“La desigualdad tiene un impacto negativo y significativo en el crecimiento económico a medio plazo”. Ahora lo dice hasta la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Y lo hace con un detallado análisis econométrico de cómo se distribuyó la renta en una veintena de países durante dos décadas (1985-2005) y como afectó eso al crecimiento. Su principal conclusión es que hay que fijarse más en lo que ocurre con las personas con menos ingresos (que suelen ocupar hasta el 40% de la población), porque repercute al conjunto.
La OCDE calcula que un aumento en el índice de Gini (en el que 0 es una distribución de renta totalmente igualitaria y 1 simboliza la mayor desigualdad) como el registrado por España en la crisis (de 0,31 a 0,34), rebaja el crecimiento económico en 0,35 puntos porcentuales por año.
Uno de los mejores indicadores del aumento de la desigualdad resulta de comparar la renta media del 10% más rico con la del 10% más pobre. Esa diferencia ha crecido en el conjunto de países, pero es España, el estado en el que esa brecha más ha aumentado: Entre 2007 y 2011 la distancia entre el 10% más pobre y el 10% más rico, ha crecido un 64,29%.
Entre las medidas más eficaces para acortar esta brecha, según la OCDE no se trata solo de garantizar subsidios o ayudas sociales, sino de franquear el acceso a servicios públicos, “como una educación de calidad, una buena cobertura sanitaria o formación laboral”.
“Concentrarse exclusivamente en el crecimiento y asumir que sus beneficios se filtrarán automáticamente a los diferentes segmentos de la población puede debilitar ese crecimiento en el largo plazo en la medida que la desigualdad aumente”. Esta es la conclusión final de un informe oficial que evidencia que la Política Económica no es una “ciencia” aséptica sino, como es natural, esta dirigida por políticas, es decir por decisiones que favorecen a uno u otro grupo social. Igualmente, estos datos, ponen de manifiesto que desde el Poder, normalmente copado por los más ricos, se “esfuerzan” en decisiones que les beneficien, no buscan por tanto en ningún momento la redistribución por más que la misma sea la mejor garantía de desarrollo y eficiencia social para el conjunto de la Sociedad. A la postre, somos los ciudadanos, la mayoría social, quienes debemos exigirlo y poner al Poder en la texitura política de tener que optar por la REDISTRIBUCIÓN de la riqueza.
La falta de Redistribución del crecimiento en la “bonanza” está en buena medida en los efectos concretos en España de esta crisis. No ver el valor de la Redistribución y para ella el papel de los Sindicatos, es una dejación de responsabilidad.
