Inicio TemasCorrupción Puedo prometer y prometo: ER(r)E que ER(r)E (Por Rafael Cid )

Puedo prometer y prometo: ER(r)E que ER(r)E (Por Rafael Cid )

por Colaboraciones

Como periodista siempre busco la verdad:

¿es casero el caldo Gallina Blanca?”

(Mónica Carrillo, presentadora del telediario de Atresmedia y novelista, en un spot)

Celtiberia show vuelve a estar a la orden del día en múltiples escenarios:

En las tarjetas black que socializan como un sindicato vertical a representantes de los trabajadores, empresarios y políticos de todos los colores.

En el fraude de los ERE, con dirigentes de CCOO y UGT compartiendo mordida con presidentes de la Junta andaluza y líderes del socialismo rociero mientras pregonan su lucha contra el paro y el subempleo.

En el tinglado de las pensiones, latrocinadas por PP y PSOE, aunque en la cabeza de la protesta ondeen banderas del PSOE, cuya ejecutiva tiene seguros privados suscritos con la banca, y de las “centrales mayoritarias”, que ofrecen a sus afiliados planes de pensiones asociados, con el BBVA en el caso de CCOO (http://servicios.ccoo.es/servicios/Inicio:216–Plan_de_Pensiones_Asociado), y con Inversis, propiedad de la Banca March, en el caso de UGT (https://www.atlantis-seguros.es/general/productos/planes-de-pensiones.aspx).

En la corrupta alma mater universitaria, un mercado de títulos al mejor postor para cebar currículos de políticos en disposición de trepar y “ovejas negras” de familias de postín.

En el “no a la guerra”, salvo que el belicoso sea uno de los nuestros y no suponga merma de la “carga de trabajo“. Como explicó el comité de empresa de Navantia ante las críticas por el contrato para construir varias corbetas destinadas al feudal y genocida gobierno de Arabia Saudí, que mantiene una cruel guerra ofensiva en el Yemen.

En este mundo traidor, todo vale, todo se aprovecha, de un cuerno se hace una percha. ¿Posverdad? No, la simple lógica de la irresponsabilidad y la delegación como modus vivendi. Concebidas las relaciones sociales en un régimen de servidumbre voluntaria, no es extraño que el resultado sea el monopolio de la mentira, la impostura y la infamia.

Muy alejado de aquel principio suscrito por los obreros de la Primera Internacional que decía “no más deberes sin derechos, ni más derechos sin deberes”. La norma de convivencia hoy, sin embargo, discurre en una única dirección. Derechos sin deberes. Sin apreciar que esa falta de interacción, y el abuso de la representación, elimina la necesaria experiencia propia de la existencia y configura arquetipos zombis. Por eso, la memoria individual y colectiva suele ser tan voluble y acomodaticia.

De lo contrario, aprenderíamos de la experiencia vivida y radiada, y hechos calamitosos que ya sucedieron en el pasado inmediato no se reproducirían como si nada hubiera sucedido. Nos echamos las manos a la cabeza con el bufonesco y sórdido affaire Cifuentes, pero muchos de los que justamente lo jalean fueron protagonistas fervorosos de otros casos aún más denigrantes. ¿Hay que recordar el bochorno de una clase política, empresarial y mediática (Polanco, Asensio, Pedro J. Ramírez, Ansón, etc.), en los fastos de la investidura de Mario Conde en la Universidad Complutense un año antes de que MC fuera encarcelado por gánster? “Un intelectual de la banca que busca el equilibrio ético. El homo novus de la economía española”, dijo del delincuente en su laudatio el embajador israelí Shlomo Ben Ami ante el Rey Juan Carlos I que presidia el homenaje.

En España hay desigualdad social en lo económico-material. Qué duda cabe. Pero sin duda donde esa lacra es más corrosiva, y sin embargo se denuncia menos, es en los ámbitos de la vida cotidiana, pública y privada. Quizás porque para que haya corrupción efectiva se necesitan dos polos en comunicación. Un corruptor y un corrompido. Consentidor y consentido. Y no solo fluye de arriba-abajo, del poderoso al sometido. Es bidireccional. El nepotismo, el enchufismo, el chanchullismo y el clientelismo, mucho más que el mérito y la capacidad, siguen siendo los vectores fundamentales de promoción social aquí y ahora.

