Pedro Sánchez camina hacia el podio de los invictus. Con paso firme y a la vez zigzagueante enfila por un territorio político-ideológico que le puede dar en un futuro próximo la mayoría absoluta en escaños y ungirle como solitario representante de la izquierda realmente existente. Dos hechos recientes, altamente favorables para sus intereses estratégicos, señalan en esa dirección: la aprobación por el Congreso del control de los fondos europeos por el Ejecutivo sin fiscalización externa y el éxito en las pasadas elecciones catalanes de su candidato, el ex ministro de Sanidad Salvador Illa, encumbrado al estrellato por una lamentable gestión de la pandemia (sic) provechosamente televisada. Un 14F que ha tenido la enorme virtud de demostrar que Ciudadanos y el PP son un espejismo políticamente hablando. Y que su debacle en Catalunya puede reproducirse a nivel general.
Y lo más grande es que la jugada maestra que el gurú Iván Redondo ha servido en bandeja al aparato de Ferraz tiene su origen en una generosa ofrenda de la ultraderecha. Porque si en estos momentos el sanchismo se puede frotar las manos de satisfacción por poder disponer sin interferencias del premio gordo que suponen esos 140.000 millones de euros despachados por Bruselas, es porque los 52 diputados de Vox pulsaron al unísono el decisivo botón de la <<abstención>>. Hay que tomar por imbéciles a los ciudadanos para hacernos creer, como perora ahora su líder Santiago Abascal, que de haber sabido antes que Moncloa había ocultado el informe del Consejo de Estado, criticando la forma y el fondo del decreto de marras, habrían votado <<no>>. El VAR de aquella sesión le desmiente. Todo el mundo vio y oyó a su portavoz Espinosa de los Monteros en la tribuna de oradores denunciando que aprobar esa medida sería tanto como regalar al PSOE <<la mayor red clientelar de la historia>>. Seguramente tratando de llevar a la mente de la cámara lo ocurrido con los ERE andaluces, otro eminente ejercicio de uso omnívoro de dineros públicos de gestión gubernamental.
Ese no fue un día cualquiera. Sino el principio de una era. La del gran desarme. A partir de ahí, se acabaron las penas. Todo el gotha empresarial, con las grandes corporaciones en primer tiempo de saludo, sabe a pie juntillas que Sánchez es el amo absoluto del maná. Un tesoro de rica miel al que se acercaran cuantos pretendan llenar sus alforjas. Ayudas, créditos, avales o subvenciones para hacer, ahora o nunca, esas inversiones multimillonarias que siempre postergaron, porque les resultaba más rentable pedalear pagando sueldos de miseria que gastarse la pasta en bienes de capital para innovar su obsoleto modelo productivo. Un cuerno de la abundancia que dispensara el papa Estado con la única condición de no morder la mano que da de comer. De bien nacidos es ser agradecidos.
Lo que se traduce en un cambio radical de las agujas de la acción política. No es solo que desde el momento en que esas millonarias partidas financieras lleguen a sus demandantes la Marca España y lo que le cuelga se disciplinara obedientemente ante Moncloa. Es que además, y por bastante tiempo, la CEOE y los grandes latifundistas económicos de este país dejarán de mirar al Partido Popular como su referente patrimonial. Sería una estupidez dar la espalda al becerro de oro que ofrece Sánchez en cómodos a cambio de las inciertas migajas de un partido que va de batacazo en batacazo en las urnas, enviando a un remoto más allá cualquier posibilidad de volver al poder. Do ut des (doy para que me des) y quid pro quo (algo por algo), un toma y daca epocal. ¿Además no mostró ya Sánchez su buena disposición al disponer al comienzo de la pandemia que su primer decreto-ley fuera para blindar a las empresas del Ibex contra posibles opas foráneas? Adiós derechita cobarde, adiós, que debió pensar Abascal al decir <<hágase la luz>>. Para los perplejos hay que recordar que Vox es de todas las extremas derechas que en Europa vociferan la única declaradamente neoliberal en lo económico.
Todo eso le sale gratis ideológicamente al PSOE. Porque, dada la falsa percepción de la realidad que los medios afines proyectan y, todo hay que decirlo, la agresividad patriotera y machista que la otra alma de Vox provoca, el sanchismo puede seguir presumiendo de dique contra la berrea neofranquista. Nunca un gobierno tuvo tan anulado a sus contrincantes políticos y tan embelesados a los poderes fácticos. Hay y habrá mejoras, pero dentro de un orden. A avances como el Ingreso Mínimo Vital (IMV), la eutanasia, el aborto, sucederán otros, pero con los límites establecidos por la doctrina Next Generatión. Además a Pedro Sánchez no le ocurrirá como a Rodríguez Zapatero, que tras una primera legislatura progresista tuvo que sacar la guillotina invertida en la siguiente, llegando a reformar el artículo 135 de la constitución para primar el pago de la deuda sin contar con el pueblo soberano. ¡Ciento cuarenta mil millones de euros le contemplan como a Napoleón las pirámides!
