La prensa económica se hace eco estos días de la advertencia del Banco Central Europeo (BCE) acerca de la amenaza de quiebra en cascada de las empresas. Pero no crean que en las noticias sobre este asunto se pone el centro de la atención en la degradación de las condiciones de vida de la gente sencilla o de las colas del hambre, por tanto, en la necesidad de planificar urgente e inmediatamente el rescate del pueblo. No, la preocupación mayor que nos quieren inocular es la del riesgo que está corriendo la “pobre” banca.
Hay que reconocer que El Economista esta vez no se anda con tantos rodeos y titulaba hace un par de días “El BCE advierte de que sin ayudas habrá una oleada de quiebras y se arriesgará la estabilidad de los bancos”. En dicha noticia, después de versar sobre el papel jugado por el dinero “gratis” inyectado por el Banco Central Europeo, se recoge la afirmación de este de que los “avales públicos a los préstamos y las moratorias han evitado una ola de impagos a gran escala, [pero que] un número considerable de empresas podrían verse obligadas a declararse en quiebra si estas medidas se retiran demasiado pronto o si las condiciones de los préstamos bancarios se hacen más estrictas». Y que “el fin anticipado de las medidas de apoyo podría, eventualmente, traducirse en un marcado aumento de las quiebras corporativas, con implicaciones de estabilidad financiera para el euro y lo bancos de la zona«.
Efectivamente, ya ven que nos dictan que la preocupación dominante ha de ser la de que un “aumento de las quiebras puede afectar de forma directa a la banca y a la calidad de sus activos [y que este] escenario llevaría aparejado un incremento de la morosidad (créditos dudosos) que podría afectar a la capacidad de conceder nuevos préstamos a la banca. Esto a su vez tendría un impacto negativo sobre la economía y la inversión, pudiendo llegar a generar una crisis financiera.”
Dice el diario en cuestión que los “gobiernos se encuentran en un difícil equilibrio. Por un lado buscan mantener los avales y las ayudas para evitar una mayor destrucción del tejido empresarial. Por otro, mantener estas medidas está suponiendo un fuerte crecimiento de la deuda pública, lo que pone en riesgo la sostenibilidad de las finanzas de los países. No existe una decisión perfecta o sin consecuencias que supongan riesgos.”
Como pueden constatar, el Economista no nos anima a que nos arriesguemos a tomar la decisión que, en realidad, es la más perfecta para evitar… el riesgo de quiebra social y laboral mayor. A saber, que quebremos el dominio del capital financiero y dejar que en ese ámbito especialmente parasitario se autoapliquen sus leyes selváticas de la “economía de mercado”. Y no estar rescatándolo una y otra vez hasta desangrar al común de la gente.
Que esta conclusión no sea del gusto de la prensa pro-Ibex es normal. En el interés va la ignorancia de lo perfectamente razonable. Reparen cómo han puntuado sus “lectores de altura” un comentario extrañamente sensato que se les ha colado entre tantos otros que mejor nos ahorramos calificar y que son valorados por todo lo alto: tanto, como el festín que quieren que les paguemos a costa de más y más ruina por aquí abajo.