El 21 de septiembre de 2017, la CGT inició un proceso de reflexión interno que llevó a la organización a hacer un llamamiento a la huelga general 12 días después, con toda seguridad la de mayor seguimiento desde la de 1988.
La rapidez de los acontecimientos que se produjeron tanto los días previos como el mismo día de la huelga hizo que diferentes actores tuvieran que decidir entre tomar posicionamiento a la misma velocidad o quedarse mirando desde fuera. Por eso, ahora es el momento de detenernos un tiempo para analizarlo, y me gustaría hacerlo sobre tres ejes: la entrada del anarcosindicalismo y sectores libertarios en esta etapa del llamado “procés “, la estrategia del estado español y la protección del govern a los resortes sociales y sindicales de orden y concertación.
El contexto inmediatamente anterior a la presentación del preaviso de huelga estuvo determinado por una serie de actuaciones del estado que hicieron presagiar lo que finalmente devino. Ataques a la libertad de prensa, prohibiciones del derecho de reunión, manifestación, apertura de comunicaciones de correo postal, retención de publicaciones, amenazas, imputaciones, entradas de la policía y guardia civil sin orden judicial o fabricadas ‘ad hoc’ con posterioridad, registros trabajadores … todo ello daba indicios claros de que los mecanismos estatales políticos, judiciales y mediáticos estaban determinados a actuar sin máscaras.
La presentación abierta de una democracia “alaErdogan” ya fue un motivo suficiente como para dar un paso adelante. Y un paso adelante no implicaba en ningún caso apoyar a la otra parte dominante del conflicto. Me parece increíble tener que resaltar una obviedad como esta pero, desgraciadamente, hay que hacerlo.
En todo caso, lo que principalmente hizo que algunas personas y colectivos nos diéramos de la urgencia de la acción fue la llamada operación Piolín. El estado estaba preparando un escarmiento contra la población para demostrar quién manda. Más de 10.000 efectivos policiales, 10 veces el contingente de antidisturbios de los Mossos, vaciaron de tropas de este tipo el resto del estado. Estuve comentando con un compañero como es que habían rechazado una carga de la UIP a Sol estos días: “Tío, es que eran viejos de 60 años. El resto se han ido a Cataluña “. En Zaragoza, en un mitin de Podemos los asistentes tuvieron que encerrarse en el pabellón porque la dotación presente en la ciudad sumaba un máximo de 40 policías, incapaces de controlar la concentración de 400 fascistas que esperaban a las puertas. Y paralelamente se iban reproduciendo las imágenes de despedida de los refuerzos policiales desde sus bases bajo gritos de ánimo y de ‘a por ellos’, como si fueran a rechazar la invasión de un ejército extranjero.
Que no se mueven 10.000 tropas para tenerlas haciendo turismo o encerradas en dos barcos lo sabe todo el mundo, y más, cuando la persona que se designa como responsable del operativo policial es Diego Pérez de los Cobos, con vinculaciones históricas con la extrema derecha y acusado de torturas en EuskalHerria. Toda una declaración de intenciones.
Conscientes de que la situación, y la impunidad futura que se estaba sembrando, requería el esfuerzo, se abrió la posibilidad para que la CGT pudiera decidir los diferentes territorios la realización efectiva de la huelga. Teniendo en cuenta que la realidad, como apuntaba un compañero hace poco, es antiestatutaria en el ritmo de los acontecimientos. Bueno, pues, huelga general.
Efectos de la Huelga General en el ‘nuevo régimen’ catalán
Cabe decir que los representantes de los poderes político y govern catalán si en algo se han comportado como un estado, es en la definición del marco social y sindical deseado para la futura república: Una continuación del régimen del 78 basado en la concertación ( rendición) social y control de las masas bajo nuevos (viejos) mitos. “La Transición que nos hemos dao” versus “El proceso de entendimiento transversal que nos permitió ser libres”. Uno de los principales puntos de fricción de este modelo de estado social es el tratamiento del tipo de sindicalismo oficial.
