Ada ColauCon su actitud, Ada Colau se ha ganado el aplauso de la retrógrada patronal catalana, que ve como una de las referencias políticas del nuevo municipalismo hace suyo el discurso de la burguesía urbana.

La huelga de los trabajadores del Metro de Barcelona supone la primera ruptura de un sector de las capas populares y trabajadoras con uno de los mayores exponentes de los “ayuntamientos del cambio” como es la Alcaldesa de Barcelona Ada Colau.

Sorprende la beligerancia de la Alcaldesa respecto de la huelga del Metro, en un momento en el que la defensa del derecho a la huelga se ha convertido -en palabras del veterano sindicalista catalán López Bulla-, en la verdadera “piedra de toque” de la actual coyuntura política y social.

Lo más grave de la situación ha sido el especial papel protagonista, que por voluntad propia, ha tenido Ada Colau, no tanto en un cuestionamiento al derecho general y abstracto de los trabajadores a la huelga, sino en algo peor, en desacreditar el conflicto concreto haciendo uso de su capital político como referente del “cambio” en nuestro país. Actitud que tenía un objetivo definido y que no era otro que el de presionar al colectivo laboral para que desconvocase la huelga.

Lo fundamental en este conflicto no se encuentra tanto en la existencia de un choque de intereses entre la gestión institucional y el ejercicio del conflicto por parte de los sindicatos, sino que manifiesta un problema de fondo, que no es otro, que la incapacidad de la nueva izquierda en comprender los conflictos provenientes del mundo del trabajo.

El conflicto abierto entre los trabajadores del Metro de Barcelona y Ada Colau es una de las primeras expresiones del agotamiento del pensamiento posmoderno en su capacidad para comprender la realidad de la sociedad española actual. La España surgida de la crisis es la de una sociedad basada en un conflicto de nuevo tipo, entre unas clases dominantes que tienen en la precariedad su paradigma de dominación social, y un nuevo asalariado urbano que ejerce un tipo de conflicto social que ya no es el del obrero industrial o el del joven profesional mileurista, figuras predominantes en el imaginario de la “nueva y vieja izquierda” española.

La nueva realidad laboral y el conflicto que de ella surge desborda a una Ada Colau que se queda sin referentes políticos y teóricos con los que responder, lo que la obliga a llenar ese vacío con la ideología realmente hegemónica, que no es otra que la empresarial, que siempre verá toda huelga “desproporcionada”, propia de un “sindicalismo corporativo” expresión de unos trabajadores privilegiados con salarios elevados.

Con su actitud, Ada Colau se ha ganado el aplauso de la retrógrada patronal catalana, que ve como una de las referencias políticas del nuevo municipalismo hace suyo el discurso de la burguesía urbana que no es otro que la defensa de la “Marca Barcelona”, que no es otra, que la imagen construida por la nueva empresa global que tan bien expresa el Mobile Wold Congress.

La irrupción del nuevo asalariado urbano pone a la izquierda ante el reto político y teórico de pensar la nueva realidad pos crisis y superar su ya envejecido marco posmoderno, ante la evidencia de que Coca Cola en Lucha, Airbus, Correscales o la Huelga del Metro del Barcelona suponen el regreso de la “cuestión obrera” bajo nuevas formas.

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