<<El neoliberalismo, y no la revolución comunista, elimina la clase trabajadora sometida a la explotación ajena. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo. En su propia empresa>>.
(Byung-Chul Han)
A grandes rasgos, las políticas de la <<nueva normalidad>> repiten el patrón de gestión pública-privada aplicado durante la anterior Gran Recesión, con <<condicionantes>> en lugar de los impopulares <<hombres de negro>>. Consisten, mutatis mutandis, en socializar las pérdidas (3 de cada 4 euros de los ERTE son dinero público) y privatizar las ganancias (los fondos europeos beneficiarán sobre todo a las grandes corporaciones). Imita el mismo formato que con las vacunas: el Estado, con el dinero de todos, enriquece a las multinacionales farmacéuticas privadas cancerberas de nuestra salud, aceptando el condicionamiento previo de no gratuidad de las patentes.
La crisis financiera deflagrada en 2008, aún con toda su carga disruptiva, no impidió que se generara una exigente respuesta ciudadana contra el modelo económico que había perpetrado aquel atraco social y los gobiernos que ejecutaron el mandato neoliberal de Bruselas. Quizá porque la mayor parte de la población supo ver desde el primer momento que lo sucedido fue debido a la codicia de los mercados, poniendo rostro a los responsables del inmenso latrocinio que significó el rescate con dinero público de la gran banca privada, mientras eliminaba a las Cajas de Ahorro y se programaba el desmontaje del magro Estado de Bienestar existente.
De esa orgullosa coyuntura, que unió a gentes de distintas ideologías, clases y edades frente a la impunidad del entonces bipartidismo dinástico reinante, surgió el movimiento del 15-M como esperanzador revulsivo y promesa de cambio. En la crisis sanitaria actual y sus secuelas económicas y sociales, por el contrario, la reacción ha sido radicalmente distinta en forma y fondo. Distanciamiento social, aceptación silente de las medidas dictadas por las autoridades, y un alud de conformismo invadiéndolo todo, solo entorpecido por algunos tábanos que se resistían a aceptar el disciplinamiento de la <<nueva normalidad>>, inmediatamente amortizados bajo el sambenito estigmatizador de <<negacionistas>>. Posiblemente porque en esta ocasión, a vuela pluma, no existía un culpable directo de la pandemia sobre el que hacer recaer el costo de la tragedia. Lo que junto al hecho de que en la actualidad en España está en el poder una coalición de izquierda progresista (integrado por socialistas, comunistas y hasta un anarquista que no ejerce), amén de presentarse como el Ejecutivo con mayor número de mujeres del mundo, ha resultado ser decisivo para desactivar la espoleta que el activismo de los indignados cebó hace ahora 10 años. Si nadie vio venir la covid-19 (la misma excusa de la ignorancia debida que entonces) y en todas partes ha ocurrido lo mismo (otra seña de identidad de antaño), la conclusión lógica es la resignación imperante.
Aunque esas serían las constantes vitales que marcan la disfunción entre ambas crisis, existe un hecho diferencial que en teoría justificaría las distintas y opuestas reacciones producidas en el seno de la sociedad civil. Y esa clave es de carácter estrictamente económica. Mientras en 2011, la drástica merma de los recursos sociales y el rescate del sector financiero por el Estado fueron las políticas aplicadas en consenso con Bruselas, dando lugar al austericidio que todavía padecemos y que tan debilitado ha dejado al sistema de protección social, en 2021 se giró en redondo propiciando el gasto a manos llenas como solución milagrera donde todos los males tendrán remedio. Medios de comunicación que entonces aplaudieron a rabiar la escabechina humanitaria que aquellas draconianas medidas infligieron, son ahora encendidos defensores de la <<nueva política>, sin cicatear elogios para la rectificación de la Unión Europea (UE). Como si de un New Deal o un Plan Marshall al por mayor y a lo bestia se tratara, existe acuerdo universal en celebrar que por fin el mundo institucional se haya puesto del lado bueno de la historia.