La convocatoria de la huelga general tensionó dos de los aparatos al servicio del gobierno o con los que cuenta para el futuro: por un lado el neoperonismo de ANC-Òmnium (basado en disciplinar una parte de la población mediante consignas e instrucciones de pastoreo en las movilizaciones) y por otro lado, la pata del sindicalismo llamado “responsable”, que corrió el riesgo de quedar en evidencia y fuera de juego. CCOO y UGT, además están bajo la presión interna de una parte independentista que le pide permanentemente explicaciones de su papel mientras que en el resto del estado esta demanda de explicaciones llegan en sentido contrario.
La huelga general introducía un actor nuevo no deseado, el mundo obrero no pactista, con el peligro que pudiera encajar como agente influyente y, por tanto, convertirse en una amenaza al rol omnipotente del pack de control social del gobierno (ANC-Òmnium). Asimismo, se ponía en cuestión la credibilidad de aquellos con quien contará siempre cualquier estado sea español, catalán o andorrano (CCOO y UGT). Era necesario, pues, que algunos movieran ficha para hacer frente a esta situación:
La Mesa para la democracia
Cinco días después del preaviso de Huelga General, se presenta la ‘Mesa para la democracia’, es decir se presenta la nada. Las organizaciones contrarias a la huelga crean otra plataforma transversal (incluyendo patronales y CCOO y UGT) que hacen poco más que un manifiesto de obviedades para tener la cuota de los medios de comunicación procesistas y públicos y transmitir, en definitiva, “Eh, algo estamos haciendo “.
Mientras todo esto ocurre, la práctica totalidad del movimiento libertario o anarcosindicalista (CGT, CNT, Solidaridad Obrera) hacen llamadas, con diferentes matices, a actuar contra las acciones autoritarias del estado. Una parte de ellos (Embat, Heura negra, la Oca, NegresTempestes, CGT, CNT, SO) sacan un comunicado conjunto sobre el momento. Asimismo, se constituyen CDRs (Comités de defensa del referéndum, del entorno de la izquierda independentista), junto con Comités de Defensa del barrio, o ciudad, de carácter más libertario. Estos comités, reconvertidos en comités de huelga, serían decisivos en las acciones de bloqueo y piquetes sociales del 3 de octubre.
El 1 de octubre
La represión es intrínseca a cualquier estado, o mini-estado como una comunidad autónoma, y la vivimos a diario, la hagan Mossos, la Guardia Civil o la Gendarmería. Es la forma que tiene el poder para implementar sus leyes cuando éstas se ven rechazadas o presentan oposición en la calle.
Aunque teníamos más o menos prevista la actuación policial, todo el mundo quedó sorprendido por el nivel de violencia contra una población civil claramente poco habituada a estas situaciones. Y sorprendidos, también, porque si el objetivo era que aceptara el orden existente, usar la violencia indiscriminada era totalmente contraproducente. Personas mayores, niños, personas tiradas escaleras abajo, gases lacrimógenos en pequeños pueblos de interior, uso de munición prohibida … así hasta casi 900 personas que requirieron la atención médica del SEM. Todo esto pasaba por atacar la defensa organizada de los centros de votación, que se hizo de forma plural, bajo el funcionamiento de la desobediencia pacífica. Para algunos, este fue un punto de inflexión, el escenario les cambió del todo, para otros se confirmó lo que temíamos.
En este contexto era bastante claro que la huelga del día 3 sería un éxito sin paliativos: la represión hizo que muchas personas que rechazaban el camino político del ‘procés’ por el motivo que sea (identidad nacional, ideología, apoliticismo y un largo etcétera) pasaran a estar indignadas y quisieran expresar su profundo malestar contra estas actuaciones policiales y el poder despótico que comandaba una operación con evidente pudor de escarnio.