Abierta la ventanilla de los pagos a cuenta, y con una oposición que no puede hacer más que verbalizar su impotencia, al PSOE solo le falta revertir el orden de los factores en algunas comunidades aún gobernadas en comandita por PP y Cs, con el apoyo de Vox en diferido recurrente. Pero ahí también parece que ha llegado la hora Capital, porque la pasta hace milagros, sobre cuando se <<va de un mar meridiano a una bahía esquiva, cejijunta y desolada>>, tránsito que se parece al traumático declive del partido naranja. Madrid, aún no se ha rendido, a pesar de toda la artillería lanzada contra Díaz Ayuso, viniera o no a cuento y a cuenta, con la excusa de la pandemia; Castilla y León está a la espera de un <<tamayazo>> protagonizado por Arrimadas y su extraña familia; y en Murcia ya han doblado las campanas en un reparto salomónico que otorga la comunidad a Ciudadanos y el ayuntamiento al PSOE (fórmula que se puede replicar en la alcaldía de la capital tras la ruptura de Más Madrid).
Lo que pasa es que las acciones dejan huellas, se quiera o no, aunque la panóptica mediática lo oculte (otro sector que trata de salir de la quiebra a golpe de EREs y con la mano tendida hacia el señor de los cuartos). Esa apertura desconcertante del gambito de Sánchez, con Vox en el alero, tiene perjudicados a medio y largo plazo. El primer lesionado será sin duda su socio de coalición en incómoda disputa. Un distanciamiento que cobra fuerza día tras día, como se ve en esos continuos desencuentros que van desde el blocaje a las leyes de igualdad de la ministra Montero, a los temas que ponen su foco en la guarida de la Familia Real o las mil y una añagazas con que se entrampa a los morados interminables naderías. Y es que, aparte de las muy acusadas metedoras de pata de Unidas Podemos y su desgastante verborrea de patio de vecindad, sus socios de coalición saben a carta cabal que sus posibilidades electorales son cada vez más escasas. Todos los sondeos dan a la gente de Iglesias una caída reiterada en expectativa de voto. Aparte de que ese indecente vaivén de un gobierno progresista, que empezó su singladura bajo el santo y seña del <<que vienen los fachas>> (del <<trifachito>> a la <<foto de Colón>> y de esta a <<las tres derechas>>) para luego buscar su remontada con los que antes había estigmatizado, es de difícil digestión popular en un partido que había prometido <<asaltar los cielos>>. Volvemos al Pedro Sánchez original de las 200 medidas con el antiguo Ciudadanos, pero con una Arrimadas que hoy ya no tiene nada que ofrecer más que saldar su propia indigencia.
Gambito de Sánchez, perjuicio de Iglesias y Arrimadas en el furgón de cola. Pero la cosa no acaba aquí. Los hechos tienen consecuencias, aunque la factura, como ocurre con la deuda soberana, no la paguen los que disfrutan la fiesta. Toda esta exitosa galopada, urdida por Sánchez y los cuarenta principales de Moncloa, que no deja ni heridos ni prisioneros, tiene un precio. El primero y más obvio es haber renunciado a compartir el tablero político con las fuerzas moderadas del centro derecha, conservadoras y liberales, instigando por el contrario su fumigación hasta la irrelevancia. Reducidos PP y Cs a la mínima expresión; movidos los mecanismos de la transmigración electoral para que los votos socialistas que hasta ahora retenía Unidas Podemos vuelvan a donde solían, a la sociedad le queda el radiante porvenir de una ultraderecha que no cesa de subir en los sondeos y en las urnas, como se ha demostrado recientemente en Catalunya. Es la soledad del corredor de fondo que no sabe adónde va ni para qué. Una cosecha de tierra baldía que siempre recogen los cruzados del tribalismo de masas. Como ya ocurrió en entreguerras del siglo XX. Cuando por mero cálculo de poder absoluto los estalinistas europeos se dedicaron a tildar de socialfascistas a la socialdemocracia alemana. Los experimentos con gaseosa.
Rafael Cid