Ante el chantaje del cierre de la planta de Zumárraga, el Gobierno Vasco, propone inyectar dinero público, para lo cual pretende recabar el respaldo de la Diputación de Gipuzkoa, los ayuntamientos de la zona y los trabajadores de la planta, para que se acometan “determinadas inversiones” para mejorar los costes y competitividad.
Otra política industrial es posible. Los subsidios al capital son parte de la política neoliberal de competición global. Los gobiernos usan los subsidios para tratar de hacer más competitivo su país o su región, de cara a la inversión extranjera y atraer empresas de otras partes del país.
La política de los subsidios, solamente beneficia a los capitalistas, en este caso al mayor capitalista del acero del mundo, que precisamente no es vasco. Además hay que tener en cuenta los efectos en recortes de gasto público. No hay evidencias que demuestren que los subsidios fomenten el crecimiento o los niveles de vida.
Este sistema es un cómodo arreglo para transferir renta de las personas trabajadoras y ciudadanos a las corporaciones y los receptores de rentas del capital. Además se está compitiendo a la baja en los tipos impositivos de las empresas, y así resulta que el capital paga mucho menos impuestos que el trabajo.
Por donde se mire, se encuentran subsidios al capital. Nunca el capital ha exhibido semejante dependencia de los gobiernos. Nunca antes se han postrado tanto los gobiernos ante el capital.
Las empresas y los capitalistas financian a los partidos. Cuando éstos están en el poder subsidian a las empresas y después los políticos entran en los consejos de administración tras su paso por la política (las puertas giratorias).
El capitalismo en los países de la OCDE no puede existir sin subsidios. El sistema del bienestar de las empresas es dependiente de los estados. Es regresivo, distorsiona los mercados y alienta la ineficacia.
