Si a lo «suyo», se le puede llamar trabajo, el infarto de suyocardio «real» es accidente laboral. Así lo han confirmado «sus bajezas» los mendigos de España.
La demo-gracia monárquica tiene muchas razones para que sufras. «Viva el rey», y al mendigo, que le den. Lo absurdo es bello, y pensar es cansado.
Si como consecuencia del infarto, se tiene la mala suerte de seguir inútil y se vislumbra una separación ficticia entre el amo y el mendigo, los dineros se repartirán de la misma manera que en una hipotética separación real. Todos somos casi iguales ante la ley. Y tú eres ya casi humano.
A los mendigos nos ofrecen desinformación temprana para la prevención de anomalías en la reivindicación. Nos ofrecen una limosna para los «pacientes». Y a los impacientes con un canto en los dientes. Ya se sabe que eres la clase de currela mendigo tonto que se lleva buscando toda la vida. Y siempre agradeces la limosna.
Ser mendigo es el placer por el placer. Si pensases te darías cuenta que este caso es ficticio. Si fuese «real», sería distinto. A ver cuando te das cuenta que a ti no te salen las cuentas. La casa real es lo más importante. Las otras casas son distintas. Como tu caja de cartón.
El rey y el mendigo
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