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Hace 69 años, al término de una brutal guerra que arrasó países enteros y ocasionó millones de muertos, se proclamó solemnemente la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Su objetivo era impedir que tales niveles de autodestrucción volvieran a producirse, teniendo el convencimiento de que eso solo sería posible si se garantizaban unos derechos para una vida digna, libre y justa para toda la humanidad.

Tales derechos nunca llegaron a respetarse de manera universal. Gobiernos de todos los continentes, dictaduras e imperialismos, intereses económicos, ideológicos y étnicos, han protagonizado múltiples violaciones de los mismos. Durante algunos años y en algunos países se vivió el espejismo del “Estado del bienestar” y nos creímos que los DDHH acabarían imponiéndose de forma paulatina y universal, hoy, desgraciadamente, los vemos retroceder en todo el mundo y vemos avanzar a las fuerzas causantes de los desastres bélicos del pasado siglo.

Seguimos manteniendo un sistema económico y social que es una máquina de destrucción. Su triunfo es este sistema individualista del sálvese quien pueda en el que cualquiera justifica sus acciones para defender sus propios intereses aunque perjudique a otro. Se desmantelan los sistemas de protección social, se justifica la insolidaridad, la xenofobia, los autoritarismos, el fascismo.

Violación de los derechos humanos en democracia

En plena democracia se violan derechos fundamentales a través del encarcelamiento y las leyes mordaza, o las multas abusivas y el tratamiento desigual ante los tribunales de justicia. Se viola el derecho a la información y el derecho de expresión. Se violan los derechos de las “sin papeles” y los derechos de las que buscan refugio. Hay también derechos que pocas veces son considerados como tales: el derecho a la salud, a la educación, al trabajo, a la vivienda. Derechos que son violados con total impunidad. El Estado español ha sido condenado por Las Naciones Unidas por no cumplir la ley en materia de vivienda, y el tribunal que juzgó a los nazis lo condena por lo que hace en Ceuta y Melilla.

En democracia también se nos separa de la toma de decisiones sociales y vitales, se nos reduce a mercancía como fuerza de trabajo, se nos individualiza y se aniquilan las formas de vida alternativas y los recursos de la Tierra.

Ante la Violación de los DDHH, Rebeldía Popular

Cuando apelamos a la Declaración de los DDHH se pone en evidencia la aspiración de los pueblos a vivir con dignidad y de manera colaborativa, ejerciendo el derecho a decidir, llegando a acuerdos que aseguren la convivencia y la libertad de todas. Pero en nuestras sociedades el poder de decisión es mínimo.

La violación de nuestros derechos es asumida con resignación o impotencia. Seguimos siendo esclavos de los intereses de minorías que nos arrebatan los derechos imprescindibles para la felicidad. Esta invasión en nuestras vidas golpea la dignidad humana pero es en si misma semilla de la resistencia, ya que cuando alguien entiende que las circunstancias son contrarias a la dignidad, no hay tiranía capaz de dominarla.

En cada rincón del planeta continúan su larga batalla movimientos sociales y colectivos autogestionarios, comunidades originarias y pueblos indígenas, para defender la tierra de la explotación, de la desarticulación de sus culturas y de la humillación de sus gentes. Las movilizaciones se multiplican y la inteligencia colectiva crea nuevas formas de lucha y de vida, y la reivindicavión de nuevos derechos.

Cada vez es más urgente reforzar la no-colaboración con leyes injustas y con las estructuras dominantes. Cuando reina la injusticia desobedecer leyes injustas es lo correcto. Nunca fue fácil porque los derechos no son regalos, son conquistas.

Alimentemos ese deseo primario de agradecimiento a la vida para atrevernos a poner encima de la mesa que no aceptamos que nadie pise nuestra dignidad como comunidad y como personas, que queremos aprender y practicar la rebelión diaria que nos impulse a hablar, a comunicarnos, a salir de nuestras cuevas porque soñamos con “el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias”

Hoy volvemos otra vez a la Puerta del Sol porque este lugar es uno de los sitios donde nos sentimos orgullosos de nuestra historia de lucha y rebeldía.

Contra las violaciones de los DDHH, rebeldía popular

 

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