Yo no pago, es un movimiento de desobediencia civil que, a imitación del surgido en Grecia, usa la acción directa para denunciar que a los más débiles, siempre les toca abonar la factura de la crisis. Este domingo en una estación del Metro de Madrid, los antidisturbios les molieron a palos.

Cuando el personal utiliza los cauces institucionales para denunciar o reivindicar, de poco sirve, como mucho se consigue que algún medio de comunicación recoja el acto y se acabó. Cuando de forma pacífica se saltan unas normas impuestas por el estado injustas, nos dicen que es ilegal y de inmediato es reprimida.

Ahora bien una cosa es ser ilegal y otra cuestión es ser legítima. Cuando unas personas están sistemáticamente privadas de sus derechos, es legítimo saltarse las normas. Mucho más cuando estamos viendo, la corrupción, los excesos, el clientelismo, el nepotismo de los políticos, el expolio de los banqueros y el abuso de los empresarios.

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