Una inocente mano invisible. Si durante el pleno del pasado jueves la dirección de Vox no hubiera dado orden in extremis de abstenerse a sus 52 diputados, en estos momentos el Gobierno aún estaría lamiéndose las heridas. Solo la decisión del partido de extrema derecha yendo contra sus <<principios>> hizo posible que el Ejecutivo de PSOE y Unidas Podemos revalidara el real decreto ley sobre la gestión de los fondos europeos para afrontar la crisis. Técnicamente, los ultras de Santiago Abascal han actuado como una quinta columna en favor de la coalición de izquierdas. Se han comportado igual que quienes presumen de una posición ideológica inflexible cuando a la hora de la verdad trabajan para su teórico enemigo.
A Pedro Sánchez y Pablo Iglesias les ocurre lo mismo que Voltaire decía sobre Dios: que si Vox no existiera tendrían que inventarlo. Tantos y tan variados son los beneficios políticos que ofrece su existencia. Por acción o por omisión, todo son triunfos para su estrategia de bipolarización y victimismo. De hecho, el imaginario social cosechado por el Gobierno como si fuera la única expresión de la izquierda <<realmente existente>> (charlotada de Suslov para etiquetar al comunismo soviético) se construye mentalmente emparejando a toda la oposición con la tremebunda ultraderecha de Vox. Este rentable espantapájaros atravesó diferentes fases y etapas. El <<trifachito>>, el <<trio de Colón>> y las <<tres derechas>>, entre las de más éxito. Como en las sagradas escrituras: uno en esencia y trino en persona. Pero siempre, Vox mediante.
Con esa unción sabiamente impartida por los medios de comunicación afines y los analistas del régimen fue posible para PSOE y UP deslegitimar al adversario de la cruz a la raya. Allí donde el Partido Popular y Ciudadanos echaban mano de los escaños de Vox, bien fuera a nivel de ayuntamiento o de comunidad, el anatema estaba servido. Resultaba obvio, la extrema derecha, los <<golpistas>>, eran quien de verdad sostenía en el poder a Juan Manuel Moreno en Andalucía, Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid o José Luis Martínez-Almeida en el Ayuntamiento de la capital. Y los ingenios que criticaran el luminoso silogismo no eran más que otros fachas igualmente descartables. Con semejante santoral se trajinó el boicot a la investidura del presidente de la Junta de Andalucía en enero de 2019. Cuando PSOE y UP en tándem fletaron autobuses para impedir por las bravas que se concretara institucionalmente el veredicto de las urnas. Una versión cateta de lo que luego veríamos con el trumpismo rampante.
Sin embargo toda esa prosopopeya se desvanecía estrepitosamente en la sesión del 28 de enero mediante el giro copernicano de Vox. Con luz y taquígrafos. Lo que en el momento de explicar el sentido del voto para su portavoz, Iván Espinosa de los Monteros, implicaba <<la mayor red clientelar de la historia de España>> en manos de los <<rojos>>, minutos después se convertía en un laissez faire-laissez passer para <<que las ayudas lleguen los ante posible a España>>. Un impagable juego de patriotas. De esta manera, la furiosa extrema derecha que planteara una moción de censura al <<Gobierno socialcomunista>> meramente retórica, solo tres meses después se convertía en su salvador de última instancia al facilitar que se aprobara una norma que entrega a Moncloa el control de los dineros de la UE, y de paso evitar su primera derrota. Un debate similar, pero de signo contrario, acaba de tumbar al gobierno italiano.
También para este tipo de experiencias paranormales el genial autor de Cándido tenía una explicación. A veces, reincidía, <<Dios es un comediante que actúa para una audiencia demasiado asustada para reír >>.