Los pequeños gestos dados por el actual gobierno en defensa de la escuela pública —respondidos por la derecha y la ultraderecha con su habitual histerismo— no enmascaran la auténtica realidad: el proceso de privatización encubierta de la escuela pública.
Como sucedió en el pasado con la colonización europea y su defensa fundamentalista del «progreso», ya no se trata únicamente de tomar a la fuerza los espacios a colonizar, sino de someterlos a la lógica económica dominante, en este caso transfigurada en el rostro depredador de las grandes tecnológicas y el supuesto «progreso» que lo tecnológico añade, casi mágicamente, a todo proceso cultural y educativo.
Como CGT ha denunciado ya, la lógica tecnocrática y neoliberal ha buscado consolidarse en la escuela a través de la «colonización» de su espacio virtual mediante la estandarización de plataformas educativas como Google Classroom —con un éxito animado por la mismísima Ministra de Educación. En los últimos meses, un nuevo envite, en este caso de la mano de Amazon, pretende también no sólo extraer del espacio público pingües beneficios, sino también engordar las bases de datos del gigante tecnológico, indispensables para la construcción del totalitarismo consumista —de productos pero también de «políticas»— hacia el que nos dirigimos (si no nos hemos instalado ya en él).
Las alarmas se han disparado en la escuela pública española a raíz de la puesta en marcha por parte de la empresa de Jeff Bezos de la campaña «Un click para el cole», a través de la cual él o la consumidora registrada podía «donar» un 2’5% del valor de sus compras al centro público de su elección. Dinero que, obviamente, dicha escuela debería utilizar para comprar en la propia Amazon convirtiéndose, así, en cliente de la misma. Una campaña que, incluso, ha llevado a algunos centros a «sugerir» a las familias que hagan sus compras a través del gigante tecnológico.
Recientemente, los departamentos de educación de varias comunidades, como La Rioja o Navarra, han prohibido a los centros de su comunidad participar en dicha campaña. Un rechazo a Amazon que, más allá de nuestras fronteras y del ámbito propiamente escolar, ha encontrado otras voces, especialmente en Francia, como la de su Ministra de Cultura, o las de los más de 100 políticos, sindicalistas y colectivos de este país que firmaron un manifiesto por una Navidad sin Amazon. Asimismo, hace pocos días, un grupo de más de 400 diputados y diputadas de 34 países enviaban una carta a Jeff Bezos en apoyo a la campaña «Make Amazon Pay» que denuncia, entre otras cuestiones, las prácticas de ingeniería fiscal que usa dicha empresa para evitar pagar impuestos proporcionales a sus pantagruélicos beneficios.
A lo largo de los meses de pandemia, Jeff Bezos ha ampliado su fortuna en 90.000 millones de dólares, alcanzando un total de 200.000 dólares. Tales ganancias están suponiendo la destrucción del comercio local y del tejido económico de los barrios. “Se lo digo de verdad a los parisinos y parisinas: no compren en Amazon. Amazon es la muerte de nuestras librerías y de nuestra vida de barrio”, declaraba a principios de diciembre la alcaldesa de París, Anne Hidalgo.
La vergonzante lógica extractiva del capital propio del neoliberalismo no solo se ha realizado gracias a la «eliminación de la competencia», sino también de la vulneración de los derechos laborales de sus empleados y empleadas —maquillada por su campaña publicitaria en televisión— e, incluso, a través del espionaje de sindicalistas y grupos de trabajadores en sus almacenes europeos. Unas prácticas que, más concretamente, utilizó en Catalunya durante la huelga de centros logísticos y transportistas del 30 de octubre de 2019 en su centro de El Prat de Llobregat en Catalunya.
La negativa a hacer uso de Amazon no solo se ha convertido en una cuestión moral y política, sino también de supervivencia. Además de las consecuencias medioambientales que el modelo de negocio de Amazon supone, la destrucción del tejido económico de los barrios en donde se sitúan las escuelas públicas tendrá —ya lo está haciendo— consecuencias sociales devastadoras que, más pronto que tarde, alcanzarán a las propias escuelas de dichos barrios. El proceso de degradación de la escuela pública encuentra en Amazon y su modelo de consumo, por tanto, un nuevo aliado de las elites.
Ante la situación descrita, CGT Enseñanza exige a la Consejería de Educación que tome el camino de otras comunidades y prohíba la participación de los centros públicos de la comunidad en la campaña «Un click para el cole». Igualmente, los centros que ya se hayan adherido a dicha campaña deberían darse de baja de la misma.
Tal es la petición que realizará próximamente CGT en la Junta de Personal Docente no universitario y a la que esperamos que tanto el resto de sindicatos que forman parte de dicha mesa como la administración respondan positivamente. La defensa no solo de la escuela pública, sino también del propio tejido económico aragonés y de sus pobladores no admiten otra posibilidad.