Ya sabemos, y está bien documentado, que desde hace muchos años, el sector privado ha ido robando servicios y fondos a la sanidad pública con la ayuda de los políticos (Martínez, A., et al, «Cómo comercian con tu salud», Icaria Editorial 2014).
Antes de la pandemia, el sistema sanitario ya estaba al límite debido a los recortes y externalizaciónes.
Durante el principio de la pandemia, el sistema sanitario se desbordó. Eso era obvio en los «triajes» en los que se excluyó a los ancianos y a los que tenían «condiciones previas», de los servicios hospitalarios, no dando servicios a los enfermos de cáncer, ni a los que necesitaban cirugía «no urgente» (quién y cómo decide qué no es urgente?), y reduciendo o cerrando la Atención Primaria.
En todas las etapas de esta pandemia se van perdiendo profesional por muertes de Covid, por bajas por Covid, y por los que se van a otros países buscando contratos más dignos que los de España.
Todas estas maneras de debilitar la sanidad y hacer que los pacientes se vayan a la privada, dique durante la pandemia. Esperábamos que los que gobiernan hubieran escuchado a los profesionales sanitarios y aumentado el número de facultativos, rastreadores, de recursos para Primaria, etc.
Pero no solo no lo han hecho, sino que están haciendo alianzas con las aseguradoras, servicios sanitarios privados y farmacéuticas para beneficiarse de la pandemia y para «intentar cambiar la percepción que pueda tener la sociedad de la sanidad privada (IDIS 2020) y para privatizar la pública a un nivel que la privada no había hablado hasta ahora (Rodríguez, C., «Un acto de la farmacéutica Roche con el Ministro Illa para trazar las líneas de la sanidad», el salto.com, 9 de octubre 2020). Todo esto lo están haciendo de forma callada, y cuando algo se hace público, se utiliza un lenguaje como si fueran activistas del 15M.
Palabras
En la privatización, el silencio sobre la realidad está lleno de palabras de nuestras protestas. La reciente campaña del seguro de salud de DKV lleva como título: «Somos activistas de la salud». Y sigue: «Creemos que un mundo mejor u más saludable es posible. Muchos ya están actuando (imagen de una mujer joven con un megáfono y otra imagen de un joven pegando carteles en una calle en una pared)…Queremos más que medicina …más compromiso, menos bla bla bla…menos humos …más pedales…más amor, más gente positiva, eres de los nuestros? DKV» (https://dkvsalud.com/activistas-salud).
Los documentos de DKV justifican así este tipo de campaña: «El activismo de DKV se transmite a través de nuevos spots…como guijo a la apuesta de DKV por la salud» (dkvsalud.com).
Hay compañías que ayudan a las aseguradoras de salud a desarrollar publicidad como kanili.com: «Marketing para los seguros de salud basado en las emociones…las emociones positivas están mucho más vinculadas al hecho de tener un seguro privado». Para llegar a estas conclusiones, se han hecho «entrevistas en profundidad, monitorizando reacciones inconscientes con tecnologías de neuromarketing». Los entrevistados ya tenían seguros de Adelsas, DKV, Axa, Mapfre, FIATC, Sanitas y cuatro compañías más. Estos estudios están desarrollados por EMO Insights International.
Se pueden buscar documentos y webs de las aseguradoras y encontrar esa manipulación emocional: «ASISA ha lanzado una nueva campaña comercial para ofrecer a los clientes su Plan Tranquilidad Garantizada…en un momento de gran incertidumbre generada por la pandemia del coronavirus» («ASISA lanza su Plan de Tranquilidad Garantizada» la publicidad.net).
¿Quién decide el futuro de nuestra sanidad?
