El criterio para juzgar el estado de democratización logrado en un país,
ya no es establecer “quienes”, sino “dónde” pueden votar” votar
(Chantal Mouffe)
Buena parte de la gran banca española y de las multinacionales están en procés de deslocalización. De la Catalunya del 1-O a la España del ¡a por ellos, oe, oe, oe¡ Empresas como Aguas de Barcelona, Gas Natural Fenosa y el Banco de Sabadell y Caixa Bank han puesto en marcha un plan de fuga masivo desde la periferia al centro. Afirman sus voceros que es para proteger a los clientes e impositores de las turbulencias que pudiera provocar la prevista declaración de independencia. O sea, se sacrifican por nuestro bien.
Pero habría que tener mucha fe y bastante ceguera para comprarles su artículo. Porque quienes ahora aparecen como altruistas mercaderes son los mismos que arruinaron a media España (catalanes incluidos) cuando presionaron para que “su rescate” se hiciera a costa del contribuyente. Por activa unos, los que se beneficiaron de la las funestas desregulaciones gubernativas, y por pasiva otros, los que se quedaron a precio de saldo con los activos de las cajas de ahorro finiquitadas por Rodríguez Zapatero. De una tacada, toda la tarta del mercado financiero, antes fifty fifty, quedó en manos de los cinco principales (Santander, BBV, Caixa Bank, Sabadell, Bankia). En un parqué donde hasta entonces competían con una poderosa red de cajas, las únicas entidades de crédito de carácter semipúblico, extendida por todo el territorio nacional.
Algo parecido sucede con sus compañeros de viaje en el sector de las mayores corporaciones de servicios. Aguas y Gas, con otras que seguramente seguirán la ruta del chollo off shore, también están en el ranking de empresas que en plena crisis desoyeron el clamor de los más vulnerables socializando pérdidas y privatizando beneficios. En este apartado concreto, para más inri, mostrando una resistencia casi delictiva a facilitar prestaciones de subsistencia en los casos de extrema necesidad. Nos referimos a aspectos como la pobreza energética, los abusos cometidos en las tarifas con mil tretas, los cargos eternamente facturados como compensación por la pérdida del monopolio, y otros similares. Una posición de privilegio tolerada por todos los gobiernos, independientemente del color que calzaran. Cohabitación que tiene su máxima expresión en esas puertas giratorias que permiten a ex presidentes pasar de La Moncloa a sus consejos de administración (Felipe González pasó por Gas Natural y José María Aznar por Endesa). A nadie puede extrañar que con esas credenciales Mister X y el sargento de Perejil hayan coincidido en exigir la aplicación del artículo 155 de la C.E. caiga quien caiga.
Y luego, como colofón, están las famosas Agencias de Calificación. Las Moddy´s y Standard & Poor´s de marras, que se han apresurado a vaticinar los mil males para los catalanes si no renuncian a su derecho de autodeterminación y vuelven al redil del consenso del 78. Las mismas que con su calificación de Triple A otorgada a las subprimes y otros productos basuras provocaron la crisis económica y financiera que justificó la mayor etapa de ajustes y recortes sociales de la historia contemporánea, y la voladura controlada del Estado de Bienestar. Una banda que, mientras ordeña lo público en el Estado off shore de la Marca España, imita a aquel “señor don Juan de Robres”, de la fábula de Iriarte, que “con caridad sin igual, hizo este hospital, pero antes hizo a los pobres”.
Con la entrada en escena de los bankers, las agencias de rating y el FMI (el último en llegar) lo de Catalunya se empieza a parecer a lo de Grecia con la Troika. Solo queda por ver si un señor conservador de derechas como Puigdemont mantiene la palabra sobre el referéndum del pueblo soberano donde otro de extrema izquierda como Alexis Tsipras le hizo un corte de mangas.
Rafael Cid