Nacida en Madrid por causalidad, esta isleña de 34 años se ha criado «con gofio», concretamente en La Orotava, Tenerife, en el considerado municipio más alto del Estado español. Y de ello da fe su amplitud de miras, cultivada en el seno de una familia militante de izquierdas (afín al independentismo y al marxismo) y de sus estudios universitarios en la Universidad de La Laguna, donde se licenció en Historia: «Me enamoré de esa disciplina», afirma.
La música de su infancia fue la canción protesta, pero como hija consciente de su lugar de origen, del precariado, no tardó en hallar las contradicciones entre teoría y práctica, entre razón y emoción. De esta manera, la familia se convirtió en uno de sus «primeros campos de batalla». El machismo, atávico e interiorizado por los suyos, se evidenció cuando dejó de ser una niña: «De pronto ser mujer no valía. Mi primera responsabilidad era tener la casa limpia, y si la casa estaba limpia entonces yo podía sentarme a estudiar. Era algo que me ganaba, mi ocio, mi tiempo libre, mi premio…»
Su entrada en la Universidad le desveló ya en el primer curso que «lo que allí íbamos a ver estaba distorsionado, porque nos iban a hablar sólo de la visión de los hombres dentro de la Historia». Un hecho que despertó su curiosidad y que marcó la carrera investigadora que a día de hoy sigue desarrollando.
El paso por la militancia política en Izquierda Unida le llevó a desencantarse totalmente de ese mundo. Hasta que en 2012, tras sopesarlo largamente, se afilió a la CGT. Trabajaba entonces en el servicio de violencia de género de la isla y había conocido el funcionamiento de las secretarías de la mujer del sindicato a través de las prácticas de un máster en Intersindical Canaria: «Allí estaban algunas de las mujeres que considero mis maestras en el feminismo».
Comenzó en 2013 un máster online en la UJI (Universitat Jaume I de Castelló), fruto del cual es su obra «Luchaban por un mundo nuevo». Ese año asistió a una reunión de mujeres de CGT en Madrid y, tras realizar unos talleres feministas en un segundo encuentro, conoció a su actual pareja y se trasladó a Valencia. En la entrevista que ofrece al Notícia Confederal, Yanira reflexiona sobre feminismo, capitalismo, actualidad y estrategias para la lucha.
¿Te definirías como anarcofeminista? ¿Por qué?
Me encantaría llegar a ser anarcofeminista. La etiqueta de anarquista, no sé si es que la sitúo muy arriba o es que hay que trabajarse todavía muchas cosas para llegar a ser lo que conceptualizamos. Y me cuesta identificarlo al cien por cien en mi vida y en mi praxis. Intento ir por ese camino y supongo que algún día diré que lo he conseguido. Igual que el feminismo obliga a trabajarse muchísimas cosas a nivel personal y a cambiar profundamente en la forma de pensar y de posicionarse, creo que el anarquismo también. Es una escuela de vida y yo estoy por esa senda dando pasitos.
A través de tu labor investigadora reivindicas el espacio que aún no ocupa el feminismo libertario en la historiografía, ¿no es esto una utopía?
Supongo que sí, y si lo es, genial, porque las utopías podemos tocarlas, podemos llegar a realizarlas. Como decía Galeano es lo que nos impulsa a caminar siempre. Y hemos conseguido muchísimas cosas. Lo que me redime con la humanidad es ver que somos capaces de crear utopías y de llegar a ellas, que somos capaces de cambiar las cosas.
No estamos tan fuera de la historiografía académica. Depende de lugares y de contextos. No es lo mismo estudiarlo en las Islas, donde es casi invisible, que aquí. Allí hay trabajos interesantes, pero en los grandes programas académicos no existen.
En cambio en Valencia sí se toma en cuenta y en la facultad hay mucha gente que lo aborda. Lo que me impulsa a trabajarlo es que considero que, como cualquier tema, debe estudiarse desde muchos puntos de vista, especialmente desde el punto de vista de quienes lo entendemos como un arma de lucha. Si no, otras corrientes se pueden apropiar de la historia del anarquismo como objeto de estudio dentro de sus intereses.
