En los últimos 70 años, los máximos representantes de los Bancos Centrales se vienen reuniendo en un pueblecito americano. Este año, el discurso del Gobernador del Banco Central del Japón ha sido noticia, porque ha tocado el nudo gordiano de la política económica actual de la UE, abanderada por Alemania y practicada por el BCE.
Que la crítica venga de Japón, tiene mayor trascendencia, ya que no es un discurso teórico, sino sustentado en la experiencia vivida por ese país durante los últimos 25 años. En Japón, a principios de los años 90, sufrió el estallido de una burbuja de sus activos (no sólo los inmobiliarios) que hizo empobrecer repentinamente a su población y entrar en una profunda recesión. Ante la misma, el Banco Central japonés optó insuflar ingentes cantidades de liquidez a su economía, pero la economía no sólo no revivió, sino que cayó en una profunda deflación de 15 años.
Japón apostó por la drástica reducción de costes en la producción. Por un lado, mediante la introducción de maquinaria y productividad sustituyendo personas, ahorro por el empleo. Por otro lado, la bajada directa de salarios y fomento de la contratación a tiempo parcial, muy reducido.
El problema para la economía es (la paradoja del ahorro) que el ahorro neto de costes para las empresas no se destina a la inversión, sino a Reservas Financieras o reducción de deuda. La perspectiva de deflación lleva a las empresas a no ampliar, no invertir, no contratar, dedicando sus márgenes a preservar para el futuro. Se entra por tanto en un bucle: Por un lado, el trabajador que cada vez acepta más rebajas, más retrocesos con tal de conservar el empleo, o parte de él. Por otro lado, el empresario que aunque incrementa su margen unitario por los ahorros de costes laborales, reduce endeudamiento o incrementa reservas, pero no invierte.
En este marco, el poder político facilitando todo tipo de retrocesos, recortes, rebajas, etc. sólo favorece la espiral, la alimenta y encima culpabiliza a la persona como parte del problema, en lugar de verla como la solución. Japón cuenta hoy con un paro del 3,7% de su población activa, algo totalmente estructural y alejado de nuestras terribles cifras.
La receta aplicada en Japón, tras decenas de años aplicando la oficial, la europea, no ha sido otra que “CERTIFICAR” los incrementos Salariales, cifrándolos en un 2% anual, digamos que garantizado. Reduciendo las posibilidades, sectores, circunstancias para el empleo a tiempo parcial. De este modo, el Estado ha buscado dar “seguridad” de crecimiento a la población asalariada, y a las empresas y negocios, de modo que la Economía apueste por un crecimiento en términos controlados y con una inflación “garantizada” en términos asumibles.
Claro está que en CCOO-UGT no debieron conocer la experiencia japonesa cuando en 2012, plena crisis, firmaron el AENC con el Gobierno y la CEOE para la congelación salarial, vendida además como “garantía” para la creación de empleo. Las Reformas Laborales (la de Zapa y la de Rajoy) para facilitar y abaratar el despido, los contratos a tiempo parcial, etc. tampoco hablan japonés.
Lo cierto es que no es un problema de desconocimiento de unos y otros. Es una apuesta por un papel para España y, de paso, para sus asientos, en el panorama del Capital financiero internacional. España es el país (lo era en la bonanza y ha crecido en la crisis), donde la distancia entre la décila de la población con el salario más bajo y la décila con el más alto, ES MAYOR en toda la UE. Años de venta sindical de los “agentes sociales” practicando la Concertación para la contención salarial en torno al IPC, a la vez que los dividendos multiplicaban por 3 ese mismo IPC o las Retribuciones directivas y más altas del país, hacían lo propio. El cuanto más barato mejor es un suicidio además de económico, humano y profundamente injusto, ya que quienes lo preconizan no se lo aplican, sino que encierran sus privilegios en una burbuja de interés y poder para salvaguardarse.