Más allá del simbolismo anecdótico de las iniciativas independentistas -para actualizar su lucha desde el exilio- y del doble lenguaje, característico de los políticos, están la realidad de la Justicia represiva del Estado, la “simbólica” Declaración de Independencia –como lo reconocen ahora la mayoría de sus declarantes- y la confesión de Puigdemont reconociendo el triunfo de la Moncloa…
De hecho, la impotencia del independentismo, para hacer frente a la aplicación del artículo 155, comenzó a verse ya desde antes del 21-D, y, cuanto más pasa el tiempo, más evidente es esta impotencia. Tanto frente a la judicialización del procés como frente a su estancamiento en el Parlement. Y ello pese a disponer de una mayoría de escaños…
No es pues de extrañar que esta impotencia haya comenzado a resquebrajar la unidad y a paralizar la acción del secesionismo catalán. Una “acción” centrada en lo esencial en la investidura de Puigdemont a la presidencia de la Generalitat y en la constitución de un gobierno independentista “estable dentro de la legalidad vigente”.
En cambio, lo que si sorprende es su inoportuno e “inexplicable” desencuentro en momentos tan primordiales para el independentismos. Ahora, cuando más urgente le es comenzar a “recuperar las instituciones autonómicas catalanas” para asegurar su supervivencia institucional a través de un Parlement que “vuelva a funcionar normalmente ”, como no paran de repetirlo desde JxCat, ERC y la CUP.
Una urgencia desmentida por la “acción” política de estos tres partidos en el Parlement; puesto que su principal objetivo es alargar lo más posible los tiempos previos al debate de investidura… De ahí que esta contradicción les genere de más en más problemas internos; pues es obvio que al final, aunque puedan llegar a un acuerdo “unánime” del independentismo sobre la investidura de Puigdemont, antes de terminar los plazos que obligarían a clausurar la legislatura, este “acuerdo” será recurrido por la oposición o el Gobierno y no podrán recuperar las instituciones autonómicas.
¡Curiosa “estrategia”! Pues, aunque el “ganar tiempo” les permita mantener “vivas” retóricamente sus reivindicaciones legitimistas y soberanistas, en realidad está retrasando la posibilidad de poner fin a la aplicación del 155 y de volver a la normalidad institucional del independentismo.
De hecho, dada la actual relación de fuerzas entre el independentismo y el Gobierno, la única opción viable para los independentistas, de poder llegar a constituir un “gobierno estable”, es la de asumir la investidura simbólica de Puigdemont en Bruselas (como President “legítimo” para sus partidarios); pero invistiendo efectivamente a otro lider independentista en el Parlement. Y ello sabiendas de que éste solo sería un President “operativo” en el marco constitucional. Pues es obvio que, aunque lograsen cambiar el reglamento del Parlement, para poder investir a distancia a Puigdemont, eso será recurrido de inmediato por el Gobierno en el Tribunal Constitucional y no quedaría entonces otra opción que la de una nueva convocación electoral en Cataluña.
O sea que a los independentistas no les queda in fine otra alternativa que la de acatar las reglas de juego del régimen del 78 y resignarse a la suspensión sine die del procés. Salvo la de la ilegalidad, inclusive en el caso de acabar prefiriendo la convocación a nuevas elecciones… Y por eso, hagan lo que hagan, se confirma la convicción de Puigdemont -confesada en unos mensajes enviados al diputado de ERC Toni Comín y filtrados “involuntariamente” a los medias- de “que el plan de Moncloa triunfa” y de que lamentablemente tenemos Rajoy para rato…Con las nefastas consecuencias que eso implica.
