Inicio Opinion #2018M en el espíritu del 15M (Por Rafael Cid)

#2018M en el espíritu del 15M (Por Rafael Cid)

por Colaboraciones

Canto a los valientes que llevan por bandera la verdad”

(Mensaje de la madre del niño Gabriel)

Otra vez ocurrió lo imprevisto. Como hace siete años, cuando un grupo de jóvenes se instaló con sus petates en la Puerta del Sol de Madrid para iniciar un largo adiós a todo esto, el 8M feminista ha sorprendido a propios y extraños, desbordando todas las expectativas. Por su amplitud, contundencia, transversalidad y saber hacer, las movilizaciones registradas en la mayoría de las ciudades españolas el segundo jueves de este mes de marzo suponen un antes y un después en la dinámica de la sociedad civil activa.

Y a quien más ha dejado con la boca abierta ha sido al elenco que se autopresumía ascendente y protagonista de las movilizaciones. A esa casta partidista-sindical de líderes y lideresas cortados por el mismo patrón de supuesta representatividad de la “voluntad general” que en las jornadas previas a la histórica cita coparon las televisiones y radios. Con el descaro habitual, los máximos dirigentes de los partidos y de las centrales del consenso fueron balbuceando sus impostados argumentarios sobre la rebeldía feminista poco menos que como si la hubieran parido.

Se trataba de una ocasión única de fagocitar votos potenciales para sus siglas a poco más de un año del siguiente round electoral. Y así hemos visto desfilar a esos dirigentes por las pasarelas mediáticas ataviados con fulars violetas o luciendo en sus solapas el lazo identitario del momento. Un atrezzo de una comicidad extrema habida cuenta de que los así convocados apenas tenían que ver con la organización, diseño, logística y planteamiento de ese 8M en el que veían una ocasión de oro para sacar rendimientos propagandísticos. En la saga de lo que, con diferente fortuna, está pasando con la movida de los pensionistas, otro enorme filón de potenciales adherentes.

Confirmando lo ya visto y sabido de lo acaecido en el 15M, las verdaderas y abnegadas integrantes de la comisión coordinadora del 8M brillaban por su ausencia en esos platós de pitiminí. Y, también como entonces, ni falta que hacía. Incluso puede ya afirmarse, con la experiencia tenida, que existe una incompatibilidad entre ese “ser” implícito en el núcleo pensante de la rebelión feminista y el “parecer” que pretendían atribuirse las cúpulas y aparatos de partidos y sindicatos. De hecho, como se demostraría durante las manifestaciones, la invisibilidad de los dirigentes (a pesar de sus denodados esfuerzos por ponerse al frente de las pancartas) fue la razón del éxito de la espléndida notoriedad de la gente.

Y el secreto, de nuevo, estaba en su distinto y mejor “saber hacer”. Frente a las tradicionales orquestaciones de los llamados “agentes representativos”, el 8M del 2018 ha sido logro exclusivo de un amplio proceso asambleario de más de un año de trabajo por parte de miles de plataformas de mujeres, sindicatos autónomos, colectivos cívicos y asociaciones de todo tipo. Autogestión feminista asumida lejos de los capciosos formatos verticales y jerárquicos con que adoban sus aquelarres los fieles al statu quo. Por eso, y fundamentalmente debido a ese compromiso cara a cara que entraña la democracia de proximidad, aquí el Día Internacional de la Mujer Trabajadora superó todos los cálculos, relegando a los impolutos tribunos a un papel subalterno.

Pero impasible el ademán, sus señorías no dejaron de mostrar las credenciales cínicas que les adornan. De un lado, la gente del PP, colgándose oportunistamente, y porque a la fuerza ahorcan, el lazo de la concordia. Y de otro, y no por ello en su contra, la leal oposición política y sindical, buscando esa cámara amiga que les podría ofrecer un segundo de gloria en la apertura de los telediarios.

Aunque eso implicara evidenciar la contradicción en que cifraban su apoyo. Así, los secretarios generales de UGT y CCOO, tras remachar en sus discursos la centralidad del problema de la brecha salarial en las empresas, pasaban a optar por el simbólico paro de dos horas por turnos, de manera unilateral, en lugar de secundar la propuesta originaria (Huelga General Mundial Feminista de 24 Horas) que diferenciaba este 8M del 2018 como un hito en la lucha feminista. Y eso, y para más inri, constatado que ambas ejecutivas sindicales están constituidas paritariamente, con igual número de hombres que de mujeres, lo que indica el carácter tóxico de la ideología sometida a la obediencia debida.

Habrá consecuencias a futuros por la huella dejaba. Porque igual que para los vivieron el mayo del 68 y el 15M su espíritu permanece en la memoria, las jóvenes que en su inmensa mayoría poblaban orgullosamente las festivas y multitudinarias manifestaciones del #2018M tampoco podrán olvidarlo. Una juventud precarizada por la claudicación de los “agentes representativos” (por eso era tan importante que los que gozan de estabilidad laboral pararan de verdad en solidaridad con las más desfavorecidas; heroínas los y las que así y todo holgaron) que desde ahora en adelante, al margen de como piense políticamente cada cual, sentirán que llevan un mundo nuevo en sus corazones que crece a cada instante.

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