Respecto al feminismo libertario, ocurre más o menos lo mismo. Cuando hice el máster en las Islas, el feminismo libertario se nombró cinco minutos en la asignatura de Historia de las Mujeres, tratando la experiencia de Mujeres Libres durante la guerra, citando a Mary Nash… y pasamos a otro tema.
Pero hay estudios de feministas en las Canarias. Uno de ellos es el llevado a cabo por la profesora de pedagogía Teresa González Pérez, que ha estudiado el anarquismo desde el ámbito educativo, las propuestas del movimiento libertario en las Islas, y también el papel de maestras, sobre todo, porque ellas hacen mucha historia de la educación de algunas mujeres del ámbito libertario en el período de la segunda república y lo que fue el inicio de la guerra civil.
Y después hay otra compañera de la CNT, Raquel Pérez Brito, que tiene un trabajo muy interesante sobre las mujeres libertarias. Es decir, que está y existe pero la Universidad no lo recoge.
En cambio aquí, por lo que yo sé, en los estudios del máster sobre género de la Universitat de València sí que se trabaja. Lo hace Ana Aguado, quien dentro de su asignatura aborda el papel de las mujeres libertarias. La diferencia es abismal. Aun así sigue siendo una minoría dentro de la reconstrucción del movimiento feminista, casi siempre se invisibiliza la contribución de las mujeres libertarias. Es algo que se queda en «Proudhon era un machista» y tampoco interesa mostrar los grandes discursos de los que se apropian. Y luego, una cosa es los estudios historiográficos reales y otra cosa es la difusión de la historia en la sociedad. Ahí hay un salto.
Este año se cumple el 80 aniversario de la fundación de Mujeres Libres. ¿Qué sigue siendo válido de la experiencia de aquellas mujeres que simbolizaron el arquetipo de mujer proletaria en un período tan convulso como el de la Guerra civil?
Lo fascinante de Mujeres Libres es su innovación. Su posicionamiento fue algo totalmente excepcional y pionero. Consiguieron generar praxis propias de liberación que recogían una tradición de planteamientos libertarios sobre el papel de la mujer en la revolución.
Siempre lo digo, muchas de las reivindicaciones que hace el feminismo de masas en la historiografía tradicional, que empiezan a plantear en los años 60 en el ámbito anglosajón y en la lucha de los derechos civiles, el cuerpo de las mujeres como un territorio de lucha, los derechos sexuales y reproductivos, la traición de género que hacen los compañeros de clase de la que se hacen eco las teóricas del sistema dual que tiene que ver con el marxismo estadounidense y europeo… todo eso ya lo trataron estas mujeres en los años treinta. En el discurso de Lucía Sánchez Saornil ella ya está diciendo a los compañeros que han traicionado a las mujeres cuando miran hacia otro lado en el sistema de condiciones laborales que éstas tienen que soportar.
Después, los planteamientos en cuanto a la importancia del cuerpo, a la idea de las maternidades, que eso se está escuchando ahora, el tema de las maternidades conscientes, de cómo empoderar en ese proceso a las mujeres, lo de la lactancia, esa vuelta a darle sentido, ellas lo estaban manteniendo en los años treinta, incluso antes. Yo por lo menos no he encontrado otros movimientos de esa época que los tuviera.