Todo porque los organismos pertinentes han aprobado partidas multimillonarias para relanzar la economía de los países miembros mediante una batería de créditos blandos y ayudas a fondo perdido. El programa lleva por nombre Next Generatión (traducido, Próxima Generación, como si fuera un ensayo de ingeniería genética) y se presenta como el ungüento de Fierabrás para superar las dificultades presentes y abrazar un radiante porvenir. O sea, que por un inexplicable acto de contrición los malvados que ayer nos procuraron sangre, sudor y lágrimas sin cuento, hoy se han convertido en unos perfectos caballeros dispuestos a sacrificarse para hacer de este mundo un verdadero y cálido hogar. Esa <<lotería>> se cifra en el caso de nuestro país en 140.000 millones de euros, mitad en dinero reembolsable y mitad en ayudas directas afondo perdido, más menos, que se recaudará inflando la deuda o cargando de impuestos a la ciudadanía europea.
Pero esa es la música, que como de costumbre la galaxia informativa convencional se ha encargado de ponderar para que la percepción sustituya a la realidad y la opinión publicada a la pública. Pero la letra no dice eso, y mucho menos la letra pequeña que todo contrato que se precie oculta en el sumidero. Si se analiza con detalle se aprecia que entre 2011 y 2021 no hay mucho positivo que rascar. Las diferencias son más de forma que de fondo, porque todos los caminos del neoliberalismo económico siguen conduciendo al mismo destino manifiesto. Solo que al burdo y ranció hostigamiento de hace una década le va a sustituir un capitalismo verde y digital postmoderno, capaz de alumbrar esa Primera Generación de los tiempos de la <<nueva normalidad>>. Y sin tener que vigilar las espaldas, porque ni hay ni se espera una contestación social que haga peligrar la hazaña mutante del <<antropoceno>> del siglo XXI.
Yanis Varoufakis, el que fuera ministro de Finanzas en Grecia en el gobierno fake de Alexis Tsipras, el economista que en su lúcido Comportase como adultos dejó viva memoria de cómo las gastan los poderosos del planeta para blindar sus intereses, ha sido uno de los primeros en dar la voz de alarma ante la placidez con que se están recibiendo las nuevas recetas de Bruselas. <<No es una nueva crisis. […] La única diferencia es que en 2008 los bancos centrales inyectaron gran cantidad de dinero para salvar a los bancos privados y esa dinero creó un tipo de capitalismo de Estado, un feudalismo de Estado que yo llamo tecnofeudalismo y que consiste en aplicar la austeridad para las masas y a la vez mucho dinero del Estado, es decir, socialismo, para los banqueros y las corporaciones. Y en esto llegó la covid-19. ¿Y qué hicieron los gobiernos? Más de lo mismo: más dinero del Banco Central para el sector financiero y un poco de ayuda a la población para mantenerse, no para empoderar a los que no tienen poder. Así que la pandemia va a ser una extensión y una profundización de lo ocurrido en los últimos 12 años>> (El País, 13 marzo 2020). Añadiendo con la experiencia que se le reconoce sobre el <<golosinado>> Programa Next Generatión: […] el resultado son unos fondos de recuperación que son como fondos estructurales reforzados, y ya sabemos a dónde van a ir, a grandes negocios, a grandes corporaciones, mientras los pequeños negocios, los medianos, los jóvenes y los desempleados no conseguirán nada>.
Es decir, gracias al efecto placebo y anestesiante provocado por la pandemia, los élites económicas y financieras van a tener la oportunidad histórica de modernizar sus empresas dilapidando los recursos públicos así ofertados, sin necesidad de tener que sufragar a su costa las enormes inversiones de adaptación a la <<ultraeconomía>> del 5G y el e-commerce del alto valor añadido. Un capitalismo de Estado de nueva planta que busca su inspiración estratégica en los yacimientos ideológicos de la China de los dos sistemas. En un reciente manifiesto de la Fundación Sustrai Erakuniza se abunda en la misma tesis de Varoufakis desde otra perspectiva. Así, al referirse a la compra de deuda, pública y privada, por parte de Banco Central Europeo (BCE) y el Banco Europeo de Inversiones (BEI), y a la suspensión temporal del Plan de Estabilidad, afirma: << La primera de estas medidas ha servido para aliviar las deudas de las grandes empresas y para continuar enriqueciendo a los bancos (pues continúan siendo los intermediarios de los fondos europeos). La segunda, para hacer frente a los costes salariales de las empresas (objetivo último de los ERTE) a costa de incrementar de forma descontrolada la deuda de los Estados>>. Y sobre el programa de fondos: << Como vemos, los lobbies y élites económicas se organizan para que el denominado “mayor paquete de estímulo jamás financiado” se quede en las mismas manos que nos han llevado a esta sucesión de crisis.
