Inicio CulturaEntrevistas Entrevista con la filósofa italiana Chiara Bottici, autora de AnarcaFeminismo

Entrevista con la filósofa italiana Chiara Bottici, autora de AnarcaFeminismo

por Colaboraciones

Por Verónica Gago

“No podemos combatir una forma de opresión sin combatirlas todas al mismo tiempo”

Acaba de lanzarse en español el libro manifiesto que es, además, un adelanto de un volumen de más de 300 páginas que se publicará en marzo del año próximo. Esta nueva forma de nombrar apuesta también a componer el feminismo con la filosofía anarquista, que postula un orden sin jerarquías ni gobernantes. 

La filósofa italiana Chiara Bottici, profesora actualmente en la New School for Social Re-search (Nueva York), acaba de lanzar en español su libro-manifiesto AnarcaFeminismo (NED Ediciones). No es menor la “a” que corrige y altera el vocablo más tradicional de anarcofeminismo. Es una inflexión de la lengua, dice la autora, introducida “por movimientos sociales que tratan de feminizar el concepto para dar visibilidad a una faceta específicamente feminista dentro de la teoría y práctica anarquista”.

De formato breve, este manifiesto es también adelanto de un volumen de más de trescientas páginas que se publicará en marzo del año próximo. El manifiesto abrirá paso, dirá frases sintéticas, que el espesor de las páginas próximas se encargarán de sustentar y diversificar. Cada capítulo del manifiesto termina con la frase “¡ni una menos!”, conjugada cada vez en distintos idiomas.

Aun desdoblado en ambas versiones del libro, el tono “manifiesto” de la filósofa es evidente y se inscribe sin dudas en un tono de época, que es el de un ciclo de auge del movimiento feminista transnacional. Lo hace desde un lugar concreto: una interpelación desde la filosofía y la teoría política en particular a las preguntas políticas de urgencia, impregnadas de coyuntura. Por eso, es un ida y vuelta el que refulge al interior de ambos libros: las lecturas y debates filosóficos son “activados” y convocados en relación a una declinación de manifiesto que, se confiesa, está en construcción, en plena marcha.

La apuesta teórica de Bottici puede leerse en sus propias palabras: dice que entiende la filosofía “como un esfuerzo enredado con otras prácticas de creación de sentido como la literatura y el psicoanálisis”. Anarcafeminismo es una manera de enredar y, sobre todo, de componer al feminismo con la filosofía anarquista y también de hacer justicia con un término y una historia que ha sido descalificada e incluso olvidada. Para eso, la filósofa hace precisiones: el anarquismo no significa falta de organización, ni menos aún ausencia de una comunidad política. Más bien, se trata de “un orden incluso en ausencia de un ordenante”. Explica: “el anarcafeminismo significa un feminismo sin arché, esto es, un feminismo sin jerarquías ni gobernantes —ya sean jerarquías sexuales, económicas, políticas o raciales—. No podemos combatir una forma de opresión sin combatirlas todas al mismo tiempo, pues todas las formas de opresión habitan la misma casa, que es la creencia según la cual algunas personas son superiores a otras, y esta superioridad justifica su dominación”.

De quienes va citando, no todxs se autodefinen como anarcafeministas, pero ella lxs incluye, lxs acerca, lxs emparenta. Anarcafeminista se convierte casi una categoría electiva, de adscripción, más que de encuadre o de construcción de un canon. De hecho, Bottici dedica varios párrafos a explicar por qué lxs pensadorxs anarquistas se saltan el canon y, si hay uno, es casi secreto o clandestino (un anti-canon). En esa búsqueda de filamentos de composición, de textos y militancias Bottici da cuerpo a la propuesta anarcafeminista. En ese recorrido debe leerse también el desplazamiento de su propio lugar de enunciación (como autora) que empieza con el yo y se traslada al “nosotrxs”. Hay, además, una suerte de tercer género de escritura en su libro: sin puntos ni comas, autobiográfico y poético, que se inserta entre un capítulo y otro. No es la primera vez que se dedica a que sus escritos feministas sean también en cierto modo experimentales y en eso tiene mucho que ver su trabajo sobre imágenes e imaginación.