Esos discursos son muy interesantes, y se podrían recuperar pero teniendo en cuenta que estamos en otro contexto y que no tenemos nada que ver con su entorno inmediato. En su discurso estaba muy presente que ellas eran proletarias, ellas lo tenían muy claro. Hoy en día, lo que podemos entender como clase trabajadora no se considera a sí misma como tal, y es una de las cosas que ha conseguido el capitalismo, y lo ha hecho muy bien. Tendríamos que empezar quizás, para movilizar a esas masas tan complejas de gente que viven en la discriminación continua de este sistema, por elaborar nuevos conceptos que les identifiquen más. Como cuando se habla del precariado, no hablar del proletariado, sino de las condiciones precarias que puedes tener en tu existencia. Pero eso es parte de nuestra lucha actual. Ellas lo tenían más claro porque el enemigo era mucho más fácil de distinguir y era más fácil posicionarse frente a él. Por un lado porque tenían muy claro que eran trabajadoras, lo marcaba la sociedad continuamente, no cabía dudas, y eso permitía crear esa solidaridad horizontal: la lucha de una era la lucha de todas. Hoy en día hay muchas luchas, se ha individualizado mucho, entonces es más difícil. Las mujeres de hoy en día tenemos que ver cómo hacerlo, nuestro contexto nos exige buscar lugares comunes, para trazar alianzas y poder enfrentarnos al mismo enemigo. Al fin y al cabo es una cuestión de perspectiva, pero el enemigo no ha cambiado. El problema es que todas seamos capaces de identificarlo, en sus distintas formas y poniéndole la etiqueta que le pongamos. El capitalismo lo ha hecho muy bien: se ha dispersado y nos lo hemos creído.
Ante el avance del feminismo y la recomposición del capitalismo como sistema económico, el discurso oficial ha optado por asimilar la lucha de las mujeres. ¿Puedes trazar a grandes rasgos los mecanismos de este engaño y establecer los puntos sobre los que nunca convergerán el feminismo burgués y el feminismo de las trabajadoras?
Tenemos la «suerte» de presenciar la unión perfecta de dos sistemas que son adaptativos, y ahora con el tema de los derechos de las mujeres han puesto las dos máquinas a trabajar contra ese enemigo común: ellos tienen muy claro de dónde vienen los peligros.
Por un lado, el patriarcado. Es muy difícil situar su origen preciso pero es un sistema que viene de muy atrás y que ha sobrevivido y nutrido diversos sistemas de organización social y de organización económica. Entonces sabe cómo cambiar perfectamente, ante un avance de los derechos de las mujeres ha habido una reacción del patriarcado. Y siempre lo ha hecho muy bien: ha utilizado la ciencia, la política… todos los mecanismos, como dice Susan Faludi, que ha podido en su propio beneficio. Y se ha casado, afirmaban en los años sesenta algunas teóricas, con el capitalismo que es otro sistema que sabe muy bien nutrirse de sus propias crisis y salir siempre reforzado.
Ahora estamos viendo que ellos tienen muy claro cómo tienen que neutralizar el feminismo. Y una de las formas es reapropiarse de nuestro discurso, lo hicieron con movimientos de izquierda o incluso con el concepto de revolución. Ahora nos toca a nosotras, que cojan nuestras luchas y que intenten venderlas vacías de significado. Hemos de estar preparadas para eso. El punto insalvable entre el feminismo burgués y el de las trabajadoras es que ellas pueden llegar a asumir determinados pactos porque les sean favorables dentro de sus intereses de clase porque los tienen y es legítimo, pero no son suficientes para nosotras. Al trazar estrategias y llegar a puntos comunes con otros colectivos de mujeres, tenemos que entender eso.