Next Generation EU supone otro paso más de las políticas de una UE siempre al servicio de las grandes corporaciones. Además, se acompaña de una condicionalidad que asegura, en un futuro próximo, que las clases trabajadoras se precarizarán cargando sobre sus espaldas con los costes de este nuevo trasvase de dinero público a manos privadas>>. Para concluir: <<[NG] no es sino un intento más de salvar este sistema a costa de transferir recursos públicos a un sistema gripado, para que el motor no se pare. Es por todo esto que no se entiende cómo muy diversas opciones políticas, desde las más neoliberales hasta algunas de marcado cariz social, se han sumado a estos planes sin apenas crítica, en vez de plantear una reflexión y un compromiso de un cada vez más urgente y valiente cambio de rumbo>> (https://fundacionsustrai.org/next-generation-eu-el-ultimo-plan-para-rescatar-a-las-elites/).
Todo esto tiene su traducción en cifras y hechos que ya están en nuestra agenda diaria. Yendo de lo general a lo particular, en el caso del Estado español se pueden distinguir varias etapas. La primera despegó con ese Decreto-Ley iniciativo del 17 de marzo de 2020 con que el gobierno progresista blindaba a los grandes del Ibex ante posibles opas extracomunitarias tras su desvalorización bursátil, y se propagó con alharacas bajo la especie de <<escudo social>> con la aprobación de los ERTE por causa de fuerza mayor. Un recurso legal que hunde sus raíces en la reforma laboral del PP, que protege a empresas y trabajadores ante emergencias sobrevenidas. Su buena acogida por parte de la CEOE seguramente tiene que ver con el hecho inequitativo de que su eficacia real supone que 3 de cada 4 euros utilizados para sufragarlo son dinero público y de que use la misma vara de medir para compensar a pymes con escaso músculo financiero que a colosales corporaciones que han declarado grandes beneficios en anteriores ejercicios.
Para entonces ya había cuatro empresas que habían sido rescatadas con dinero público a través del Fondo de Apoyo a la Solvencia de Empresas Estratégicas, operativo por la Orden 679/2020, de 23 de julio, aunque haciendo un uso mejorable de la categoría <<estratégicas>>. Las afortunadas hasta la fecha son: Air-Europa, con 450 millones de euros, compañía de aviación multada con 600.000 euros por haber robado datos de sus clientes, lo que no ha sido obstáculo para que presentará un ERTE hasta 2023; Avoris Halcón-Viajes, con 320; Duro Felguera, con 120; y la aerolínea de capital mixto hispano-venezolano Plus Ultra, con 53, una firma <<zombi>> que acumula pérdidas desde su fundación.
Detrás se encuentran otras 26 mercantiles <<estratégicas>> a la espera de que sus peticiones de manguerazo financiero sean atendidas, Mediapro de Roures, entre ellas, con un petición de 300 millones del ala. La siguiente fase tiene asidero en el Real Decreto Ley 36/2020, de 30 de diciembre, por el que se aprueban medidas urgentes para la modernización de la Administración Pública y para la ejecución del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Norma que desarrollaba las pautas de aplicación de los 140.000 millones de los fondos europeos, entre otros supuestos, para <<impulsar la inversión privada y apoyar a las empresas en dificultades>>. Lo que era tanto como declarar abierto el panal de rica miel a la que muchos parásitos pedigüeños se acogieron cuando aún la tinta del BOE no se había secado. De entrada, una veintena de ex ministros y altos cargos del PP y del PSOE crearon sus propias consultoras para intermediar en la recepción de los fondos (Carlos Solchaga, José Blanco o José Manuel Soria) o fueron fichados como conseguidores de postín (Rafael Catalá, Joan Clos o Jordi Sevilla) por otras firmas para hacer lobby ante tan filantrópica Administración. En la actualidad, las grandes empresas han presentado más de 500 proyectos para los fondos NG, por una cuantía económica que alcanza el 212% del dinero destinado a inversiones a fondo perdido. Barra libre.
