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“Hemos vuelto a la dictadura” (Entrevista en público.es)

por Colaboraciones

Ermengol Gassiot, secretario general de la CGT de Catalunya, además de uno de los profesores universitarios juzgados por los encierros de la Universidad Autónoma de Barcelona, responde a Público sobre las causas judiciales contra anarquistas.

BARCELONA.- Ermengol Gassiot es el secretario general de la CGT de Catalunya, además de uno de los profesores universitarios juzgados por los encierros de la Universidad Autónoma de Barcelona y por las protestas que tuvieron lugar en esa misma ciudad durante los años 2012 y 2013.

El fiscal les pide más de once años de cárcel por desórdenes públicos y coacciones

A la mayoría nos piden once años y cinco meses, más 388.000 euros de responsabilidad civil subsidiaria y cinco años de alejamiento de la universidad, lo que implicaría, para quienes trabajamos allí, el despido inmediato. Hay a quien se le solicitan catorce años, porque se les acusa de participar en un escrache a la vicerectora de estudiantes. Un delito común que se nos imputa a todos es el de violación de domicilio jurídico. Lo curioso es que no se especifica en el sumario cuál es la responsabilidad concreta de cada una de las veintisiete personas encausadas en el proceso. Y lo que es más sorprendente todavía, se nos ha juzgado porque pertenecemos a un entramado…

¿A qué se refiere exactamente?

A que el fiscal nos ha imputado debido a nuestra notoria y conocida militancia legal en organizaciones como la CGT, de la que soy secretario general.

No acabo de entender a dónde quiere ir a parar

A que es un juicio completamente político. Y le pondré un ejemplo que le ayudará a entenderlo. Para que se haga una idea, en el sumario hay unas quinientas páginas que son informaciones de los servicios de seguridad de la universidad sobre las actividades de los denunciados. Es decir, se enumeran algunas de nuestras actividades políticas precedentes como si se pretendiera extender la sombra de la duda sobre nosotros. Uno se puede encontrar ahí correos electrónicos o incluso el seguimiento que se le hizo al responsable de una pequeña editorial alternativa. Allí se especifica con quién se reunió o de qué se habló en ésta o aquella charla. Comenzaron a fiscalizar nuestras actividades a partir de la primavera de 2012, que fue cuando ocupó el rectorado el nuevo equipo. Lo que tratan de demostrar es que había una especie de entramado para derrocar la institución del que yo y otros encausados formábamos parte.

¿La institución o el nuevo equipo de rectorado?

A menudo confunden uno y otro o usan ambos conceptos indistintamente.

Todo esto que me cuenta evoca inequívovamente otras épocas recientes de nuestra historia de infausta memoria

Sin duda. Son prácticas franquistas. Y a ello hay que añadir el hecho de que nos hayan estado espiando. Desde las luchas del plan Bolonia, en 2008 y 2009, comenzó a decirse que había profesores de universidad radicalizados que echaban a los estudiantes contra el sistema. Es decir, se extendió la idea de que algunos docentes como yo utilizábamos la universidad como una especie de fábrica de kale borroka. No ayudó mucho la publicación de noticias donde se afirmaba que cincuenta radicales amparados por un profesor de universidad sembraban el caos en Barcelona.

Ello dio lugar a que se nos espiara. La propia universidad ha identificado y estigmatizado a algunos de nosotros. El modo en que han estructurado la acusación en nuestra causa recuerda mucho a la del sumario 18/98 contra entornos abertzales del País Vasco. Se habla de un entramado para, a renglón seguido, vincular a todo el mundo con actividades delictivas. La invención consiste en justificar la existencia de ese supuesto entramado aludiendo, en mi caso, a mi implicación en organizaciones anarquistas y en actividades absolutamente legales.

Ustedes llevaban años denunciando la mercantilización de la enseñanza

Así es. Habíamos denunciado de forma reiterada que la enseñanza privada se está convirtiendo en un negocio privado. El propio rector que nos denunció participaba en un consorcio que proveía de profesorado a las universidades públicas, sin pasar por concursos. Denunciamos también que determinados profesores de alto nivel habían firmado convenios privados con empresas sirviéndose de la institución. Fíjese que más de la mitad de los máster de la universidad pública son privados también. Así que probablemente, todas estas actividades de denuncia tengan también algo que ver con lo acaecido.

Lo que ustedes vienen a decir, por otra parte, es que el Gobierno o los gobiernos han convertido ciertos derechos ciudadanos como la protesta en un problema de orden público

En efecto, y para conseguir ese objetivo, hay que desnaturalizar el contenido político de las acciones de grupos como el nuestro, que no participa en las instituciones, y que se sirve de otras herramientas como los encierros o las huelgas. Hay quien apalea emigrantes. Y eso es un problema de orden público. Y hay quien vuelca un contenedor. Y esto también lo es, en su opinión. Pero para equiparar ambas conductas es preciso dejar a un lado el carácter político de la quema de contenedor y las legítimas motivaciones profundas de acciones como ésas.

Y a pesar de la persecución o del hostigamiento que ustedes denuncian, los anarquistas han conquistado nuevos espacios coincidiendo con la recesión.

Sí estamos ganando referencialidad y eso se ve también en el espacio sindical. Por ejemplo, la CGT ha pasado de ser la cuarta a la primera fuerza, entre el profesorado.

Los sindicatos anarquistas están haciendo frente a más causas judiciales que las organizaciones tradicionales.

Sí, y probablemente, esto tenga que ver con el hecho de que la contundencia de nuestras posiciones hace que no entremos en tantos procesos de negociación o pactos con el poder económico.

¿Contempla usted la violencia como una forma legítima de hacer política?

El anarcasindicalismo catalán nunca ha escondido que contempla la acción directa como forma de lucha. Claro que ésta luego puede concretarse de muchas formas diferentes. En todo caso, este no es un debate público, y además, depende de cada problema específico que afrontamos.

¿Tienen ustedes alguna influencia en los bloques negros de las protestas y manifestaciones?

En absoluto. Como CGT no tenemos ninguna influencia en estos bloques negros. Es decir, no participamos orgánicamente. Otra cosa es que algunos de nosotros se unan a ellos porque se sientan más cómodos.

Y por supuesto, hacen suyo lo de sindicato antisistema

Somos un sindicato y somos antisistema porque luchamos contra el capitalismo.

http://www.publico.es/politica/hemos-vuelto-dictadura.html

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