Las consecuencias del ‘triunfo” del plan de Moncloa
En lo inmediato e independientemente de las desmovilizadoras repercusiones de un tal “triunfo”, en el actual contexto de retroceso de los derechos sociales y humanos en Cataluña, España y el mundo, sus consecuencias más funestas son la continuidad del régimen salido de la Transición/transacción y del PP o su sucedáneo… Ya que no es con Ciudadanos que podrán cambiar las actuales políticas antisociales y regresivas, y el autoritarismo del Poder. No solo por ser Ciudadanos y Rivera más de lo mismo -en lo político, lo económico, lo social, lo cultural, y muy probablemente hasta en lo de la corrupción- sino también por haberse reforzado el frente ultranacionalista español como reacción a la reivindicación nacionalista catalana.
Las consecuencias más nefastas son pues el continuismo del régimen del 78, el reforzamiento de los partidos nacionalistas neoliberales y del sistema de “libre empresa”. Y con ello el consiguiente retroceso y marginación de la oposición anticapitalista, quedando nuevamente en segundo plano la cuestión social en Cataluña y España. Además, claro, de la continuidad del grotesco, embrutecedor y cotidiano espectáculo mediático de las clases dominantes para hacer inaudible la crítica y acreditar lo de “cambiar todo para que nada cambie”. Ese espectáculo -al que los políticos contribuyen con su irresponsable comportamiento de decir una cosa y hacer otra- que es, con el doble lenguaje, la verdadera realidad de la política espectáculo en las modernas sociedades del Capital y la Democracia, sea presidencialista, parlamentaria o participativa.
Una política espectáculo y un doble lenguaje de más en más cínicos y esperpénticos, a “derecha” como a “izquierda”, y también de más en más bien remunerados por el erario público. Es decir: por los contribuyentes… No debería ser, pues, difícil comprender por qué los políticos no tienen prisas en bajar el telón y, en particular, por qué también los de “izquierda” están haciendo ahora todo lo que pueden por mantener -erre que erre- abiertos los conflictos identitarios… Y ello a pesar de ser conscientes de que solo sirve para ocultar la cuestión social e impedir que se hable de cuestiones más esenciales para todos: la corrupción, las graves carencias en la sanidad y la enseñaza públicas, en las pensiones, en el desempleo, la incapacidad, los desahucios y los bajos salarios. Además de hacer menos actuales las cuestiones político/morales pendientes desde la Transición: la indecente práctica de las “puertas giratorias” y la obscena desmemoria para ocultar que las sentencias franquistas siguen en vigor y la dignidad continúa enterrada en las cunetas, etc.
Ante una situación tan nefasta -política y socialmente- y tan degradante en lo moral, ¿cómo no sentir la necesidad de saber por qué, tras tantas movilizaciones triunfalistas y heroicas resistencias de la base independentista, “el plan de Moncloa triunfa” y por qué esa oleada de indignación y rebeldía de la juventud española y del mundo laboral, que puso contra las cuerdas al bipartidismo reinante, acabó disolviéndose en las arenas movedizas del institucionalismo y del nacionalismo?
Una necesidad de saber, que ha comenzado a manifestarse estas ultimas semanas a través de numerosas contribuciones (1) en la prensa y webs alternativas, evidenciando la urgencia de una valiente y honesta reflexión sobre las causas de un tan nefasto retroceso político y social (2). Valiente y honesta, sobre todo de parte de cuantos/as no se resignan a esta marcha atrás de la conciencia y continúan luchando contra el capitalismo y todas las formas en que opere la explotación y la dominación.
Octavio Alberola
Notas:
(1) Desde aquellas inquietándose por el abandono del “ideario socialista que quisimos tantos y tantas” (Pepe Gutiérrez-Álvarez) hasta las que se preguntan “por qué las clases populares no votan a la izquierda” (Alberto Garzón Espinosa) y las que analizan “el gran error de las izquierdas radicales independentistas en Catalunya” (Vicenç Navarro) o consideran que “legitimismo o legalismo, esa no es la cuestión” (Carlo Frabetti), etc.
(2) Es lo que intentaré hacer en la segunda parte de este texto: “¿Por qué ‘el plan de Moncloa triunfa’ ? (II)”