Inicio Opinion Autonomía, autodeterminación y lucha de clases (Artículo de Ermengol Gassiot)

Autonomía, autodeterminación y lucha de clases (Artículo de Ermengol Gassiot)

por CGT-LKN EuskaL Herria

(Tres ideas en medio de la vorágine de los últimos días y semanas)

Hay épocas en que todo pasa muy deprisa. Situaciones, debates, respuestas a estas situaciones. En las diversas ocasiones de mi vida en que he pasado por fases de estas apenas he encontrado el tiempo para alimentarme, hacer alguna colada y descansar lo justo para seguir el ritmo. Creo que como yo, mucha gente. Intuyo que ya sabéis perfectamente de qué hablo. Seguramente también a vosotros os ha pasado que en estas épocas, en que la vida se convierte en mucho más intensa y viva, los pensamientos y las reflexiones quieren rápidamente por su cerebro. Tan rápido que, todo convertido en inmediatez, cuesta encontrar el momento para fijarlos, poderlos analizar y, sobre todo, poder compartir.

Pues a mí, estas semanas, me ha vuelto a pasar esto. Y seguro que no soy el único. Me ha pasado, además, en medio de una serie de situaciones vinculadas a eso que han ido diciendo “Procés”. Algo de lo que siempre he desconfiado. Pero pensar nunca está de más. Especialmente cuando uno quiere actuar en una realidad que a menudo (por no decir casi siempre) no es la que queremos. Es por eso que quiero dejar tres ideas que estos días han ido apareciendo por mi cabeza y que, puntualmente, he podido compartir en trozos con algún compañero y compañera. Las expongo sin demasiada relación entre ellas. Espero que el tiempo me permitirá ir las desarrollando.

Autonomía.

De nuestra organización, la CGT, decimos que es una organización autónoma de trabajadoras y trabajadores. Somos muchas y muchos los afiliados que siempre hemos defendido esta autonomía que, por definición, implica independencia en nuestra acción política. Es decir, que intentamos tomar las decisiones en función una percepción de nuestros intereses como trabajadores / as, de cómo es la realidad y nuestras fuerzas, y de una planificación para alcanzar estos intereses. Me temo que vivimos en una sociedad donde a cierta gente le cuesta mucho asumir que esto sea real y, incluso, posible. Quizás es un reflejo del simple hecho de que vivimos en estados que, en definitiva, conllevan el monopolio de la política. Es decir, que intentan privar a las personas de su capacidad de hacer política fuera de las instituciones y mecanismos del propio estado. Pues nosotros, cuando defendemos la asamblea y la acción directa, intentamos combatir este monopolio y, por tanto, el propio estado. Hacerlo implica ser autónomos.

Los últimos meses hemos visto como mucha gente le cuesta asumir esto. Así, a inicios de año nos sentimos decir que éramos lerrouxistas o agentes del CNI. Que hacíamos igual que la CIA cuando boicoteaba con huelgas el gobierno Allende en Chile. El contexto era el de nuestra crítica contundente a la aprobación de los presupuestos de la Generalitat por parte de Juntos por Si y la CUP y la huelga de enseñanza que convocamos en solitario el mes de enero. Poco después pasamos a ser agentes del Trias y del PDCAT en contra del ayuntamiento de Barcelona y los comunes de Ada Colau al promover huelgas, la más mediática la de metro, contra la privatización ya favor de los intereses de muchos trabajadores y trabajadoras. Finalmente, con motivo de la huelga general del día 3 de octubre hemos escuchado que, en esta ocasión éramos el sindicato de la CUP o, incluso, los “camareros” de la CUP.

Si hemos de hacer caso de todo esto, la CGT debemos ser una organización esquizofrénica o veleta, que gira en función de la dirección del viento. O, tal vez, simplemente lo que sucede es que intentamos tomar decisiones y actuar en función de nosotros mismos, como organización de trabajadoras y trabajadores, y de nuestras organizaciones. Es obvio que en una realidad en conflicto, con múltiples agentes, cualquier actuación propia puede acercarse más a intereses coyunturales de uno u otro. Pero es igualmente cierto que juzgar las actuaciones a partir de estos agentes externos únicamente lo que hace es negar la capacidad de hacer cosas a quien las hace. Yo siento que con la decisión de la CGT de hacer una huelga general nos ha pasado un poco esto. Una parte del debate ha girado sobre si la decisión favorecía o no a determinado espacio de la política institucional. En cambio, ha habido muy poco debate entorno el hecho en sí de hacer la huelga, si era o no la mejor manera de responder a una escalada represiva y una especie de consolidación del autoritarismo que preocupaba al conjunto del sindicato. Este clima ha penetrado, incluso, dentro de la organización enrareciendo en algunos momentos un debate que, como en cualquier otra decisión, era y es imprescindible.

Señal, pues, que debemos fortalecer aún más el reconocimiento de nuestra autonomía como base para definir, libremente, nuestras actuaciones.

Autodeterminación.

