Inicio Opinion Gabilondo, el Ángel caído del 4M (Artículo de opinión de Rafael Cid)

Gabilondo, el Ángel caído del 4M (Artículo de opinión de Rafael Cid)

por Colaboraciones

Resultado de las elecciones en la comunidad de Madrid del 4 de mayo en escaños: Partido Popular (65); PSOE (24); Más Madrid (24); Vox (13); Unidas Podemos (10) y Ciudadanos (0). Censo: 5.112. 658. Participación: 76,3%.

Si algo queda claro de las recientes elecciones plebiscitarias en Madrid, es que los perdedores no podrán echar la culpa a la baja participación, a la tan demandada movilización. La gente ha seguido al pie de la letra el consejo de Pablo Iglesias: la mayoría ha hablado. Como nunca antes en la historia de los comicios en la comunidad. Las urnas han registrado una afluencia espectacular, con el hándicap de haberse celebrado en plena pandemia y en día laborable. Lo que no impedirá que se cumpla el guion habitual en este trance: el yo no he sido. Nadie asumirá su responsabilidad por el estacazo recibido. La culpa una vez más será de los elementos, los poderes fácticos y otros espíritus malignos. Un líder nunca se equivoca, porque de lo contrario sería una persona normal, lo que no puede ser y además es imposible.

Lo segundo evidente es que el 4M no ha resuelto nada, sino todo lo contrario y a peor. Hubieran ganado unos u otros, tanto monta monta tanto, el resultado mental no habría cambiado y las consecuencias serían prácticamente idénticas. Un paisaje después de la batalla, con vencedores y vencidos, humillados y ofendidos. Habida cuenta del planteamiento hostil que presidió toda la campaña, la escena es la de un ring sangriento con un contendiente K.O. sobre la lona y otro alzando el puño invictus. Sufrimos a la derecha confiscando la libertad y a la izquierda monopolizando la democracia. Cuando no existe una cosa sin la otra, ni la otra sin la una. Bakunin expresó esa dialéctica a su manera: <<libertad sin socialismo es privilegio e injusticia y socialismo sin libertad esclavitud y brutalidad>>. Lo infantil y absurdo del particular <<no pasarán>> de los bloques ideológicos en liza es que al día siguiente el VAR del 4M no concluye nada halagüeño, es solo el último capítulo de una larga batalla anunciada. Nuevos rearmes vendrán que nos harán más ciegos. Habida cuenta de que ha arrollado el bando que la izquierda etiquetó de <<fascista>>, ahora es de temer que sus dolidos hooligans piensen que Madrid está habitado por más de dos millones de fascistas (que son los ciudadanos que han votado al PP de Díaz Ayuso). ¿A ese precipicio de estulticia y negacionismo del sentido común nos ha conducido la actual clase política y sus allegados?

De todo ello existe un máximo responsable, que además coincide con ser el gran pagano de los comicios. El candidato que, por su ascendente profesional y haber triunfado en las anteriores elecciones, partía con legitimidad moral para restablecer la cordura entre tanta testosterona militante. Y si embargo fue el bombero que deslumbrado por el incendio se transformó en pirómano voluntario. El ángel caído: Ángel Gabilondo, que ha obtenido su peor resultado histórico. En su mano estaba haber reconducido el pleito caníbal en que se estaba convirtiendo la trifulca electoral. Incluso en sus inicios insinuó maneras cuando rechazó entenderse con Pablo Iglesias por extremista, y no tuvo empacho en abrazar puntos del pasapalabra de Díaz Ayuso (no tocar los impuestos; valorar en positivo el hospital Isabel Zendal; continuar con la política de apertura responsable de la hostelería; etc.). Pero el metafísico nunca pasó de las musas al teatro y prefirió el tarifado aplauso de la claque a significarse (quien se mueve no sale en la foto).

En uno de los casos más singulares de autoinmolación de que se tiene noticia, Gabilondo giró sobre sus pasos para imponerse al frente de la manada <<antifascista>> políticamente correcta. Él dio brillo y esplendor renovado a los consabidos sambenitos de <<trifachito>>, <<las tres derechas>>, <<la foto de Colón>>, resumiéndolos en esa enorme pancarta colgada en un edificio de la Plaza de Callao con el eslogan <<el Gobierno de Colón>> y las correspondientes efigies de los así tonsurados. Un forzado <<difachito>> de recambio (Arrimadas se cayó del cártel) que, igual que la madrileñofobia a costa del Covid-19, ha saltado por los aires desde el momento en que el chupinazo de Díaz Ayuso no se ha hecho por migración de Vox, que se mantiene en sus trece, subiendo uno. El esperpento llegó al extremo de secundar a Iglesias en su plante de la cadena SER, hurtando en un pis-pas a la ciudadanía cualquier debate el resto de la campaña, y acudir a un mitin con el rey de la telebasura. Afecto del mismo trastorno bipolar que en su día padeciera Pedro Sánchez con el líder de Unidas Podemos (UP), Gabilondo turnó del <<me intranquilizaría que alguien con un planteamiento radical formase parte de mi gobierno>> a <<Pablo, tenemos doce días para ganar las elecciones>>.