Uno diría que los gobiernos central y los autonomías. Pero la realidad es otra. El sector privado, con el apoyo del Ministro de Sanidad, Salvador Illa, se han reunido (en la sede de la farmacéutica Roche) en octubre 2020 según el informe de IDIS, «El futuro del sector salud». (8 de octubre del 2020). La Fundación IDIS es el Instituto para el Desarrollo e Integración de la Sanidad que aglutina nueve compañías privadas de atención médica.
En esa reunión habían numerosas farmacéuticas y aseguradoras, y el Ministro Illa no tuvo ningún rol relevante excepto para alabar la colaboración pública-privada (Rodríguez, C., Ibid).
En esa reunión se habló de «repasar la sanidad española: una nueva sanidad para una nueva normalidad», la cual incluye «la medicina personalizada… utilizando los datos que ya tienen en la sanidad pública» y utilizar la crisis sanitaria que vivimos para que las farmacéuticas impongan sus tratamientos.
La idea principal de IDIS y del resto del sector privado es legitimar la idea de la «colaboración» entre lo público y lo privado. Pero no decidido por el sector público (gobiernos, profesionales sanitarios, asociaciones de ciudadanos) si no por la privada que ya lleva tiempo definiendo la sanidad pública.
Deben haber llegado a los oídos de los directivos de IDIS las demandas por una sanidad 100% pública y universal porque acaban de sacar un manifiesto (La Razón 18 de octubre del 2020) «por una mejor sanidad. Marta Villanueva, directora general de IDIS, habla de ese «manifiesto de la nueva estrategia» en la que se oye la defensa de la sanidad privada: «…las necesidades de inversión creciente en innovación…El uso de todos los recursos disponibles, con independencia de su titularidad pública o privada». Y nos aseguran que la privada descarga de «presión financiera y asistencial al sistema a través de la promoción del seguro (privado) de salud» e insisten que «el interés del ciudadano está en disponer de la mejor sanidad con independencia de la titularidad».
En toda la publicidad que lanza la privada, se habla mucho de digitalizar la sanidad y de imponer la atención telefónica en vez de la presencial. La aseguradora Adelsas apuesta por una medicina digital que tiene acceso a la información de cada paciente y de «trabajar juntos sin barreras».
El sector privado no habla dela situación caótica que 40 años de locura neoliberal han producido, sino de una sanidad centrada en la privada. Y lo interesante es que no solo las aseguradoras y farmacéuticas se están beneficiando de caos producido por la pandemia. En los EEUU, lo que más se ha vendido hasta ahora en la pandemia, son las armas de fuego, unos 300 millones (Franco Bernardo «Bifo», el salto.com, 22 de octubre del 2020).
Toda esta invasión que hace la privada, que está aumentando en la pandemia, está bajo las ideas de personajes como Juan Abarca, el presidente de IDIS que dice que «la lección más importante que se puede sacar de la pandemia del coronavirus es la necesidad de hacer innovación en el sistema de gestión sanitaria». Nada de aumentar el personal sanitario ni el material necesario. No. Lo que gente como Humberto Arnés dice es que hay que «mejorar la coordinación, el conocimiento y la corresponsabilidad» (FundacionIDIS.com). Y Margarita Alfonsel de la Fundación Española de Empresas de Tecnología Sanitaria (Fenin) y otros empresarios de la sanidad privada, llenan sus discursos con palabras para despistar con palabras como «cooperación, colaboración, compartir, consenso, empatía y aprendizaje del Covid».
Y Alfonsel avisa que las compañías privadas hablan de la importancia de hacer monitorización que ellos llaman «Biohaking inteligente» para apoyar la telemedicina para para «descongestionar con fuerza las salas de espera de Atención Primaria con aplicaciones como ‘Playback Health’ y ‘Uberhealth’. Y los hospitales verlos como fábricas». Pero para eso hay que «intentar cambiar la percepción que pueda tener la sociedad de la sanidad privada».
Ante todo esto, vamos a quedarnos callados, sin palabras, o vamos a denunciar el robo aumentado de lo que queda de nuestra sanidad pública durante esta pandemia?