Hace pocos días con motivo de fin de año Pedro Sánchez comparecía haciendo un repaso de lo que él considera una media legislatura exitosa y defendía la estabilidad del ejecutivo avanzando que agotará los cuatro años de legislatura. Una visión autoproclamatoria que no corresponde con la realidad. Además, la aparente estabilidad del gobierno puede estar en cuestión, no tanto por discrepancias genuinas entre los socios, sino por cuestionamientos externos. Por ejemplo, uno de los grandes “éxitos” del gobierno, la reforma laboral, ya ha empezado a encontrar una oposición viva en los sindicatos vascos que han anunciado primeras movilizaciones contra esta norma para finales de enero.
A pesar de la retórica “de cambio” permanentemente presente en las declaraciones de los socios de Unidas Podemos, desde el punto de vista social el único mérito de este gobierno ha sido impulsar unas pocas medidas cosméticas que no resuelven las demandas sociales más urgentes.
En estos dos años de legislatura el gobierno ha sido incapaz de cumplir algunos de los objetivos que se proponían en el pacto de legislatura, y por supuesto, de aquellos objetivos electorales que se proponían ambos socios como la derogación de la Ley Mordaza, la prohibición de las devoluciones en caliente, la de los desahucios y la derogación de la reforma laboral. Sobre esta última, el Gobierno con la ministra de Trabajo a la cabeza, ha desarrollado un discurso enormemente triunfalista que poco o nada tiene que ver con la realidad. En una entrevista reciente, Juan Carrique, abogado laboralista, explicaba los motivos por los cuales la reciente reforma no mejorará la situación de la clase trabajadora. Recordemos que Yolanda Díaz ha llegado a decir que con la nueva reforma laboral “se va a terminar con la precariedad”.
Por otro lado, algunos de los defensores del gobierno de coalición se poyan en el hecho de la pandemia para justificar el “cambio de agenda” o “de prioridades” del Gobierno y ponen el acento en las llamadas medidas del “escudo social” frente a la pandemia, pero la realidad es que frente al desarrollo de la pandemia, que ha impactado trágicamente en la vida de millones de familias trabajadoras, el gobierno ha llevado a cabo una gestión de la crisis sanitaria, económica y social que ha priorizado salvaguardar los intereses capitalistas y sus ganancias. De nuevo a cargo de Ministerio de Trabajo se hicieron muchos esfuerzos en poner al frente los ERTE como medida estrella de este “escudo social” algo que si bien frenó en un inicio una posible abrupta subida del desempleo, la realidad es que de nuevo, supone una medida más favorable para los empresarios que para los trabajadores.
En estos dos años de gobierno ha quedado de manifiesto que las fórmulas reformistas poco o nada tienen en favor de la mayoría social, sin embargo aún no se ha mostrado una suficiente respuesta a las imposturas de este gobierno. La relativa estabilidad del actual gobierno que hoy aplauden sus defensores, debe mucho al papel de Podemos, Izquierda Unida y el PCE que han terminado siendo su sostén “de izquierda” y fortaleciendo así al PSOE y al Régimen del 78, también a las burocracias sindicales de CCOO y UGT que han apuntalado este gobierno de modo totalmente acrítico. Más allá de la estabilidad que haya podido adquirir el Gobierno de Sánchez, la experiencia de estos años muestran como este gobierno de coalición y el reformismo no son capaces de construir una alternativa ante la crisis que el capitalismo experimenta desde hace más de una década que adquiere un nuevo impulso con la situación de pandemia mundial.