Su Manifiesto se presentó de forma virtual en el último congreso de ciencia política realizado en la Universidad de Rosario. Ahí comenzó esta conversación que la convertimos en entrevista para Las/12.

-¿Cómo describirías tu trayectoria feminista en términos biográficos? ¿Y cuándo surgió especialmente tu interés por la teoría feminista?

–En cierto modo, siempre he sido feminista porque muy pronto me di cuenta que las mujeres y las personas de género fluido eran objeto de discriminación y violencias sistemáticas. Nací en una pequeña ciudad italiana llamada Carrara, conocida por sus canteras de mármol y por sus tradiciones anarco-sindicalistas. Sin embargo, su inclinación política de izquierda no la hizo un entorno menos patriarcal. Durante mucho tiempo, la violencia de género que presencié me pareció normal: el mar chocaba contra la orilla, el sol salía todos los días en el cielo, y las mujeres y las personas LGBTQ+ eran objeto de discriminación y violencia sistemáticas. Aprendí a vivir con esa violencia del mismo modo que aprendí a nadar.

-¿Hubo una confrontación primero teórica con esa realidad?

-La teoría empezó cuando me di cuenta que las cosas no tenían por qué ser así. Primero, como adolescente, formé parte de la izquierda marxista autonomista y creí que una revolución proletaria se haría cargo de todos los problemas. En los grupos de los que formaba parte, los ideales comunistas y anarquistas iban de la mano. Fue sólo mucho después, cuando leí literatura feminista a finales de mis veinte años, que me di cuenta que incluso el anarquismo puede convertirse fácilmente en hombre-arquismo (N. de E.: se pierde el juego de palabra que sí funciona en inglés: man-archism), a menos que agreguemos un objetivo feminista específico a nuestras luchas por la libertad. El anarquismo, por definición, está llamado a luchar contra todas las formas de opresión, por tanto, tiene que ser feminista si no quiere terminar siendo contradictorio, pero los seres humanos reales están llenos de esas contradicciones.

-Es una experiencia de teoría no sólo ligada a la formación universitaria…

-La literatura y la filosofía feministas fueron una parte muy importante, pero fue en gran parte autodidacta. Fui a la escuela a los 6 años, en 1981, y recibí el título de doctora en filosofía en 1999 habiendo leído sólo a hombres: durante todos mis años en la escuela pública italiana sólo me habían enseñado ideas, libros, poesía, filosofía escritas por un solo género: varones cis. No es exagerado decir que fui educada en la “escuela de hombres” italiana. La teorización feminista comenzó cuando me di cuenta de que había también otras escuelas y otros mundos posibles.

Unidad pluralista

Anarcafeminista, dice Bottici, es un nombre para luchar contra todas las opresiones y formas de explotación y lo hace desde una aspiración pluralista: “¡O todxs somos libres o ningunx lo será!”. La unidad y pluralidad simultáneas se inscribe también como apuesta por lo que llama una “teoría crítica intersticial global”. Intersticial y global en principio parecen locaciones contrapuestas, pero en este libro no lo son. Lo global no refiere a un espacio liso ni a una mirada panorámica totalizante. Por el contrario, declara deconstruir y confrontar esa mirada colonial como la única capaz de dar cuenta de lo global (volviéndolo sinónimo de imperial). De ese modo, “lo global como marco” pone a los intersticios en los que se produce teoría y se hace política como espacios estratégicos. La interseccionalidad toma una deriva espacial-geográfica: mostrar cómo lo local se intersecta en múltiples escalas evidencia los regímenes conectados de opresión pero también la dimensión transnacional de los espacios de resistencia.

