Inicio Laboral 215.000 trabajadoras del hogar y los cuidados sin contrato (Greta Frankenfeld en eldiario.es/euskadi)

215.000 trabajadoras del hogar y los cuidados sin contrato (Greta Frankenfeld en eldiario.es/euskadi)

por Colaboraciones

Todas las personas hemos necesitado o necesitaremos que nos cuiden en distintos momentos de la vida. Estos cuidados son tan importantes que sin ellos la vida no es posible. La realidad social de los últimos años, marcada por la crisis provocada por la pandemia de COVID-19, puso en el debate público un hecho ineludible: los cuidados no están siendo valorados en su dimensión real. Esta reflexión no hubiera sido posible sin las voces de las propias trabajadoras del hogar y los cuidados que cuentan con años e incluso décadas de activismo en este ámbito, y a las cuales apoyamos desde Calala Fondo de Mujeres.

El lugar que ocupan los cuidados en el sistema global funciona dentro de una lógica de competencia deshumanizada y mercantilización de la vida.

En este contexto, como una tarea que no produce lucro, la atención de las necesidades básicas de todas las personas, y en especial de las personas dependientes, mayores y criaturas, es una tarea que no se reconoce social, política ni económicamente y que, en la mayoría de los casos, se asume desde las familias y otros lazos afectivos con poco respaldo público. La incorporación de más mujeres al mercado laboral no ha conllevado una mayor involucración de los hombres en las tareas domésticas y de cuidados. Según el Eustat, en Euskadi en 2020, por cada hombre que asegura realizar tareas del hogar habitualmente sigue habiendo 1,5 mujeres que lo hacen. Tampoco se han implantado políticas eficientes de conciliación.

Esta tarea sigue estando a cargo de las mujeres; y muchas veces la delegamos de unas a otras, en procesos informales en la mayoría de los casos: de madres a abuelas, entre hermanas, entre amigas, a otras mujeres trabajadoras. En el caso de las trabajadoras migradas, que son mayoría en este sector, se suma a lo anterior la vulnerabilidad que supone para sus vidas la Ley de Extranjería vigente y las diversas realidades de los procesos migratorios individuales.

Así, las personas de los países ricos que se lo pueden permitir delegan sus tareas de cuidado a las mujeres migrantes, las cuales, a su vez, tienen que delegar el cuidado de sus familias a otras mujeres en sus países de origen.

De acuerdo con las cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el sector del trabajo del hogar y los cuidados se desempeñan al menos 67 millones de personas en todo el mundo, sin incluir la infancia- (datos de 2016), de las cuales en torno al 80% son mujeres (2016) y el 20% son migrantes internacionales (2015).

Estas cifran implican que muchas mujeres, y en particular las mujeres migradas, trabajan en condiciones precarias que incluyen un empleo informal, en hogares privados, con frecuencia sin condiciones de empleo claras, sin estar dadas de alta en la Seguridad Social y fuera del alcance de la legislación laboral. Reciben salarios muy bajos, tienen jornadas de trabajo muy largas y no tienen garantizado un día de descanso semanal. Incluso, algunas veces están expuestas a abusos físicos, mentales y sexuales o a restricciones de la libertad de movimiento. Además, es habitual que se les denieguen licencias por enfermedad, maternidad o para el cuidado de familiares.

De este modo, la triste realidad es que la integración de las mujeres migrantes de países empobrecidos en la economía global en muchos casos no ha mejorado sus condiciones de vida, sino que las ha precarizado y violentado más. 

El contexto local, en el lado rico del mundo, las lógicas se repiten e incluso se exacerban. La ley estatal únicamente obliga a que se den de alta los contratos de al menos 60 horas al mes. Los datos cruzados de afiliación a la Seguridad Social (385.000) y la Encuesta de Población Activa (alrededor de 600.000) muestran que el año pasado al menos unas 215.000 personas, trabajaron sin contrato en este sector.

Euskadi arroja la mayor tasa de registro de cuidadoras o limpiadoras del hogar sobre el total estatal, aunque en cualquier caso está claro que existe un alto porcentaje que no están registradas. En enero de 2021, la afiliación media en el Sistema Especial de Trabajadoras del Hogar del Régimen General era de 27.830 personas (92% mujeres) en esta comunidad autónoma.

Las propias trabajadoras son quienes recopilan las cifras que permiten delinear la situación del sector. En su informe de 2020 sobre las consultas recibidas de trabajadoras internas (casi el 90% migradas), la Asamblea de Trabajadoras de hogar ATH-ELE denunciaba que el 74,30% de realiza su trabajo en condiciones ilegales en materia de jornada y descansos y que el 96,73% no cobraba el salario mínimo que le correspondía por sus horas de trabajo.El contexto de confinamiento y crisis sanitaria que se inició en 2020 solo vino a agudizar graves situaciones persistentes.

Cuidando a las que cuidan 

Ante una acción pública tan limitada y un contexto social que se presenta amenazante, muchas mujeres migradas se organizan desde hace años para la defensa de sus derechos. 

Un buen ejemplo de ello son los grupos de mujeres migrantes organizadas que surgieron como una forma de llevar mejor la distancia con sus países de origen pero que, por mandato del guion que les impone el trabajo en este sector, han ido incluyendo entre sus funciones el apoyo mutuo y la sensibilización a la ciudadanía en torno a la responsabilidad de los cuidados y el servicio que ofrece este sector.

Así, han creado espacios de asesoramiento flexibles y gratuitos, grupos de acompañamiento, cajas de resistencia, charlas y conversatorios, talleres de formación en derechos laborales y de extranjería, espacios de contención y aprendizajes compartidos entre iguales.

Muchas de las acciones de los grupos de mujeres migrantes están vinculadas con los procesos migratorios, pero otras tienen que ver con el interés de hacer cosas por y para la comunidad en la que viven. Así, desarrollan acciones de incidencia y defensa de los derechos, articulándose localmente, en el territorio español, en Europa y hasta en el mundo, así como con otros agentes que trabajan en la misma línea, como los sindicatos, las ONG y los movimientos sociales.

Las leyes, las políticas públicas, el reparto de poder, las historias personales y colectivas se concretan en el día a día de nuestros cuerpos. Siendo conscientes de la importancia de cuidarnos individual y colectivamente, en Calala Fondo de Mujeres pensamos que cada quien ha de asumir su parte. Por su esencialidad, el ejercicio de los cuidados necesita ser dignificado y esa es una tarea que nos involucra al conjunto de la población.

https://www.eldiario.es/euskadi/blogs/viento-del-norte/215-000-trabajadoras-hogar-cuidados-contrato_132_8602820.html

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