Esto lo vio todo el mundo, incluidos CCOO y UGT, que se quedaron sin margen de maniobra para mantener una postura de laissez-faire. Raudo desde Palau, subido en un caballo blanco, Oriol Junqueras llegó la noche del mismo domingo 1 de octubre a la sede de CCOO, donde estaban también ANC, PIMEC, Òmnium y UGT, una reunión que sirvió para que la ‘Mesa para la democracia’ anunciara … tachán … Parada de país ‘.
¿La qué? ¿El qué? Ha pasado otras veces, cuando un sindicato se encuentra con una huelga convocada por otros, que, cuando los acontecimientos hacen que también encuentre motivos para hacerla, hace un llamamiento a secundarla. Y punto. En cambio, un sindicato que hace cálculos en clave de si favorece o no a su organización y no prioriza la defensa de clase, lo que hace es proponer cualquier cosa para evitar quedar apartado del tablero; es decir, lo que hicieron CCOO y UGT.
Nos encontramos, además, con un mensaje antisindical muy peligroso, pues el sustrato que deja entre la clase trabajadora es que las luchas, las movilizaciones se pueden hacer gratis y sin sacrificios asociados. Las compañeras de CGT-Ensenyament, por ejemplo, estaban muy enfadadas, pues eran plenamente conscientes de que la siguiente huelga sería mucho más difícil de explicar. Y hay que destacar sobre todo, que el paro de país en este sector, llegó después de que muchos claustros ya habían decidido sumarse a la Huelga General. Por otra parte, se añade el hecho gravísimo de transmitir, además, el mito neoliberal que trabajadoras y empresarios tenemos intereses comunes.
Hay que resaltar, de forma explícita, que el gobierno no sólo no hizo suya la huelga general, sino que hizo todo lo posible para invisibilizar su existencia, algo que mediáticamente consiguió con algunas excepciones puntuales. Esta huelga, molestaba, pues interfería en el relato idílico interclasista diseñado, implementado a la perfección por los resortes gubernamentales.
“El paro de país” era absurdo: la administración catalana corrió a apoyarlo sabiendo que era innecesario, el seguimiento con huelga en el sector público hubiera sido igual de masivo. En cuanto a la empresa privada, salvo casos puntuales, era utópico que además de aguantar el daño económico de una huelga pagaran, encima, las bebidas. Eso sí, la “Parada de país” (amplificada por los medios de comunicación públicos y privados controlados) agregó en algunos centros de trabajo confusión, pues mucha gente no sabía ni qué era ni qué hacer.
Este montaje se puede resumir muy rápidamente: CCOO y UGT no querían apoyar una huelga ‘de la CGT’ a toda costa. Y la Generalitat, incómoda también con este escenario, dio una mano al modelo sindical que más les conviene. Sin embargo, la inmensa mayoría de la población catalana, el 3 de octubre hizo Huelga todo el día y no el espejismo antisindical conocido como ‘parada’.
En este contexto, el problema no lo tuvo un anarcosindicalismo y movimiento libertario que se movieron en clave antirepresiva, coherentes, ágiles, con voluntad de intervención social potente; a pesar de ser conscientes de que hay otros factores mezclados. Quien quedó desubicado fueron los elementos de status quo y de orden local, que tuvieron que idear elementos de contención para evitar una influencia más querida, ni deseada.
¿Qué pasará en las próximas fechas? Nadie lo sabe. Si, como parece, los movimientos políticos locales no harán acciones reales efectivas (es decir, como llevan haciendo los últimos 5 años) habrá un reforzamiento de la línea dura en la resolución de problemas sociales por parte del estado (que le pregunten a la población de Murcia en lucha hoy contra las obras del AVE). Pero, si el problema político se acentúa, no tengo ninguna duda que los hechos del 1 de octubre serán anecdóticos comparados con el nivel de represión que se desencadenará contra la población.
Por tanto, no hay ningún escenario optimista. Y, por todo ello, la CGT, y el resto de movimiento anarcosindicalista y anarquista, será necesario que continúe decidiendo el nivel de intervención y confrontación con los mensajes dominantes como considere y como corresponda en cada momento.
Òscar Murciano, Secretario de Acción Social de la CGT
8 de octubre de 2017