NaguaEmpieza sorprender la benevolencia con que el nacionalismo, en todas sus vertientes, ha acogido la irrupción de Podemos en Euskadi. Para ser un partido que ya pisa los talones al PNV y amenaza con desplazar a EH Bildu/Sortu del segundo puesto, no deja de ser extraña esa receptividad que le muestran los supuestos  damnificados; como si quienes debieran parecer inquietos se inquietaran muy poco y la “vieja casta” de aquí hubiera descubierto con alivio que los nuevos actores políticos son en realidad “de los suyos”.

Tal vez con pecadillos y apresuramientos de juventud, pero con buenos mimbres para reforzar el cesto nacional. De ahí que los guardianes legítimos de la Casa del Padre se hayan apresurado a ejecutar su danza de los siete velos para seducir a los recién llegados.

Y para irlos educando en lo políticamente correcto. Cada uno en su estilo, claro. Arnaldo Otegi, en el Velódromo de Anoeta, explicando a los novatos de qué va a esto de la España plurinacional, cuando invitaba a la formación morada a seguir la estela de Cataluña y hacerle desde Euskadi, junto a los independentistas, un nuevo roto al Estado español. Iñigo Urkullu, con mayor sobriedad y menos estruendo de zanpantzar,  dando su bendición a los emergentes de Iglesias por compartir el derecho a decidir de los vascos.

Una doble pedagogía muy oportuna, teniendo en cuenta lo mal que, hasta el momento, los de Pablo Iglesias manejan la plurinacionalidad dentro de su partido; y lo necesario que es dejar clara la importancia de seguir insistiendo en nuestro derecho irrenunciable a formar una nación como Aitor manda: el sólido cimiento de esa “agenda vasca” en la que insiste el PNV y por la que en este país, como es bien sabido, suspiran personas dependientes, desempleados, trabajadores sin convenio, ciudadanos en situaciones de marginación y de pobreza crecientes y seguramente hasta los operarios de  la ACB, que están viendo en cosas como la bilateralidad entre Euskadi y el Estado la tabla de salvación para salir de su precaria situación laboral.

De ahí que nuestros partidos-guía se hayan apresurado a dar la bienvenida al club a esos recién llegados que, nada más aparecer, les han comprado sus presupuestos básicos. Son todavía inexpertos, es verdad. Pero también chicos majos y muy bien dispuestos a secundar la auténtica causa vasca. Se les puede por ello perdonar la travesura de pretender gobernar, en lugar de “los de aquí de toda la vida”, pero ya irán aprendiendo con un poco de orientación necesaria. Ya es sabido que la impaciencia juvenil tarda en comprender que ni se tomó Zamora en una hora ni se domina al primer intento lo que otros ya tienen inventado desde hace unos buenos años para mantenerse en el poder, y con éxito notable, por lo que se está viendo.

No es de extrañar por eso que, con buen criterio, el nacionalismo haya empezado a tomarle las medidas al nuevo partido; más que nada para ajustarle un traje que posiblemente le quede todavía un poco grande y no se adapte del todo a ese aire abertzale tan propio de este país. Y poner a toda potencia la aspiradora del derecho a decidir es el mejor método para limpiar a la nueva izquierda de adherencias extrañas. Y, de paso, para seguir mandando en la Casa del Padre, que siempre funcionará mejor si sigue en manos de su verdadero dueño. Porque, si no, luego vienen los intrusos que te cambian los muebles y lo dejan todo manga por hombro; algo que ya ocurrió cuando los socialistas usurparon el Gobierno al PNV. ¡Con el mayor descaro y habiéndose creído con el mismo derecho a gobernar este país!

http://www.eldiario.es/norte/vientodelnorte/Podemos-seduccion-nacionalista_6_497710244.html

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