“Lo que se barrunta es el designio de propiciar un nuevo deterioro, uno más, en el terreno social, en el laboral y en el medioambiental”, afirma Taibo en el último capítulo del libro, que reproducimos a continuación.
En semejantes condiciones difícilmente sorprenderá que en el contenido que cabe atribuir al TTIP no haya ningún espacio que permita augurar una mejora en lo que ya tenemos y, con ella, una superación de lo ya existente. Lo que se barrunta es, antes bien, el designio de propiciar un nuevo deterioro, uno más, en el terreno social, en el laboral y en el medioambiental.
Es difícil, aun con ello, predecir el futuro planetario derivado de una imaginable aplicación del acuerdo. En una de las lecturas posibles, Lamy identifica tres horizontes diferentes. El primero lo aporta un choque entre “multilateralismos regionales”, con el norteamericano/europeo enfrentado al liderado por China, al amparo de una fragmentación general del comercio internacional. Una segunda posibilidad es que EE UU, la UE y Japón impongan su “multilateralismo regional” o, lo que es lo mismo, que reaparezca en plenitud la dominación que las potencias industriales tradicionales ejercieron en buena parte del siglo XX.
El tercer horizonte habla, en fin, de un “multilateralismo global”, acatado por todas las partes, o al menos por todas las partes importantes. Las cosas como fueren, parece servida la conclusión de que la irrupción de acuerdos como el TTIP está llamada a tener un efecto de exacerbación de las tensiones, comerciales y no comerciales, entre el mundo occidental, por un lado, y las economías emergentes, por el otro, con todos los demás como meros convidados de piedra que están a expensas de lo que hagan uno y otras.