VOTAR O NO VOTARLos tiempos cíclicos se caracteriza por eso: ser cíclicos. Una parte importante de la política en los países en los que funciona con cierto rigor la democracia representativa se rige por ciclos: el período entre elecciones es un ciclo que marca y condiciona la actividad política. A poco que nos tomemos en serio la política, la profesional y la más general, la que hace referencia a los asuntos que a todos competen, es una exigencia elemental plantearse críticamente la convocatoria electoral y la primera pregunta radical es averiguar si participamos o nos abstenemos.

No conviene dar por supuestas ninguna opción, mucho menos en países como el nuestro en los que votar es un derecho no un deber. Derecho conquistado y ejercido, no regalado o concedido.

Desde una perspectiva libertaria, es muy posible pensar que la cuestión ya está zanjada desde los orígenes del anarquismo contemporáneo. Existen sin duda razones importantes para pensar así puesto que la crítica anarquista contra la democracia parlamentaria representativa ha sido y sigue siendo radical. Aunque quizá no sea necesario reproducir de nuevo esos argumentos, es bueno recordarlos.

Por un lado, la crítica insiste en el papel que las elecciones desempeñan en la legitimación de un modelo de organización política en el que predomina la dominación porque está intrínsecamente controlado por las élites extractivas, que ponen todo el aparato institucional al servicio de sus intereses. Esas instituciones están condicionadas por una lógica interna de funcionamiento que hace completamente imposible modificarlas desde dentro y ponerlas al servicio de la ciudadanía, una práctica que legitimaría realmente las elecciones. Nada de votar, por tanto.

Por otro lado —siguiendo las reflexiones que Uri Gordon en un libro recientemente publicado por la LaMalatesta, Anarchy alive— la oposición a participar tiene un fundamento más contundente; esta autor mantiene que el anarquismo no es en absoluto una forma radical de democracia, o una propuesta que, como yo mismo suelo mantener, se toma la democracia en serio, sino algo que va más allá, que plantea la vida política en otro marco de referencia. Dicho de otro modo: todo lo que tiene que ver con la demo-cracia no nos compete, no es nuestro tema, precisamente porque nosotros proponemos la a-cracia.

Pues bien, sin dejar de lado estas dos ideas básicas que efectivamente forman parte de nuestras señas de identidad avaladas por siglos de práctica política, el asunto no está del todo resuelto, puesto que toca abordar el tema concreto del aquí y el ahora. No hacerlo así, no reflexionar críticamente sobre este asunto, podría distorsionar el modelo anarquista y convertirlo en un dogma petrificado, contrario totalmente al ejercicio libre de la reflexión.

Si nos centramos por tanto en nuestra específica circunstancia espacio-temporal, el asunto requiere una reflexión específica motivada, desde mi punto de vista, por dos hechos de indiscutible calado. El primero es la aparición de una propuesta política parcialmente novedosa que pretende recoger el talante asambleario del 15-M, movimiento en el que participaron activamente muchas personas libertarias. El segundo es la gestión de la crisis realizada por el gobierno del Partido Popular en los cuatro años de su mayoría absoluta.

Como se podrá leer en breve en el número 82 de la revista publicada por la CGT, Libre Pensamiento, con un monográfico dedicado a la participación política, la aparición de Podemos y de plataformas como Guanyem ha abierto una posibilidad en el sentido de proporcionar a algunas personas la expectativa de que es posible introducirse en las instituciones y cambiarlas desde dentro, incorporando a ellas prácticas de actuación política más próximas a postulados libertarios, sobre todo reforzando la deliberación y la participación, lo que nos acercaría a una democracia directa. Hay quienes defienden, por tanto, que estamos en unas circunstancias especiales que aconsejan votar a esas propuestas. La experiencia de la CUP ya ha sido un paso en esa dirección como también lo son diferentes experiencias de municipalismo libertario, más pertinentes incluso por estamos ante unas elecciones municipales. Otros, muy al contrario, consideran que no tiene sentido entrar en estas instituciones. Por coherencia libertaria, mejor es seguir potenciando la acción directa, la lucha en las calles y en los barrios, en los centros de trabajo, en plataformas ecologistas o feministas…, pues es ahí donde realmente se pueden prefigurar modelos de acción y de vida coherentes con el enfoque libertario, preservando vivo lo mejor del 15-M. Es más, Podemos, muy marcada por la militancia de algunas de las personas que ocupan posiciones de liderazgo, está lejos del movimiento libertario, como ya lo estaba Izquierda Anticapitalista. Aconsejan quienes esto opinan mantener la abstención.

Ahora bien, queda el tema de reflexionar sobre la presencia del PP en el poder, con mayorías absolutas en casi todas las instancias durante los cuatro últimos años. Desde este punto de vista, no se puede negar que las elecciones son eficaces, al menos en la medida en que permiten castigar a quienes con sus políticas han generado males, irreversibles a corto y medio plazo, sin olvidar el daño que ya han ocasionado. Dada mi condición de madrileño, que lleva sufriendo gobiernos del PP en la Comunidad y el Ayuntamiento desde hace ya algo más de dos décadas, considero que votar puede ser eficaz como maniobra de castigo. Mucho más cuando en el caso de mi Ayuntamiento se presenta una persona que ejemplifica el lado más negativo del PP y que ha guardado estrecha relación con la pléyade de políticos corruptos de su partido. No tengo muchas dudas y voy a votar, si bien por el momento mi único criterio es votar a quien pueda garantizar mejor que el PP no gobierne.

Como bien sabéis, en la historia del movimiento libertario tenemos ejemplos de las tres posiciones: quienes entraron en las instituciones (como Fanelli o Pestaña), quienes nunca participaron (son muchos), quienes votaron para conseguir algo concreto (como los libertarios que sin duda votaron en febrero de 1936).

Conclusión: yo voy a votar para castigar. Lo que tú hagas depende de tu libre decisión. Faltaría más.

Félix García Moriyón

 

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