La Marca España, nuestro ogro filantrópico pret a porter, porfía para repetir el duopolio dinástico hegemónico de antaño. Por eso está conspirando con todas sus fuerzas para que 2019 recree un ensayo general para regresar a la estabilidad del poder binario.
Los protagonistas son la nueva derecha de Ciudadanos, en racha de aciertos demoscópicos, y el incierto partido socialista que aún controla Pedro Sánchez. Los desechos de tienta, el Partido Popular de Mariano Rajoy, abismado en la corrupción del “y de lo mío qué”, y el Podemos de Pablo Iglesias, en segundas nupcias ya sin las gananciales de Izquierda Unida. Se trata, pues, de una operación zigzagueante. Una diagonal ideológica.
Las primeras escaramuzas ya se están produciendo. Algunas bajo palio de los medios de comunicación adictos. Porque a tenor de lo que indican desde hace meses las encuestas, el pivot indiscutible es Ciudadanos. Tanto Metroscopía, de la cuerda de El País, como el más solvente aunque gubernamental CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), indican que la tendencia ascendente se llama Albert Rivera. El único de los cuatro líderes que aprueba en la confianza depositada por los encuestados (hipotéticos electores). Y sobre ese pedestal inmaterial se intenta construir la “casa común” del recauchutado poder bipartidista.
Los sondeos son tozudos. El publicado por el diario de Cebrián el pasado 8 de abril daba a C´s la primogenitura en intención de voto con 8,3 puntos de diferencia sobre el PP, segundo clasificado (28,7% y 20,4%, respectivamente). Lo que venía a ratificar el barómetro de febrero del CIS sobre la caída libre de los de la gaviota y el chupinazo del equipo naranja. Este con su mejor resultado desde las elecciones de 2016 (y escalando) y aquel con el peor (y despeñándose). Lo que para los gurús que olfatean estadísticas, emociones y convicciones significa que el cetro de la derecha está pasando sin remisión a Ciudadanos. Ungirle como “invictus” es cuestión de tiempo y mañas.
Y aquí hay un error que conviene despejar. Se equivocan quienes ven la bola de la política española en clave de eje izquierda-derecha. Por más que, según los recientes escrutinios (Metroscopía 08/04/18), la derecha unida jamás sería vencida. PP y C´s sacan 11 puntos al bloque opuesto integrado por PSOE y Unidos Podemos (49,1% y 37,4%), cuando en 2016 la distancia era solo poco más de 2 (46% y 43,8%). De la misma forma que erraron en su día los profesores del partido morado con su monserga arriba-abajo. Esa es una opción descartada por los valedores del Régimen del 78. Significa disenso y bronca en lugar de consenso y buen rollito, y para ellos los frentes nunca auguran nada bueno.
Así que los esponsales que renueven los votos tradicionales del centralismo, la unidad de la patria y la uniformidad deberían ser protagonizados a futuro por Rivera y Sánchez. Lo que supone poner proa a los extremos en desgracia en las personas de Rajoy e Iglesias. De ahí la vuelta a la tabarra del “váyase, señor Rajoy” y los dardos envenados lanzados contra Iglesias a costa del anuncio público de su paternidad dúplex. El único problema serio para que esa estrategia surta efecto es saber si llegará un momento en que la suma de Ciudadanos y del PSOE produzca una sólida mayoría de Gobierno.
Las reticencias de Pedro Sánchez (¡somos la izquierda!) no se contemplan como insalvables. Cuando la investidura su primera opción fue una alianza con Ciudadanos. Por otro lado, los de Rivera sostienen al gobierno de los socialistas andaluces. Sin que el apoyo cerrado de Susana Díaz a los ex presidentes de la Junta, Manuel Chaves y José Antonio Griñán, juzgados por el colosal eregate, haya desencadenado ninguna petición de moción de censura (como en el caso de menor cuantía del mastergate madrileño). La promoción de Iñigo Errejón desde esas instancias taumatúrgicas y su invento de la “competencia virtuosa” (otra versión del sobado “significante vacío”) es la bala en la recámara por si al final se necesitara un empujoncito para poner orden (“La reforma más importante es introducir orden”, Errejón en Le Figaró).
Todo este cambalache que cocina entre el estruendo del caso Cifuentes y el hasta ahora fallido affaire del vicesecretario de Comunicación del PP, Pablo Casado (¿reserva en el banquillo para la Comunidad de Madrid?). Y Ángel Gabilondo, eterno favorito del grupo Prisa, oteando el terreno. El mismo paracaidista que Sánchez lanzó en su día para desbancar por las bravas a Tomás Gómez, elegido en primarias para liderar la Federación Socialista Madrileña. Aunque, para darle la solemnidad debida a un ex corazoncista de pro, 24 horas después El País expurgara una encuesta validando que la mayoría de los militantes de la FSM aprobaban el golpe de mano.
La diagonal bipartidista se juega ya en las canchas autonómicas y municipales de Madrid y Barcelona. Tarea a la que están entregados como avanzadilla los mentideros en nómina. Y como a ni a Ada Colau, que ha roto el pacto con el PSC en el ayuntamiento, ni a Manuela Carmena, firme en su tozuda independencia, pueden pillarlas por las perras, se las somete a la gota malaya del “calumnia que algo queda”. Ahí van dos titulares de El País, martes 10 de abril. El primero: “Colau multiplica las ayudas y encargos a cooperativas afines”. El segundo: “Carmena adjudicó a dedo 11.000 contratos por valor de 60 millones”. Poco importa que ninguna de las posverdades que denuncia a bombo y platillo el periódico propiedad de los fondos buitres constituya delito ni sea ilegal.