La cumbre de Paris comienza el 30 de noviembre sin expectativas de que se vayan a tomar compromisos legalmente vinculantes y suficientes para contener el calentamiento global a no más de 2 grados de aquí a fin de siglo.
Se reinvindica una masiva inversión en energías renovables, en aislamiento de edificios, en eficacia energética, en agroecología, en movilidad sostenible, etc. Frente a un modelo de desarrollo industrial basado en los recursos fósiles donde solo 90 empresas son responsables de más del 63% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero producidas desde 1850.
Es urgente y necesario un cambio de orientación en las decisiones políticas , de producción y de consumo, según la lógica cualitativa del “cuidar” (a las personas, el vínculo social, los objetos, la biosfera…), colocando la calidad de los bienes comunes sociales y ecológicos en el centro de las actividades humanas y políticas: sobriedad en la cantidad, prosperidad en la calidad. Esto anterior implica enfrentarse a las desigualdades para que los nuevos modos de consumo sean accesibles para todxs.
Frente a la falta de resultados en las cumbres climáticas, contrasta la facilidad con que llegan a acuerdos de libre comercio que favorecen a las multinacionales como el TTIP, Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversiones entre la Unión Europea y EE.UU que socava la soberanía de los pueblos en prácticamente todas sus facetas, como la democrática, alimentaria, energética, o medioambiental.