Inicio Opinion Iluminados por el fuego: el rap de la extremaunción ( Por Rafael Cid)

Iluminados por el fuego: el rap de la extremaunción ( Por Rafael Cid)

por Colaboraciones

<<La tolerancia del error es un requisito de la libertad>>

(Lord Acton)

A Pablo Hasél le ha suministrado la extremaunción civil un sistema catatónico con un código penal que considera delito bocinar expresiones contra lo políticamente correcto y su liturgia tradicionalista y de las jons. Por más que a uno le parezca que muchas letras perdonavidas del rapero y su zoquete adulación del genocida Stalin y otros imitadores de su calaña muestran una mentalidad pirómana, nada justifica la embestida del coro de ranas hegemónico para fumigarle.

Franquismo sociológico, con ínfulas de democracia plena. A Fernando Arrabal le procesó la justicia militar (otro oxímoron) por poner en la dedicatoria de uno de sus libros <<me cago en Dios, en la Patria y en todo lo demás>>. Claro que, como buen funambulista de la cuarta pared, el escritor rectificó ante el tribunal diciendo que en realidad se refería al Dios Pan, que con lo de Patria aludía a su gata Patra, y que <<todo lo demás>> era un añadido a beneficio de inventario. En uno y otro caso, un régimen que se defiende mandando a la cárcel a artistas refractarios está proclamando a gritos su complejo de inferioridad. 

Causa estupor la unanimidad con que buena parte de la clase política y la mayoría de los medios han valorado las protestas y movilizaciones en respuesta al encarcelamiento del cantante de hip-hop. Cosa de vándalos, radicales organizados que solo piensan en hacer daño y actos de pillaje, y santas pascuas. A nadie se le ha ocurrido pensar más allá de las consignas de parvulario, y por supuesto ningún comunicador ha puesto en solfa las informaciones de la policía, casi los únicos testimonios que llegan a la opinión pública. A pesar incluso de que haya periodistas, jugando a corresponsales de guerra, retransmitiendo en directo los sucesos. El medio, el mensaje y el mensajero no tienen empacho en señalar a un grupo de vándalos dispuestos a liarla detrás de los disturbios, mientras los esforzados antidisturbios se jugaban el tipo para mantener el orden. Es realmente asombroso ver en las televisiones debatir sobre los acontecimientos sin que en los platós esté presente un solo tertuliano de los indignados para conocer su opinión de primera mano. Algo similar pasó en 2016, cuando un juez condenó a dos años prisión a los miembros de la compañía Títeres desde abajo que actuaban en el carnaval de Madrid, por <<enaltecimiento del terrorismo>> de cachiporra.

Con ese esquema maniqueo y terraplanista quedan pocas dudas de que lo relatado es un espejo fiel de una realidad de parte. Así es si así parece, y lo que no sale en la tele no existe. El hecho de que una manifestante haya perdido un ojo a consecuencia del disparo de una pelota de goma, era solo una nota al margen que, como daño colateral, no merece mayor atención ni desvirtúa la verdad oficial. Que millones de españoles de entre 18 y 25  años ostenten el record de paro de toda la Unión Europea, más del 41%  y superando a la triplemente rescatada Grecia, tampoco supone una circunstancia digna de consideración a la hora de indagar sobre el origen del malestar.  Al fin y al cabo se trata de la misma juventud machaconamente irresponsable que se toma a guasa la pandemia y no para de botellones y fiestas sin guardar la preceptiva distancia social. Visto para sentencia.

Iluminados por el fuego, al criminalizar a bulto la protesta y la disidencia nos hacemos trampas en el solitario, trampantojos habemus. Y cuando la bola de nieve impacta contra la nueva normalidad nos damos de bruces con el cisne negro que nadie vio venir. Ni una sola de las manifestaciones, protestas, concentraciones y movilizaciones habidas en España desde la crisis del 2008, más allá de la escandalera desatada y los innegables destrozos provocados por los más enrabietados, ha terminado con víctimas. Nada que ver con lo que suele ocurrir en momentos de máxima competición con acontecimientos perfectamente integrados en los hábitos de vida y la cultura de mercado. El último causó la muerte del seguidor del Depor Francisco Romero Taboada (Jimmy), en 2014 a manos de hinchas del equipo rival en los alrededores del campo del Atlético de Madrid en la capital. A veces hay gente que tiene razón por motivos equivocados.

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