Para entender a fondo la unidad pluralista hay que comprender que el proyecto de Bottici, en términos filosóficos, es un feminismo spinoziano. De hecho, dentro de Anarcafeminismo (en su versión extensa) se despliega un libro sobre el filósofo Baruch Spinoza, para argumentar una ontología de lo transindividual. Diciendo que Spinoza propone una suerte de paradojal “altruísmo egoísta”, a partir del cual para mejor perseverar en nuestra potencia de existir, formamos asociaciones; Bottici aplica la misma fórmula al feminismo. No existe el feminismo como figura a secas, individual, recortada. Existe en la medida que, para perseverar, produce alianzas, asociaciones, tramas. Más que agregar adjetivos o cualificaciones como si fuesen listas de intenciones o adjetivos modificadores de un sustantivo esencial, el feminismo tiene capacidad de ser en la medida en que se expresa en alianzas. El feminismo, casi como una tecnología afectiva y política de composición, permite leerse en relación al concepto de cuerpo al que Bottici le dedica muchas reflexiones. No hay cuerpo sin proceso de afectación: por eso el cuerpo tiene una naturaleza procesual. El cuerpo no es uno, sino una red de procesos, que convierte lo individual en siempre ya transindividual. El cuerpo, dicho en singular, siempre es plural. No hay punto de partida que no sea colectivo, incluso cuando se parte del “propio” cuerpo.

-¿Qué te permite la ontología transindividual a la hora de conceptualizar el feminismo?

-Adoptando una ontología transindividual, también podemos usar el concepto de mujer fuera de un marco cisnormativo o heteronormativo, y así emplear el término de tal modo que incluya todo tipo de mujeres: mujeres femeninas, mujeres masculinas, mujeres AFAN [mujeres a quienes fue asignado el sexo femenino en su nacimiento], mujeres AMAN [mujeres a quienes fue asignado el sexo masculino en su nacimiento], mujeres bisexuales, mujeres trans, mujeres cis, mujeres asexuales, mujeres queer y tantas otras mujeres. Sólo si los cuerpos de las mujeres son teorizados como procesos, como el lugar de un devenir que se desarrolla a diferentes niveles, sólo entonces seremos capaces de hablar de «mujeres» sin incurrir en una normatividad cis- o hetero-.

-¿Cuál es el lugar de Anarcafeminista en tu trabajo?

-El proyecto Anarcafeminismo es una parte integral de mi compromiso de toda la vida con las políticas de la imaginación como teórica, y con los movimientos sociales como activista. Viniendo de una familia que ha sido profundamente afectada por el régimen fascista (tengo un abuelo asesinado a tiros por los nazis y otro deportado a un campo de trabajo nazi), me sentí atraída desde muy temprano a investigar cómo puede la gente llegar a construir mentiras institucionales tan gigantescas como el fascismo, creer que están haciendo el bien (porque muchos de ellos lo creen) y convertir así esas mentiras en profecías autocumplidas. Mientras la mayoría de los filósofos que me rodeaban trabajaban en las condiciones de la razón pública, a mí me impulsaba investigar las condiciones de la imaginación pública.

-Un tema clave en estos tiempos otra vez…

-Sí, hay preguntas que no podemos dejar: ¿cómo podemos imaginar juntxs un mundo mejor y, al mismo tiempo, asegurarnos de que quienes están oprimidxs hoy no se conviertan a su vez en lxs opresorxs de mañana? Hemos visto que eso ocurre una y otra vez en el curso de la historia. Ahí es donde entra Anarcafeminismo: tenemos que luchar contra el patriarcado y la androcracia (esto significa que los hombres cisgénero constituyen el sexo soberano), al tiempo que nos aseguramos de que nuestras luchas feministas no generen más jerarquías y mecanismos de opresión en su interior. De ahí la necesidad de combinar la perspectiva anarquista que sostiene que la libertad es indivisible con el enfoque feminista sobre cómo se oprime a los segundos sexos (es decir, a las mujeres, a los dos espíritus y a las personas LGBTQI+ de todo el mundo). Creo que lo global es el problema y por lo tanto lo global tiene que ser la solución, por lo que necesitamos construir una plataforma feminista que pueda ser la base de nuevas solidaridades y luchas globales.

