas han administrado di- rectamente la producción, su re- parto, los canjes. Pero también los medios puestos en común para la educación, la salud, etc.

En ciertas colectividades, un sa- lario único fue establecido en bonos de canje no capitalizables y útiles solamente para las necesida- des familiares. Sustituyeron el di- nero, que había sido abolido.

Por supuesto, el contexto político, económico y social de la España de 1936 no es el de nuestro mundo contemporáneo, pero estas experiencias merecen toda nuestra atención y más en estos momentos de ruptura con el “sueño de la utopía del bienestar”.

Desde CGT, al  igual que desde otros sectores sociales, organizaciones y movimientos, estamos convencidos y convencidas (aprendemos y desaprendemos) de que el “cambio jurídico de la propiedad” (en todas sus variantes) no pone en tela de juicio ni la lógica de la rentabilidad, ni el poder de decisión y de gestión, ni cuestiona en su raíz un modelo productivista desarrollista que posiblemente nos empuja hacia un colapso y una quiebra del modelo civilizatorio.

En este sentido, las preguntas que nos hacemos son las del reparto de los frutos de las riquezas producidas y de la organización de la producción y distribución, de cómo consumimos (sin consumir- nos la vida y sin esquilmar los re- cursos naturales), lo que implica pensar en los contenidos de lo que producimos, en el cómo lo producimos, en la utilidad social, en las implicaciones ecológicas, en el res- peto y en el equilibrio con el medio y la naturaleza. Para la recuperación de sus tasas de beneficio.

Hoy el empresariado, los banqueros y sus economistas y ejecutivos   de  cualquier organismo nacional o supranacional, se saben por encima de la justicia y su impunidad es casi total. Ahora se trata de que su iniquidad sea compensada institucionalmente con el colocarse al margen de cualquier regla.

La racionalidad superior que se nos supone a los seres humanos sobre los asnos debiera hacer que tras haber probado por un tiempo la experiencia, no hubiéramos tardado en concluir que,o bien el mecanismo que nos tiene atrapados (y nosotros mismos hacemos girar) no está rotando en el sentido correcto.

Debemos optar por hacerlo girar en el sentido contrario a ver qué pasa…, o bien a pensar que la maquinaria, gire para donde gire, es una puñetera mierda que nos va a “joder” a nosotros de cual- quier manera, y con la que, por tanto, hay que acabar; maquinaria (o sistema de engranajes) a la que, por cierto, una vez que nos hemos parado a pensar las cosas detenidamente, no alcanzamos a comprender del todo cómo hemos acabado enganchados como asnos.

Si se trata de cambiar el sentido en el que hacemos que gire absurdamente la maquinaria o sistema, deberemos intentar seriamente hacer realidad aquí y ahora eso de repartir el trabajo y la riqueza.

NOTAS:

1 Pacto Social no explícito que el sindicalismo institucional,la CES a niveles europeos, conjuntamente con las  fuerzas políticas socialdemócratas, mantenían con las burguesías.

2 Nos referimos al pleno empleo (de todos y de todas en edad y capacidad de traba- jar) a jornada completa y salariado. Esto es algo innecesario (para el mantenimiento de la vida) y, además, imposible (acelera exponencialmente la destrucción y la barbarie).

Secretariado Permanente del Comité Confederal CGT

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