Y albarda sobre albarda, a renglón seguido vendrían invectivas aún más atrabiliarias. Como ese manifiesto, Ahora sí , de artistas e intelectuales progresistas para <<conseguir que la derecha y la ultraderecha salgan del poder en la Comunidad de Madrid después de 26 años infernales (sic) de atentados contra los derechos y la dignidad de la mayoría ciudadana>>, o la seráfica intervención del ministro Marlaska (el jurisconsulto de la patada en la puerta) junto Gabilondo llamando <<organización criminal>> al PP. Desde aquel salivazo de Sánchez en televisión tildando de indecente a Mariano Rajoy, que luego daría pie para que un motivado le rompiera la cara de un guantazo en su Pontevedra natal, no se había visto nada igual. Cosecha Gabilondo 2021: el candidato menguante. El único cabeza de lista del 4M que maquinó dilapidar los votos y escaños que tenía a huevo. El figurante fake que renunció a ser jueves. Todos los demás partidos que han logrado representación (Más Madrid, Unidas Podemos, Partido Popular y Vox) mejoraron sus resultados respecto a las últimas elecciones de 2019. Conclusión abrumadora: el PP solo supera en siete escaños (65) a lo alcanzado por el bloque de izquierda (59), integrado por PSOE (24), Más Madrid (24) y Unidos Podemos (10) juntos.

A no mucho tardar el <<caso Gabilondo>> se estudiara en los cursos de ciencia política de la universidad madrileña de la que durante años el candidato a la fuga fue rector magnífico. Aunque la historia que narren las hemerotecas, el consabido relato, no haga honor a toda la verdad gabilondiana. ¿Cómo fue posible que un académico de su valía, persona de recto proceder, ex ministro de Educación con experiencia probada en los misterios de la alta política, pudo caer tan bajo sin que se observaran rasgos de senilidad en su carácter? ¿Por qué alguien de su talla intelectual y predicamento se dejó manejar por los trujimanes monclovita hasta perder su sombra? Y quizás la respuesta sea que el rey estaba más desnudo de lo que los medios afines y tertulianos de garrafón nos contaban.

Políticamente Ángel Gabilondo siempre ha sido una apuesta del diario El País, que vio en él la persona predestinada a hacerse con la secretaria general del PSOE y reinar en Ferraz del brazo de primer grupo de comunicación. Gabilondo y Prisa hablaban el mismo idioma desde que la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) bajo su mandato cediera sede, aulas y nombradía para que el holding mediático impartiera simbióticamente cursos y másteres de periodismo marca de la casa. Enseñanzas que en origen la UAM no incluía en su oferta académica. Y como la función crea el órgano si se cuenta con un buen padrino, el salto de Gabilondo a la política madrileña, como trampolín para más altos retos, llegó con un escrache endógeno. Defenestración que el sanchismo propinó al entonces líder de la federación madrileña, Tomás Gómez, el que fuera el alcalde más votado de España en su circunscripción de Parla. Que de la noche a la mañana resultó fulminado tras sufrir una contundente investigación periodística de El País a cuenta de una malversación en la adjudicación del tranvía de aquella localidad que nunca existió.

Al mismo tiempo que Gómez salía por la ventana lanzado por su camaradas, el servicial Rafael Simancas cambiaba la cerradura de su despacho y el dedo de Ferraz designaba a Ángel Gabilondo como el sucesor. De nada sirvió que Gómez hubiera salido elegido para el cargo en unas primarias, una encuesta al dente de El País <<entre votantes socialistas>> determinaba que el ex rector de la UAM era el mirlo blanco que se necesitaba para la sede vacante. El delito de Tomás Gómez, aireado en tándem por Ferraz y los sabuesos de El País, quedó archivado. Con ese pecado original aterrizó en la política de mayor cuantía el otrora frater Gabilondo, coautor del catecismo <<Enséñanos a amar>> (Ediciones Mensajero, 1969). Y así, en ese constante ir y venir de dentro afuera y de arriba abajo, tejiendo y destejiendo, el representante socialista ha pasado de querer asaltar los cielos con Pablo Iglesias a correr el riesgo de hundirse en la irrelevancia.

Rafael Cid

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