Los autobuses ya están preparados para trasladar a la parroquia sindical, los sindicalistas de ELA por una parte y de CC.OO-UGT, por otra parte, como si de una competición se tratase, se aprestan a demostrar que tanto unos como otros son los ganadores, en la exhibición de sus banderas. Mas en la verdadera competición, en lo respectivo a los logros de la lucha sindical, nada que exhibir: más paro, menos salario, más precariedad, más pobreza, etc.
Si estos sindicatos exhibicionistas se hubiesen implicado con esta misma intensidad, en las movilizaciones de las marchas del 22M, por el derecho de todas las personas a tener una vida digna, en la manifestación de Madrid con la asistencia de cerca de 2 millones de personas, quizás se hubiese doblado la asistencia y quizás algo hubiera cambiado en este desolador panorama laboral. ¿Pero qué se puede esperar de las cúpulas de CC.OO y UGT, cuando se marcan como objetivo el pacto social, en base a una negociación con un Gobierno que para nada necesita negociar?.
Está claro que su objetivo primordial es conseguir que las subvenciones no se recorten aun más y poder mantener el aparato sindical. La aristocracia sindical de CC.OO y UGT, se ha acomodado a la estrategia de la concertación social y cuando el gobierno de turno ha impuesto el rodillo, aunque lo han denunciado, no se han movilizado con la firmeza suficiente. Unas cuantas huelgas generales para cumplir el expediente, y a tragar ERE tras ERE, a contemplar cómo se deterioran los servicios públicos sin apenas movilizarse, a firmar la privatización de las partes rentables de la Sanidad y de las empresas públicas, a cambio de que se mantengan sus privilegios, a no denunciar el trabajo esclavo de contratas y subcontratas, el permitir la doble escala salarial en las grandes empresas, etc.
Este modelo sindical practicado por las cúpulas de CC.OO. y UGT, es muy similar al que practica ELA, que con un discurso izquierdista, intenta despistar a los trabajadores y trabajadoras vascas. Porque ELA también firma EREs en empresas con beneficios, apoya la privatización de las partes rentables de las empresas públicas, por ejemplo la privatización del servicio de mantenimiento de Euskotren, porque con su estrategia de negociación de empresa por empresa, deja en la indefensión a las personas trabajadores de la pequeña empresa, porque se dice independiente y permite el clientelismo a la sombra del PNV, dice estar por las pensiones públicas y fomenta los planes de pensiones (E.P.S.V.) tanto en las empresas privadas como en las empresas públicas, controla Elkarkidetza y tratò en su día de controlar Itzarri.
El sindicalismo institucional es una rémora que solamente actúa para mantenerse y está desacreditado. Hace falta ya una regeneración del movimiento sindical. El control de los jefes sindicales, el miedo a perder el puesto de trabajo, la competencia e insolidaridad, el clientelismo, el sectarismo sindical, han minado el mundo del trabajo.
El movimiento obrero que en el periodo de la transición ocupó la centralidad, porque fue combativo, unitario y el motor de la lucha por la libertad y el bienestar social, hoy sólo existe en la pelea por la pela, por la pérdida de los derechos adquiridos y siempre a la defensiva. Carece de perspectiva, de conciencia de clase; está controlado por unos sindicatos correas de transmisión de los partidos políticos y lo único que les preocupa es mantenerse en poder. El sindicalismo alternativo debe impulsar un movimiento asambleario, participativo, unitario, igualitario y abierto, es decir poner en marcha en las empresas la democracia directa.