Comunismo somático

Bottici toma la noción de “comunismo somático” de Paul Preciado para conectarla con la definición de los cuerpos como cuerpos compuestos, colectivos, que dependen de sus conexiones para existir. El plano común de la vida es, sin embargo, lo que queda invisibilizado o secuestrado bajo la figura del individuo. Según su argumento, ese recorte está fundado también en el modo en que reconocidas filosofías occidentales privilegian el ser-para-la-muerte, más que la vida. Para Bottici, Hanna Arendt invierte esa perspectiva para decir: primero hay que nacer. Nunca se nace solx. La conexión con el trabajo reproductivo entonces se hace evidente. Mirar las dinámicas de producción y reproducción desde la filosofía de la transindividualidad permite dotar de otras bases al ecofeminismo.

-Decís que tu apuesta teórica es por el ecofeminismo, ¿por qué?

-En una ontología de lo transindividual, el medioambiente no es algo separado de nosotrxs, sino que, en propiedad, el medioambiente somos nosotrxs -literalmente, algo constitutivo de nuestra individualidad-. Así, el anarcafeminismo es, por definición, un ecofeminismo donde todos los cuerpos inter- e incluso infra-[individuales] actúan entre sí, y por ello están, hasta cierto punto al menos, animados.

-¿Cómo lees el momento actual del movimiento feminista?

-Creo firmemente que, a pesar de todos los límites y retrocesos, la revolución feminista ha sido la más exitosa del último siglo. Y está en curso: más que la imagen de las “olas feministas”, me gusta pensar en la revolución feminista como un río kárstico, como un río que constantemente hace su trabajo: a veces fluye por debajo de la superficie, y no vemos su trabajo porque está sucediendo en lugares menos visibles, pero en otros momentos simplemente irrumpe en la superficie, mostrando toda su fuerza, y llevando a la gente a las calles por millones: y eso es lo que hemos visto muy a menudo en esta última década. En Estados Unidos, la Women March de enero de 2017 fue la mayor protesta de un solo día en la historia de Estados Unidos, incluso más grande que las protestas de Vietnam de la década de 1960. Por supuesto que hubo inconvenientes y obstáculos en la revolución feminista.

-¿Cómo lo caracterizás?

-Creo que el auge mundial del populismo de derechas y del neofascismo al que asistimos es, efectivamente, una reacción contra el movimiento feminista: de ahí el machismo caricaturesco de muchos de sus líderes, desde Trump hasta Salvini. Pero el movimiento es imparable y, como un río kárstico, se puede detener provisionalmente, desviando su curso, pero la corriente seguirá funcionando bajo la superficie y volverá a emerger en otro lugar. En este momento, un gran desafío son sus divisiones internas: la lucha actual entre feministas trans-excluyentes y trans-feministas es una tragedia para el movimiento. No hay mejor manera de garantizar que los varones cis sigan siendo el primer sexo que dividir a los segundos entre ellos, para que acaben luchando entre sí, en lugar de centrarse en el enemigo común.

-¿Y qué hay del “momento” pandemia?

-Es otro gran reto, porque después de la pandemia, lo que vemos es el agotamiento: la pandemia ha exacerbado aún más muchos rasgos de la opresión del segundo sexo, incluida la forma en que el capitalismo está anulando la distinción entre días y noches, hogar y lugar de trabajo. Nunca he oído tan frecuentemente la expresión “Estoy agotada”. Y, debo confesar, yo también estoy agotada. Tengo dos hijos, y esto significa que, durante el lockdown, cuando su escuela se convirtió en virtual, las comidas que había que preparar no eran 7 por semana, sino 21 por semana; las horas en las que demandaban mi atención no eran 5 por día, sino 15 por día. Todo el trabajo de atención se triplicó literalmente. Pero sigo confiando en que, a medida que recuperemos nuestras fuerzas, el flujo seguirá creciendo, y nuestro agotamiento se convertirá en otro nivel de furia hacia este sistema que nos oprime y agota, con o sin pandemia. Una cosa es segura: como las feministas vienen diciendo desde hace algún tiempo, no queremos volver a la normalidad, porque aquello era un infierno.

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