Otro fenómeno de estos últimos días ha sido la casi unanimidad del movimiento libertario vez de tomar posición contra la represión que hemos estado viviendo en Cataluña. Una represión que, a nadie se nos escapa, ha venido motivada o ha encontrado la excusa en la convocatoria de referéndum del pasado 1 de octubre. Tres organizaciones anarcosindicalistas, la CGT, la CNT y Solidaridad Obrera, hemos debatido y hemos coincidido en promover la huelga general del pasado 3 de octubre. Es cierto que dentro de las tres organizaciones ha habido opiniones divergentes al respecto, pero también es cierto que las decisiones finales se han tomado con mayorías importantes. Y esta pasa adelante del anarcosindicalismo se ha hecho con el acompañamiento de la gran mayoría de las organizaciones de base anarquista de Cataluña. En conjunto, un hecho que, por desgracia, es casi inédito durante las últimas décadas.

Si bien la motivación de la huelga ha sido directamente la respuesta a una escalada represiva, hay que tener presente que esta respuesta se ha tomado en medio de un debate dentro de los espacios anarquistas y anarcosindicalistas sobre la actual coyuntura en Cataluña, lo que llaman “Proceso” y eso que llamamos “autodeterminación”. En general, yo diría que el anarcosindicalismo siempre hemos defendido la autodeterminación de los pueblos. Y no hemos tenido demasiado problema en aplicarlo en conflictos alejados, como pueda ser Chiapas, el pueblo Mapuche o el Kurdistán. Ahora, en cambio, la realidad nos cae mucho más cerca. Hace años como observamos, en general como simples espectadores, un cierto juego de “trileros” de una parte de la burguesía catalana con ello del “Proceso”. Desconfiamos tanto de sus objetivos como de sus formas, demasiado sujetos a las políticas institucionales y el electoralismo. Pero al mismo tiempo reconocemos una movilización popular muy importante y asumimos el derecho de los pueblos a autodeterminarse nos. También de nosotros. Y a hacerlo mucho más allá de los límites que nos ofrece el propio “Procés”.

El mundo libertario hemos tenido que pensar y posicionarnos en un escenario que a menudo nos ha sido incómodo, seguramente por la hegemonía que ha tenido la burguesía y el parlamentarismo. Y lo hemos hecho, desde Embat a Federación Anarquista de Cataluña, la CNT o la CGT, por citar algunos. La defensa de la autodeterminación (real), el rechazo al Estado como forma de organización y de política y la confrontación tanto al régimen del 78 como la burguesía catalana son algunos de los puntos que comparten las diferentes posturas. Con matices, énfasis diferentes, pero en direcciones similares. Y eso, seguramente también marca un hito en el movimiento libertario en Cataluña.

Lucha de clases.

Creo que el pasado 3 de octubre significó muchas cosas. Una fue que, de alguna manera, los trabajadores / as entramos en un escenario que hasta ahora nunca había contado con nosotros. No para defender ningún referéndum, ni ningún sentido de un hipotético voto, sino como rechazo a una represión en este referéndum y al ataque a los derechos civiles. La otra fue el hecho de que Cataluña se detuvo al margen de los sindicatos CCOO y UGT, organizaciones que hasta ahora se han presentado como las únicas con capacidad de poder hacer una huelga general mínimamente efectiva. No quiero ahora debatir si la “Parada de país” convocada por ellos mismos, el gobierno y las organizaciones soberanistas fue determinante en esto, o no. A nadie se le escapa que sin esta convocatoria decidida a toda prisa la noche del día 1 de octubre, la huelga habría sido igualmente masiva. A muchas empresas que no se adhirieron a la “Parada de país” el seguimiento de la huelga fue muy elevado, por encima del 80%. Los cortes de carretera o las grandes manifestaciones de la mañana los llevaron a cabo los piquetes de la huelga, no de la “Parada de país”. Y por la tarde, las manifestaciones por la huelga fueron gigantes. En Barcelona, ​​por ejemplo, mucho mayor que el oficialista.

Es obvio que el éxito de la huelga vino dado por factores ajenos a la CGT y los otros sindicatos que la convocábamos. Y que fue una huelga rara, en este sentido. Pero es igualmente innegable que el día 3 de octubre en el escenario entraron unos nuevos actores, y con un impacto considerable.

A veces los silencios dicen más que las palabras. Los medios soberanistas por la tarde callaron, casi de manera unánime, la relación entre las movilizaciones del día, la huelga y los sindicatos que la convocamos. Se había hecho patente a lo largo del día que el monopolio de las movilizaciones de trabajadores / as que supuestamente tenían CCOO y UGT había saltado por los aires. E, igualmente, que quizá fuera de las líneas oficiales del soberanismo había movimiento. Supongo que esta situación no gustó nada a la burguesía, tanto la implicada en el “proceso” como la que le es abiertamente contraria. Ni tampoco a los gobiernos catalán ni español. De hecho, resulta que quien habíamos levantado la voz éramos, y somos, sus enemigos. Mientras el “proceso” se va consolidando, incluso en conflicto abierto con el gobierno y la burguesía española, no puede perder de vista su enemigo interno, que somos nosotros. El día 3 de octubre fue evidente que pudimos articular descontento, enojo y que tenemos capacidad de movilización. Incluso a pesar de que nosotros mismos nos sentimos un poco extrañas en la forma que toma a veces esta movilización.

La huelga no gustó en absoluto a quien quiere seguir monopolizando el poder en una hipotética república catalana. Y no debemos olvidar. Pero pienso que si nos ven así, como este enemigo interno al que habrá que combatir abiertamente, es que estamos haciendo las cosas relativamente bien.

* Ermengol Gassiot es Secretario General de la CGT

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