El peligro es que nos dejemos llevar sólo por ese tipo de feminismo, hay que apoyarlo en las demandas que sean justas, para toda la humanidad y para todas las mujeres. Pero igual que entendemos que colectivos completos como las mujeres gitanas, o las mujeres negras o trans, tienen sus propias experiencias de lucha o sus propias demandas, las mujeres burguesas también lo hacen, ellas tienen también su propia traición de clase. No hay que ser tampoco tan cínicas, hay que hacer pactos honrados con ellas sabiendo los abismos que hay entre nosotras. Es lo único que podemos hacer frente a esos avances, y por supuesto huir de reproducir los eslóganes que nos quiera vender el capitalismo sabiendo que nos van a querer utilizar y desvirtuar. Como el reparto de tareas, la idea de las cuotas de poder, la participación política en el propio juego, yo las entiendo y las apoyaré en una parte. Una mujer feminista es interesante tenerla en cualquier ámbito, pero eso no significa que sea ilusa y no entienda que ella va a responder a sus intereses de clase. ¿Por qué es preferible una mujer feminista a cualquier otra persona en un ámbito de poder? Porque va a ser permeable a determinadas demandas que nos pueden interesar, pero eso no va a significar que vaya a hacer una política en contra de sus intereses, para nada, ella va a responder a su partido y a sus intereses concretos, pero por lo menos nos puede asegurar, por ejemplo, un acceso gratuito al aborto. Lo importante es saber que es una cuestión de estrategia y digno, pero no es nuestro fin. A nosotras no nos puede frenar, herir, ni desalentar ese feminismo. Igual que tenemos que hacer pactos de clase con nuestros compañeros hombres, porque sufren las condiciones del precariado pero nos están dando mucha caña en otros aspectos, hemos de establecer sinergias de lucha y de reconciliación continua para poder tener nuestros objetivos. Pues con ellas es lo mismo. Debemos compartir puntos de lucha pero sin perder nuestros propios principios y nuestros propios programas.
¿Es posible construir un mundo nuevo sin destruir el viejo?
En caso de una gran hecatombe zombi igual podríamos, si sólo se salvaran mentes puras (risas)… pero creo que no. Todo cambio en la humanidad viene de un proceso en el que arrastramos cosas del pasado. Pero eso también es lo que nos identifica, nuestro contexto histórico nos permite soñar con esas utopías y darles sentido y el poder caminar hacia ellas es lo que va construyendo sociedades un poco más justas por lo menos.
La realidad de los movimientos sociales es la de creciente fragmentación, ¿qué hacer para no caer en una vorágine reforzada, por ejemplo, a través de las redes sociales y otros factores de poder…?
Es complejo. Creo que es importante mantener cualquier lucha en cualquier espacio, eso es lo que marca las diferencias. Por ejemplo, compañeros que en la docencia están solos y aislados del mundo intentando darles a los pibes otra visión de la sociedad, con que lleguen y cambien a uno eso ya es un éxito rotundo. Aunque sí tenemos que esforzarnos por salir del aislamiento.
Frente a las posibilidades que da el entorno virtual que está muy bien y que hay que aprovechar también, tenemos que cuidar los entornos más primitivos que poseemos que es el encuentro cercano con nuestros iguales, es necesario entender la fuerza que tiene.
Cuando hablan de las huelgas como un instrumento del pasado para cambiar y que ahora todo tendría que ser un ataque tecnológico… pienso que sería genial que por un lado hubiera ataques tecnológicos contra el capitalismo -estoy dispuesta a quedarme sin internet toda la vida- pero da mucho miedo al sistema cuando hay mucha gente con esperanzas juntas y cuidándose. Es lo más cercano que tenemos como seres vivos y es nuestra fuerza más revolucionaria, que seamos capaces de generar redes de cuidados y de entendimiento, porque eso es lo que hace que el ser humano sea indestructible. Un ser humano aislado es muy fácil de borrar, y de hecho, casi toda nuestra sociedad actual se basa en bombardearnos para que asumamos las posturas individualistas. Y las posturas comunes y las redes tienen su lado perverso, cierto, pero también son las que nos hacen tan fuertes. Nos hacen ir más allá de nosotras mismas y eso es un peligro muy grande.
La estrategia común para el feminismo sería pues establecer redes feministas de mujeres múltiples y diversas como somos, basadas en esos puntos comunes que tenemos: la lucha contra la violencia de género, contra la trata… No meternos en otros debates que nos dispersen. La prostitución no vamos a decir si legal o no, vamos a ir contra la trata, porque ahí estamos de acuerdo todas, y a favor de unas condiciones dignas de vida para las mujeres que libremente se prostituyan. Es quitar del debate las cosas que nos separan, que tampoco es tan difícil.