Tanta diligencia contrasta con el desamparo con que el gobierno progresista ha tratado a los trabajadores más vulnerables, aquellos que quedan al margen del marco de los convenios, especialmente el grupo de los autónomos singles, en el mundo del ocio, los eventos, la restauración, el comercio de proximidad, las tiendas de barrio, y los múltiples <<cuentapropista>> que se articulan entorno a los servicios. Salvo pequeñas partidas intermitentes, este colectivo tuvo que esperar hasta mediados del pasado marzo para que el Ejecutivo dispensara una línea específica de 7.000 millones de euros en ayudas directas.
Un agujero negro del escudo social por cuanto la mayoría de sus integrantes se habían visto forzados al paro desde el momento en que los distintos estados de alarma ordenados por Moncloa conllevaban, en mayor o menor medida, restricción de aforos de los locales y limitación de horarios, cuando no cierre temporal de los establecimientos. Son ya 100.000 los bares y restaurantes que han debido decir adiós definitivamente. Este desembolso de última hora se produce después de que el Banco Central Europeo (BCE) denunciara que España es el país del euro que menos gastó contra la crisis, un 1,3% del PIB frente a una media de los 19 de más del 4%, en su mayoría con gobiernos conservadores y liberales. Portugal, el único con un Ejecutivo de parecida ideología, lleva destinados 9.000 millones a ayudas directas, con una población cuatro veces menor que la española.
Al cumplirse un año de la declaración del primer Estado de Alarma, el eslogan “para que nadie se quede atrás” languidece ante una batería de datos preocupantes. En un entorno de algunas iniciativas positivas desde el punto de vista social, machaconamente celebradas desde la esfera oficial y sus terminales mediáticas, las grandes cifras constatan un sombrío horizonte: 4 millones de parados; el mayor número de jóvenes desempleados de entre 18 y 25 años de toda Europa; 900.000 personas que aún permanecen en ERTE; un aumento exponencial de las <<colas del hambres>> (en 2020 solo la Cruz Roja atendió a 3,5 millones de personas en su banco de alimentos); y una deuda pública que supera los 1,3 billones, dinero traído del futuro que amargará la vida de las próximas generaciones. Junto a eso, entre enero y julio de 2020, las autorizaciones de venta de armas aumentaron un 650%, más que la suma de 2018 y 2019; y nuestro país elevó significativamente su contribución al gasto militar de la OTAN, pasando de 10.820 millones en 2019 a 12.293 millones en 2020.
La <<nueva normalidad>> irrumpe al tiempo que el parlamento, gracias a la decisiva abstención de los 52 diputados de Vox, entrega en exclusiva el control y la gestión de los fondos europeos al Gobierno de coalición de izquierdas, sin atender la recomendación no vinculante del Consejo de Estado, partidario, como ya sucede en el resto de la UE, de que el programa Next Generatión estuviera vinculado a un comité de transparencia independiente (lo despreciaron, como respecto a la gestión de la pandemia). El mismo partido condenado por el multimillonario fraude de los ERE en Andalucía decidirá sobre el destino de 140.000 millones de euros fletados para revertir la crisis sanitaria, económica y social. Con el riesgo implícito, vistos los turbios antecedentes, de alimentar con esos ingentes fondos la mayor red clientelar de la historia al existir una sociedad civil obnubilada en su espíritu crítico por tener en el poder a <<uno de los nuestros>>. A veces las apariencias auto-engañan. Hemos pasado de los brazos abiertos a los migrantes del Aquarios a situarnos en 2020 a la cola de la UE por reconocimiento de asilo. La otra inmunidad de rebaño.
(Nota. Este artículo es una versión revisada del publicado en el número de Abril de Rojo y Negro)