La gente está siendo considerada un bien de usar y tirar: La cultura del descarte de las personas. No hablo, dice Francisco, de opresión o explotación, sino de algo nuevo: la exclusión de la sociedad. Ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino FUERA.

 

Para el Papa Francisco, decir NO a esta barbarie es tan claro como decir NO MATAR, porque, nos dice, esta economía, mata.

 

Moralmente, entusiasmarse con el ideal egoísta, ha llevado a la globalización de la indiferencia. Creer que todo crecimiento, favorecido por los mercados, en sí mismo, implica desarrollo e inclusión es un pensamiento palurdo con el que no podemos seguir.

 

A la mayoría nos han alejado significativamente del bienestar que ostenta “la minoría feliz” y esto sin distinción de ideologías. Así, hemos encajado deudas que privan de cualquier posibilidad económica, viable y de un poder adquisitivo, digno, conviviendo con corrupción y evasión, de dimensiones planetarias.

 

También recuerda el Papa que si estar vigilante es una responsabilidad grave, más lo es la necesidad de resolver correctamente estos procesos de deshumanización que, de otra manera, pueden ser muy difíciles de revertir. Llega el Papa a hacer advertencias morales a las personas que integran gobiernos, corporaciones e instituciones que colaboran o asientan esta política institucional.

 

El Papa asevera que no existe reforma, represión ni inteligencia que asegure la tranquilidad. La represión a quienes no consienten este estado de cosas sólo puede crear nuevos y peores conflictos. La irritación sólo puede crecer con las actuales medidas para adoctrinar a la población culpabilizando a los pobres de su propio devenir o silenciándolos con una educación que los vuelva inofensivos.  Es muy difícil construir una verdadera tranquilidad sobre corazones rotos. Disfrazar la realidad de ideas, es sólo una elaboración: totalitarismos de lo relativo, purismos angélicos, grandes declaraciones, proyectos más formales que reales, éticas sin bondad, intelectualismos sin sabiduría…

 

Y Francisco, el Papa, marca un camino: Mucha gente quiere ser constructora de un nuevo desarrollo. Una pujante manera de hacerlo son las múltiples formas de asociacionismo para la defensa de derechos y para la consecución de nobles objetivos. Toda una invitación a vivir juntos, a no aceptar la condena que individualmente van aplicando. El peor enemigo es la moral de derrota, el pesimismo y la frustración. ¡Felices los que trabajen por la paz! El conflicto, que es muy grave y torticero, no puede seguir ignorado o disimulado. Trabajar a largo plazo, sin obsesionarse con los resultados inmediatos. Hay que contar, nos dice, con el desprecio burlón de quien considere contraproducente la ética con sus intereses porque relativiza su importancia y su poder.

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