Temas como la maternidad subrogada y la prostitución generan agrios debates en las organizaciones feministas. Desde la perspectiva que genera ser historiadora e investigadora ¿cómo te posicionas aquí y ahora?
A nivel personal son temas que para mí son muy difíciles. Las mujeres que se han prostituido o que se dedican a la prostitución, y yo he conocido, no me han transmitido la idea de que eso sea la panacea.
Pero claro, cuanto más empoderadas estén las mujeres, mejor. No se puede cuestionar su herramienta de empoderamiento, la de apropiarse de su sexualidad y de su cuerpo. Eso lo tengo que apoyar, otra cosa es que me agrade la prostitución, algo que como historiadora rechazo. Teóricamente, desde ese punto de vista, estoy en contra de la prostitución como estoy en contra del matrimonio, y yo misma estoy casada. Si yo tengo mis contradicciones entiendo que otras mujeres las tengan, igual que estoy en contra del trabajo remunerado, del trabajo que sea, porque queremos abolir todo eso. Entraríamos así en otras cuestiones, pero igual que planteamos luchas para que los trabajadores y las trabajadoras asalariadas tengan mejores condiciones de vida aquí y ahora, también entiendo que las mujeres que estén en condición de vivir de la prostitución libremente tengan las mismas condiciones que el resto de trabajadores, por supuesto. Enfrentarnos es hacernos eco de debates que lo que pretenden es dividirnos.
No hay que caer en la amplificación de las cuestiones más absurdas que podamos tener los seres humanos, como ocurrió con el linchamiento de algunas mujeres como Amarna Miller quien hace poco habló de su profesión como actriz porno. Una cosa es que a mí me guste su trabajo, puede haber muchos trabajos que no me gusten, pero para que haya otras reflexiones siempre voy a agradecer que sea la reflexión de una mujer feminista. Además, yo escuché toda su entrevista sobre los mitos del porno y plantea cosas muy interesantes. Creo que también es escandaloso que no tengan condiciones laborales dignas los actores y las actrices porno. Y no nos hacemos eco de sus reivindicaciones. Estamos haciéndonos eco de si ella dijo que a veces no disfrutaba o no tenía ganas de hacer su trabajo y eso reproducía la cultura de la violación… que puede ser, no lo voy a negar, pero lo otro también es importante y no se está difundiendo. Para mí, estos debates están enfangando mucho las reivindicaciones de las mujeres. Yo no diré que ella no es feminista, si es una compañera feminista prefiero que esté ahí: donde estemos las mujeres con un discurso así vamos a lograr muchas más cosas que mujeres que asuman el statu quo sin cuestionárselo. Si se es capaz de generar cambios en el lugar en el que están, me parece absolutamente admirable.
Lo del comprar la capacidad reproductiva de las mujeres… Pues depende de cómo se quiera hacer, de qué cuerpos se vayan a comprar… si se trata de mujeres que viven en una miseria absoluta y están siendo explotadas por un capitalismo neoliberal que ya no tiene límites éticos con nada, o estamos hablando realmente del derecho reproductivo de familias que no tienen medios para tener descendencia… ¿Dónde se pondría el debate? Pues yo creo que el debate sería lo más inmediato. Por un lado, por qué existe y aumenta esa pobreza atroz de gran parte de las mujeres del planeta que se ven forzadas a vender su útero; y por otro, porque hay muchas personas, sobre todo del ámbito LGTB, que tienen que recurrir a este tipo de prácticas al no poder recurrir a otras maneras de tener su propia familia. Entonces, ¿cuáles serían las prácticas menos agresivas para el conjunto de la humanidad? ¿Se les reconocen a las familias LGTBIQ el derecho a adoptar a menores en las mismas condiciones que a las familias hetero? ¿O que se está negando a mujeres que quieren ser madres y a parejas de lesbianas en el Estado español que tengan derecho a la reproducción asistida?