Y excusarlo en lo del “capitalismo de amiguetes” es una forma como otra cualquiera de esconder la cabeza bajo el ala. Apenas hay sitio donde mirar que no cobije una fechoría. En nuestra universidad, el supuesto campus de la excelencia y la transmisión del conocimiento, según estudios solventes, hay un 73% de docentes de estirpe endogámica. O sea, de individuos-funcionarios con vínculos y/o intereses compartidos. No sorprende, pues, la omertá con que ha reaccionado el rectorado de la Rey Juan Carlos ante el mastergate. Una universidad que cuenta con cuatrocientos profesores visitantes en nómina de una plantilla de 1.400 docentes lleva el estigma en su ADN. Por cierto, el responsable de un centro de estudios superiores de Sevilla tenía colocados a 22 familiares y amigos (entre otros: 2 hijos, 4 hermanos, 6 sobrinos, 1 cuñado, 1 suegro, la suegra de un hermano, un hermano del yerno y una vecina). Una reforma radical que acabara con esas prácticas tramposas no sería reforma, sería una revolución.

Eso en la base. En la cúspide, si cabe es peor, porque es un iceberg del que solo asuma la parte más inocente. Como botón de muestra está lo conocido del Tribunal de Cuentas, el máximo órgano de la administración que tiene la misión de fiscalizar las cuentas del Estado y del sector público. Pues bien, de sus setecientos empleados más de cien están ligados por algún grado de parentesco, destacando sobre todo el personal vinculado a los sindicatos y la cúpula de la entidad. Según reveló en su día la prensa, los dos últimos presidentes del TdC compartían sede de trabajo con diecisiete allegados. Y si tiramos por elevación en la ruta de la cleptomanía y la desfachatez, no encontramos con un país que tiene dos reyes en nómina de los presupuestos. Y uno no es el de la baraja, sino el emérito. Aunque no exista por ningún lugar normativa ni estatuto que regule esa curiosa titularidad a costa del dinero de todos. Solo el Vaticano se acerca a nuestro modelo, con dos papás en candelero.

Extraño país este, de broncos contrastes y escasas entendederas:

-Donde el jefe de Estado a título de Rey designado por Franco, y mandatario interino en la dictadura durante la enfermedad del Caudillo, pasa a ser jefe de Estado en la democracia por acuerdo de las fuerzas políticas de derecha e izquierda (Juan Carlos I, hoy Rey emérito)

-En el que el secretario general del partido único fascista (el Movimiento Nacional) se convierte tras ganar las elecciones en el primer presidente de gobierno constitucional del régimen democrático (Adolfo Suarez).

-En el que el golpe de Estado (militar y violento, por supuesto) para tumbar la democracia lo protagoniza la agrupación de la guardia civil de tráfico, cuyo cometido legal es la vigilancia del cumplimiento de las normas de circulación en las carreteras (el tejerazo del 23-F).

-Donde los ministros de Educación, Interior y Justicia reivindican el ¡viva la muerte! del cafre Millán-Astray, cantando en público el himno de la legión en la procesión de Semana Santa como si estuvieran haciendo méritos.

-En el que un presidente de la Junta de Andalucía durante casi 20 años, procesado por el mayor presunto fraude con dinero público cometido desde la transición a través de los ERE, teniendo como principales beneficiarios a amigos, familiares, afiliados y simpatizantes ideológicamente afines, asegura ante un tribunal que de esa macroestafa “no sabía nada ni tenía porqué conocerlo”.

-Y, en fin, donde pululan unos medios de comunicación que son simples terminales del duopolio dinástico hegemónico (ahora con Ciudadanos, un oligopolio tricornio).

-Como el periódico considerado modelo de rigor e independencia y faro del progresismo, fundado por un antiguo instructor del franquista Frente de Juventudes en la centuria Sancho el Fuerte (Jesús de Polanco).

-Que tuvo como primer director y tiene como actual presidente al que fuera jefe de los servicios informativos de RTVE en el último gobierno de Franco, la etapa de mayor censura informativa desde la guerra (Juan Luis Cebrián, hoy también número de número de la RAE)

-Ostentó como responsable de su división televisiva, Sogecable, al ex ministro del Interior del tardofranquismo que destruyó los archivos de Falange conteniendo documentación vital para investigar la represión franquista (Rodolfo Martín Villa).

-Y que fichó como jefe de la asesoría jurídica, con el objetivo de defender el derecho constitucional a la libertad de expresión, al último juez del Tribunal de Orden Público (TOP) que hasta entonces perseguía a la oposición política y civil por delitos de “propaganda ilegal”(Diego Córdoba).

-Por eso, El País interpreta el EREgate como un simple abuso de subordinados desleales mientras los respectivos dirigentes del PSOE-PSA (Sánchez y Díaz) se solazan en la Feria de Abril. El mismo socorrido expediente de tirar para abajo utilizado para exculpar el terrorismo de estado de los Gal, el desfalco de los Fondos Reservados o la financiación ilegal del PSC-PSOE a través de la trama Filesa-Malesa-Time Export. En justa compensación, su colega El Mundo dice que el mastergate de Cifuentes es una travesura.

A todo eso, lo llamaron reconciliación. Un país donde aún impera el rigor mortis de aquel “puedo prometer y prometo” con que Suarez avaló la Transición. Eppur si muove. Como con la bicicleta estática.

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