Hay que situar los debates sabiendo cuáles son los temas de fondo que nos están llevando a plantear determinadas cosas y ver si la prioridad es el tema que se plantea o son otros los que están quedando detrás.
Lo que se está intentando es dividir y cansar al movimiento feminista planteando debates que ya tendrían que estar solucionados. Lo mismo que retomar el tema del aborto. Esa fue una estrategia para debilitar. O los derechos de las personas LGTB. Si permitimos que se casen pero les vamos a quitar la posibilidad de tener su descendencia; e incluso de trabar el reconocimiento a familias que ya están creadas como tales. Es kafkiano, ¿pero qué se intenta? Cambiar, vaciar, aburrir a la gente, y que se quede más tranquila en su casa viendo la tele. En eso las feministas no tenemos que caer, no hemos de enfrentarnos.
Me pasa muchas veces que una corriente me considera abolicionista y totalmente carca, y después dentro de la otra corriente me consideran una loca pro sexo y que apoya a las mafias que trafican con seres humanos para satisfacer los deseos del machismo más espeluznante. No sabes muy bien dónde situarte y no es tan difícil. Sólo hay que preguntarse qué queremos. Y la respuesta es que todas las mujeres vivamos libres y bien, esto es lo primero en el movimiento feminista. Entonces, vamos a lograrlo, y después ya, aquellas que creamos que el sexo tiene que ser tan libre como las personas, pues seguiremos nuestra lucha por otro sendero. Y las que no estén contentas con eso, pues se dedicarán a otras luchas. Y como el enemigo es tan confuso, tan grande y tiene tentáculos tan potentes en tantos ambientes, cuantas más estrategias dispersas y diversas generemos en nuestra existencia, estaremos ganando. No voy a criticar nunca la estrategia de una mujer para salir de su opresión aunque no la comparta: si veo que su ataque puede ser interesante frente al heteropatriarcado capitalista, la tendré que apoyar, aunque no tenga que ver con el mío. Esa es mi reflexión.
¿Por qué consideras la CGT una herramienta útil para la lucha contra el sistema de explotación heteropatriarcal?
Como trabajadora vi que era una organización que podía adaptarse a la problemática que tenía en el ámbito laboral. Porque soy una trabajadora y como tal soy vulnerable, y entiendo la importancia que tiene un respaldo sindical. No es un elemento que se haya quedado obsoleto, creo que todavía es importante, que tiene mucho que ver con cómo siguen organizados los seres humanos. Y CGT da respuesta a eso.
También porque cuando entré, tuve la oportunidad de conocer los grupos de mujeres y supuso encontrar a compañeras maravillosas que dentro del sindicato hacen un trabajo brillante. Muchas veces no voy a estar de acuerdo con todas las compañeras, es cierto, puedo tener conflictos muy grandes con ellas, pero su labor es, para mí, impresionante y maravillosa. Y que haya mujeres que durante mucho tiempo sigan en este sindicato con estas luchas, yo me quito el sombrero ante todas ellas.
Conocerlas fue enamorarme también de las posibilidades que tiene luchar dentro de la CGT. Y me anima mucho, muchas de ellas son las que consiguen que yo mantenga mi carnet. Al igual que algunos compañeros. Se conoce gente muy interesante dentro del sindicato, gente que, pese a muchísimas cosas y una trayectoria brutal, ahí se mantienen con coherencia, humildad, con esos cuestionamientos éticos que tanta falta nos hace…
Respeto que haya muchos compañeros y compañeras que lo encuentren en otros colectivos. Me entusiamo cuando comparto momentos de encuentro con las gentes de la CNT, y me fascina que haya tantísima capacidad de generar grupos libertarios que no tengan que ver con los sindicatos, como Juventudes libertarias, grupos autónomos de mujeres, ateneos… creo que es una de las grandezas del movimiento libertario, generar estrategias muy diversas con unas mismas motivaciones e ideas. Me gusta sentirme parte de eso.
¿Quieres añadir alguna cosa más?
Que muchísimas gracias.